miércoles, 29 de septiembre de 2010

Tenso episodio con final feliz





Miércoles 29de septiembre de 2010 / p.12

La sociedad venezolana ha realizado una hazaña. A pesar de la desconfianza, a pesar de la frustración, a pesar del amedrentamiento, a pesar del abuso de poder o, tal vez motivado por lo mismo, el pueblo venezolano se dispuso a participar en las elecciones parlamentarias y lo hizo sin altisonancias, sin plantear conflictos abiertos, de manera calmada y racional. Cada quien hizo lo que pudo en el momento que le correspondió y el resultado es una acción social, comunal, societal, comunitaria, civil, civilizada, civilizatoria, que se puede tomar como una lección para los particulares sobre el trabajo mancomunado.

En los últimos años nos hemos preguntado muchas veces hasta cuándo soportaríamos que un grupo de compatriotas (uso esta palabra sin connotación cínica) se aprovechara de los genuinos deseos de justicia y de igualdad, de solidaridad, de satisfacción de necesidades básicas, para jugar con la miseria de los más desposeídos, utilizándolos como capital para construir una vía económico-política hacia una forma de sociedad que se ha probado en muchas oportunidades en el mundo y que nunca ha resultado en bienestar social. Hemos sentido rabia, tristeza, impotencia. Hemos querido apurar la historia. Hemos visto cómo nos atomizábamos, en las familias, en las pequeñas comunidades, vecindarios, lugares de trabajo, etc. Hemos sentido las diversas gradaciones del miedo y afortunadamente hemos respondido con diferentes formas de resistencia y de compromiso con la noción de libertad.

Al parecer era sumamente difícil recuperar nuestra sociedad (la sociedad de los valores de superación, honestidad, libertad personal y trabajo consistente; la sociedad en la que nadie difiere cuando alguien dice: “Quiero para mis hijos lo mejor”), pero ya lo comenzamos a hacer.

El domingo 26 de septiembre cada uno concretó su cuota de participación ciudadana. No fueron inútiles todas las conversaciones en el automercado, en las colas de los bancos, en los salones de clase, en los mercales, con los empleados chantajeados. No tuvimos posibilidad de enfrentar el desproporcionado abuso de los recursos del Estado en una campaña oficialista obscena, pero se pudo frenar el abuso en muchas conciencias y en las urnas.

Un sentido de heroicidad surge cuando estamos frente a grandes tragedias. El domingo los héroes fueron los miembros de mesa y los testigos electorales de la unidad que pararon la catástrofe, en duras condiciones, con perseverancia, claridad política y conocimiento de la ley. Antes que testigos de partidos políticos fueron ciudadanos ejerciendo y representando la ciudadanía de todos.

Lo ocurrido este domingo será objeto de análisis desde diferentes perspectivas y por largo tiempo. Tendremos que resolver el enigma sobre si existen ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Tendremos que aclarar ante el mundo cómo es posible que un grupo de ciudadanos merezca mayor representación que otros. Por los momentos sabemos que la oposición es mayoría, aunque no estemos completamente representados en la Asamblea Nacional, y eso es bastante.

Es importante que lo sepamos los que nos consideramos opositores al proyecto totalitario y es importante que lo sepan los que todavía comparten las acciones oficialistas. Existe una mayoría opositora, y en democracia el criterio de la mayoría debe respetarse. Lo contrario es fascismo; por ello cada vez seremos más los que nos opongamos a las acciones que desconocen la opinión de la mayoría. Es un mandato histórico.

Con el debido respeto hacia las personas, el nombre y el personalismo de los diputados elegidos es lo de menor significación. La nueva mayoría que surge no votó por ellos por sus condiciones específicas sino por el sentido de unidad con el que se les promocionó. La unidad era el clamor nacional y los partidos políticos la hicieron posible en un hermoso trabajo que los ciudadanos debemos agradecer. Tenemos una deuda histórica con ellos. La crítica insistente sobre los partidos políticos y la ausencia de acciones concretas para limitar la corrupción derivada del personalismo, produjeron este episodio de nuestra historia donde resultó peor la medicina que la enfermedad.

En nuestro estado, en el Estado Sucre, estado de “riesgo mínimo” para el oficialismo, surgió un comportamiento político sumamente interesante. Los centros poblados más informados produjeron una respuesta electoral que se puede leer perfectamente como una reacción a la ineficiencia en la prestación de servicios, como una evidencia de inteligencia política en sectores tradicionalmente deprimidos. La alta participación en las mesas le dirá al oficialismo, cuando la crucen con la abstención de sus militantes, que en el sector considerado como “ni-ni” muchos dejaron sus consideraciones solipsistas para acompañar un compromiso de país en el que todos somos importantes.

Hegel, de quien Carlos Marx tomó el concepto de la dialéctica, hablaba del advenimiento del espíritu en el tiempo. No podemos humanamente, por más que algunos lo crean, imaginarnos el devenir histórico en su totalidad; debemos conformarnos con episodios. Entre el domingo a las seis de la tarde y las tres de la madrugada del lunes fuimos víctimas de las tensiones entre el poder y la cultura, la forma de ser venezolana. Comenzamos otro episodio, pero en este momento la mayoría está aliviada.

El Presidente de Nicaragua y los profesores universitarios venezolanos





Miércoles 22 de septiembre de 2010 / p.12

A raíz de la noticia de que Venezuela, es decir, el Presidente Hugo Chávez, honraría el bono trimestral que el gobierno nicaragüense debe pagar a unos 137.000 empleados públicos (http://informe21.com/nicaragua/nicaragua-137000-funcionarios-reciben-bono-financiado-venezuela), el viernes 3 de septiembre del año en curso un grupo de profesores del Núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente le solicitaron una audiencia con carácter de urgencia al Presidente Daniel Ortega. Este, una persona con gran sensibilidad social, fijó la audiencia para el martes 7 del mes en curso. Ese día, muy temprano en la mañana, el líder revolucionario Daniel Ortega, los recibió a puertas cerradas en el Palacio de Gobierno en pleno corazón de Managua. En la reunión que duró todo el día, los atribulados profesores expusieron las graves dificultades económicas que confrontaban debido a que el gobierno de Venezuela, o más bien el Presidente Chávez, no procede al pago de la deuda por la homologación del 2008, y al de la prima de antigüedad, profesionalización y por hogar, que sí perciben los empleados universitarios desde hace varios años.

En un comienzo, el Presidente Ortega no entendía la naturaleza de la petición. Sin embargo, luego de varias horas donde se informó de primera mano sobre los graves problemas que confrontan los profesores universitarios venezolanos debido a sus ínfimos sueldos, los más bajos de Latinoamérica, Ortega, como todo un luchador social, comprendió la grave crisis que viven estos profesionales de la educación. El Presidente Ortega se sorprendió al enterarse de que la inflación en Venezuela rondaba 30%, ya que en Nicaragua, un país con pocos recursos, no llega a 4%. Tampoco entendía cómo Venezuela pagaba los compromisos laborales nicaragüenses (además de otras dádivas) y, a la vez, no honraba los compromisos que tenía con profesores universitarios, maestros, médicos, trabajadores de las industrias básicas, y hasta pretendía suprimir el HCM, un logro revolucionario de los trabajadores venezolanos. Los colegas se sintieron muy apenados cuando, de labios del propio Presidente Ortega, tuvieron que escuchar que el Presidente Chávez era “luz para la calle y oscuridad para la casa”, o como dicen en Managua, “en casa de herrero cuchillo de palo”.

Lo anterior no es más que una ficción. Sin embargo, puede servir como un recurso para que algunos profesores entiendan la realidad del colectivo de los docentes universitarios No podemos comprender por qué, a pesar de todas las vejaciones y engaños que los profesores universitarios hemos experimentado en los últimos cuatro años, todavía los colegas que apoyan al Presidente Chávez no hayan levantado su voz para reclamar los atropellos que padecemos a través de sus ministros, siendo venezolanos, mientras que Venezuela cubre los compromisos internos que tienen países como Nicaragua, Bolivia y Argentina.

¿Por qué a nuestros colegas les es tan difícil completar la operación matemática 2 + 2 =…? Y digo esto porque cuando nos detenemos a conversar con ellos en los pasillos, en el cafetín o en la calle, aun cuando no lo queramos, terminamos hablando de lo difícil que se ha tornado la situación. Una vez que superamos la sempiterna excusa del “Rectorado”, pues allí no es donde yace la raíz del problema, sólo queda el Ministerio de Educación Superior. Como todos sabemos por allí podrán pasar todos los Luis Acuña, Orlando Castejón y Edgardo Ramírez que existan, pero al final todas las decisiones son de Chávez. Podemos comprender que aquellos colegas que además de trabajar en la UDO tienen trabajo en la UNEFA, en la Universidad Bolivariana, o detentan cargos en PDVSA, Puertos de Sucre, diferentes alcaldías o la Gobernación, y por tanto tienen otros ingresos, quieran que todo siga igual. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, que dependemos exclusivamente de la UDO, lo que ocurre es intolerable. Cómo entender que un profesor universitario, con cuatro dedos de frente y obligaciones familiares, que se ve obligado a trabajar como taxista “pirata” puede continuar diciendo: “Yo estoy con el Presidente, no le puedo hacer ningún reclamo”. Hay que ser un “autosuicida” para esto.

El próximo domingo tenemos una oportunidad de oro para mandarle un mensaje al Presidente, no lo desperdicies. No sigas entregándole un cheque en blanco a quien tan mal nos ha tratado.

Prof. José Rafael Díaz Ramos

udistasns@gmail.com

http://udistasns.blogspot.com

Nota: El artículo de la semana pasada salió con un error en el nombre del autor. Correspondía a la profa. Graciela Acevedo.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

LA EXPERIENCIA DEL ERROR





Miércoles 15 de septiembre de 2010 / p. 13

Las personas normales viven de manera muy diferente entre sí la experiencia del error; algunos reaccionan con cautela, otros insisten en sus actitudes como si presintieran que en la perseverancia de la disposición encontrarán una verdad destinada a ser revelada; otros viven la experiencia del error como el logro de una convicción que no necesita ser discutida más. A pocos nos gusta reconocer la equivocación, pues, para la sabiduría general ésta aparece reñida con la verdad.

Sin embargo, toda vida está llena de innumerables equivocaciones. Cuando nos caemos al empezar a caminar es porque tomamos, a tan corta edad, una decisión equivocada. El golpe sufrido puede ser doloroso, pero es necesario para el aprendizaje. Este ejemplo puede generalizarse para muchos aspectos de la vida, particular y social. La metáfora del golpe doloroso traduce a nivel global lo que se denomina, en el campo de las ciencias de lo humano, crisis sociales. El ámbito político es uno de los órdenes de la vida social donde con mayor frecuencia se vive la crisis como producto de equivocaciones particulares y colectivas.

Los estudiosos dedican muchas horas a establecer las causas y a sistematizar las consecuencias de las crisis políticas, en aras de constituir un conocimiento que sirva como base para el desarrollo futuro de la humanidad, entendiendo, como mantuvo el antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss, que la humanidad es la misma en todas partes. El pensamiento científico ha dado poderosas razones para hacer pensar que las equivocaciones, privadas y colectivas, pueden servir, cuando se conoce la psicología social y la historia, como punto de referencia para enderezar rumbos sociales discordantes con el sentido teleológico de la humanidad.

Edmund Husserl, filósofo y matemático, fundador de la fenomenología como forma de comprensión social, dictó una importante conferencia en la ciudad de Viena en mayo de 1935 (en el período entre las dos guerras mundiales y cuando Hitler exhibía un poder ilimitado), que fue concebida como posición particular ante el avance del nacionalsocialismo –o nazismo–, el cual estaba produciendo lo que el estudioso llamó “la enfermedad europea”. Accedemos a los contenidos de esa conferencia a través de un texto titulado “La Crisis de la Humanidad Europea”; en este escrito, donde no se menciona ni una sola vez a Hitler, Husserl advierte que el estado de deshumanización que vive Europa se debe a un derrotero de las ciencias humanas por caminos extraviados y que la solución debería partir de los mismos científicos para reconducirla y llevarla hacia la consideración de lo humano; insiste, además, en la necesidad del conocimiento humanista como única posibilidad para aclarar la vía, el sentido, del progreso. En la reflexión husserliana subyace la idea de la equivocación de las ciencias humanas, fundadas hasta ahora en el objetivismo propio de las ciencias naturales, como impedimento para recuperar el sentido teleológico de la civilización europea, heredera de los fines últimos de la filosofía griega. La pérdida del norte cultural, en los convulsos momentos de inicios de la segunda guerra mundial, hacían que el filósofo previera situaciones catastróficas.

Algunas equivocaciones no son de tan difícil análisis, ni necesitan de un genio de la filosofía para revelar que igualmente pueden llevar a consecuencias desastrosas. Son equivocaciones precisas, puntuales, muy fáciles de ubicar en el tiempo. Un matrimonio precipitado, la elección irreflexiva de una carrera, un voto otorgado con el disparo de una emoción, impulsado por un deseo acariciado largamente, son ejemplos de equivocaciones muy comunes.

En las sociedades modernas las equivocaciones pueden corregirse al concientizarse el error; por ello se ha estatuido el divorcio, los estudiantes pueden cambiar de carrera o enderezar el rumbo profesional con un posgrado, los mandatos no merecidos pueden ser revocados o sustituidos. Hablo de sociedades donde sus dirigentes o representantes, o la población moderna (preparada, estudiada, informada), toman los conocimientos (universalmente apropiados) acumulados por la ciencia (los que nacen a partir de terribles equivocaciones, de la brutalidad, y los que nacen como producto de la inteligencia humana) y los ponen a disposición de todos los miembros de ese grupo social, organizando de esa manera un porvenir compatible con el desarrollo histórico global. Y la experiencia del error se guarda como un tesoro incalculable, sin el cual no puede pensarse adecuadamente el futuro.

Profa. Graciela Acevedo

REINCIDENCIA EN EL HORROR





Miércoles 08 de septiembre de 2010 / p. 9


Hace unos pocos días leíamos la información que circuló en distintos periódicos impresos o electrónicos internacionales: “El líder cubano Fidel Castro admitió su culpa en la marginación que sufrieron en la isla los homosexuales en los años 60 y 70, cuando fueron recluidos en campos de trabajo”. Pasados muchos años, Castro reconoce una de las tantas atrocidades cometidas por su régimen autoritario; esa que mantuvo en el aislamiento hasta su muerte a escritores como Lezama Lima y Virgilio Piñera, o condujo –después de la persecución y la cárcel– al destierro y al suicidio al novelista Reinaldo Arenas, por nombrar sólo a intelectuales, fuera de un número incalculable de artistas y otros ciudadanos víctimas de tal discriminación. En la memoria sigue estando la llamada “crisis de Mariel” como imborrable apoteosis de ese horror.

Salvando las distancias de todo tipo, recordamos que, en la última década del siglo XX, el papa Juan Pablo II, en nombre de la iglesia católica, reconoció los errores y barbaridades cometidas por ésta: la injusta condena a Galileo Galilei, la intolerancia y violencia de las Cruzadas y la Inquisición, la connivencia con los desmanes de la conquista de los pueblos americanos, la hostilidad hacia el pueblo judío, entre otras enormes faltas históricas.

Pero el jerarca católico pidió perdón. No hay solicitud de perdón por parte del autócrata cubano (ver entrevista completa en http://www.jornada.unam.mx/2010/08/31/index.php?section=mundo&article=026e1mun). Como no se arrepintieron ni pidieron perdón por sus injusticias y crueldades Hitler, Mussolini, Stalin, Ceausescu, Mao, Milosevic…, algunos nombres de la funesta lista de déspotas del siglo XX.

En nuestro lar, desconocemos que el fallecido Luis Tascón se haya arrepentido y expresado sus disculpas por los gravísimos daños ocasionados a muchos venezolanos con la tristemente célebre lista bautizada con su apellido, punta de iceberg de todo un complejo fenómeno que conlleva una lógica, una actitud y una conducta de discriminación e intolerancia que ha caracterizado (y sigue) al régimen gobernante en nuestro país.

Y he allí el meollo del asunto: la reincidencia en ese estado de hostilidad, segregación, negación de la diferencia y la libertad (a propósito, recomendamos la lectura del artículo “Vivir la diferencia” de Rigoberto Lanz, El Nacional, 29/08/2010, Opinión, p. 9) aun hoy y en nuestro territorio (léase: país, estado, ciudad, universidad…), cuando la historia moderna nos ha enrostrado las terribles consecuencias de semejante concepción y práctica. Se reiteran las actitudes y ejercicios censores y totalitarios, quebrantadores “del derecho a disentir”, “del respeto real a la diversidad” (RL). Se reproducen los mecanismos de descalificación, amedrentamiento, chantaje, hostigamiento, exclusión, contrarios a una verdadera “sensibilidad democrática” (como la tematiza Lanz). Se crea un espacio psicosocial donde priva el populismo y el clientelismo (superando los más desvergonzados hábitos políticos anteriores, tan discursivamente rechazados) o se impone el jinete del miedo (“Y el quinto jinete es el miedo” se titula un filme disidente del tiempo del socialismo checoslovaco).

Conocidas las vejatorias experiencias del socialismo sufridas en los países de la Europa oriental, del Asia o de nuestra América (Cuba en primer lugar), inherentes, según muchos estudiosos (no damos nombres pues la enumeración es extensa), a la misma concepción filosófico-teórica del marxismo (y a sus diferentes versiones: leninismo, maoísmo, guevarismo, ¿chavismo?…), ¿cómo comprender que se sigan los mismos conceptos y prácticas impregnadas por obscenos errores ideológicos y políticos? La respuesta puede estar, unas veces, en el desconocimiento de la historia; otras veces en el atraso y la ineptitud; también en el fanatismo, producto de una trampa ideológica casi sentimental; o, más grave aún, en el cinismo político, ese que lleva a Castro a justificar, impertérrito, las atrocidades del sistema socialista cubano, que como todo régimen totalitario, cual Saturno, devora a sus hijos… Y aquí no ha pasado nada.

Retumban en nuestra conciencia las palabras terminales y clamorosas de Kurtz (en la novela “El corazón de las tinieblas” o en el filme “Apocalipsis ahora”): “¡El horror! ¡El horror!”

Prof. José Malavé M.

udistasns@gmail.com

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Constituyente Universitaria: Asalto a la Autonomía





Comunidad/ 01-09-2010 / pág.13

La imposición de una constituyente universitaria amenaza a las universidades nacionales. El ministro para la Educación Universitaria, Edgardo Ramírez, ha hecho pública la voluntad del gobierno de realizar una constituyente justificándola como medio para fortalecer la “revolución.”

El proceso a seguir, en un país donde el derecho a la participación tiene rango constitucional, debería comenzar con la consulta a la comunidad para decidir si se realiza o no para finalizar con la aprobación, o no, por la misma comunidad. Sin embargo, la Constituyente Universitaria pretende convocarse por otras vías. Nace de una decisión oficial que busca adecuar el funcionamiento interno de las casas de estudio a la Ley Orgánica de Educación. El Ministro Ramírez lo ha revelado en declaraciones a los medios de comunicación. Las palabras de Ramírez afirman que se busca que “profesores, empleados, obreros y estudiantes, participen en la construcción del proyecto país y del socialismo bolivariano”. De esta manera estamos más en presencia de un asalto a la Autonomía Universitaria que de una Constituyente Universitaria.

No niego, y creo que pocos lo harían, que las universidades deben transformarse. Pero este proceso no debe convertirse en un proyecto ideologizante que genere desequilibrios en el carácter amplio de lo universitario: pluralidad, discrepancia, tolerancia, centro del conocimiento, lugar de encuentro y de respeto en un clima de convivencia.

La discusión tiene lugar en un marco impuesto anticipadamente, cual camisa de fuerza. Ello contraría lo establecido en los fines de la educación promulgados en la LOE:La educación, conforme a sus fines debe fomentar el respeto a la dignidad de las personas y la formación transversalizada por valores éticos de tolerancia, justicia, solidaridad, paz, respeto a los derechos humanos y la no discriminación” (artículo 15, numeral 4). Este texto debió leerlo y considerarlo el Ministro Ramírez antes de anunciar la convocatoria a la Constituyente Universitaria.

Se les propone a obreros, empleados, profesores y estudiantes una oferta engañosa, un "peine". El gobierno que impulsa la constituyente en estos términos fue el mismo que en la Constitución de 1999 dio rango constitucional y reconocimiento a la Comunidad Universitaria, la que estaría integrada sólo por profesores y estudiantes (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela 1999, artículo 109).

Esta burda y disparatada maniobra para realizar una constituyente universitaria tiene sus orígenes en la relación de dominación total que caracteriza al presente gobierno. Se pretende convertir a las universidades en centros de promoción del socialismo bolivariano en lugar de centros para la cultura y el saber, en vez de confirmar su función como fuentes de conocimientos e ideas para la construcción del país que todos queremos.

No cabe duda que el intervencionismo del ámbito universitario ha tenido acogida en algunos miembros de la comunidad universitaria de la UDO, que participan de las ideas oficialistas y parecen dispuestos a entregar nuestra universidad sin mayor reflexión. Habría que preguntarles si han considerado los efectos, en el futuro de las casas de estudios, si se aceptara que cualquier gobierno modifique las universidades a su conveniencia.

Para muchos esto forma parte de la misma estrategia que desde hace algunos años se dirige a ahogar presupuestariamente a las universidades autónomas para ponerlas de rodillas ante el gobierno, lo cual se lleva a cabo por varias vías. Una de ellas es mantener a los obreros, empleados y profesores universitarios con un salario deteriorado que impide, en la mayoría de los casos, cubrir las necesidades básicas. Otra es la suspensión o retardo de los aportes para la seguridad social y HCM.

Además de la defensa de nuestra autonomía, dos ejemplos nos impelen a oponernos a la posibilidad de que el gobierno controle las universidades. Uno es PDVSA, empresa otrora ejemplo del país, y el otro es PDVAL. La primera fue desmantelada y convertida en un modelo de ineficiencia, burocracia y corrupción. La segunda muestra el fracaso de un plan de gobierno, en un aspecto neurálgico para el país, que fue concebido sobre la base de las expropiaciones de fincas y las ruinas del aparato productivo de la nación. Con la universidad puede pasar lo mismo.

Los universitarios debemos ser capaces de corregir nuestros errores, adecuar o modernizar nuestras estructuras, para asumir los retos del Siglo XXI, manteniendo el compromiso social, como hasta ahora se ha hecho.

Los intereses políticos deben, por su propia conveniencia, respetar el espacio académico, respetar la autonomía universitaria. La tradición democrática universitaria hace aparecer la Constituyente Universitaria con pocas posibilidades. Su imposición no será fácil si los universitarios actuamos como tales.

Prof. Rafael Rasse

udistasns@gmail.com

http://udistasns.blogspot.com/

¿Y QUIÉN NO LO NECESITA?





Comunidad/ 25-08-2010 / pág.13

En un resumen de mi corta existencia, veo cómo durante la mayor parte de mi vida he recorrido los espacios de la educación en diferentes instituciones en un paseo de variadas opciones. Producto de la educación pública (de la que me enorgullezco), fui tejiendo una posición de avance hacia lo que mis padres denominaban “el estudio para el progreso”. Este progreso apartaba, incluso, de cualquier distracción “noviazguera” o “pachanguera” que cualquier adolescente debía y debe disfrutar.

“El estudio para el progreso”… Fue así como inicié el camino del esfuerzo hacia mi progreso, con tropiezos y caídas, y con la fuerza para levantarme y seguir adelante. Fue así como llegué a la universidad, con estudio y disciplina, y logré ganar mi lugar como docente en nuestra Casa más Alta. Y durante muchos años he sido fiel a mi juramento de graduanda de aquel 21 de noviembre de 1990. Yo y otros tantos miles que han tomado la opción del estudio para el trabajo digno y progresista. Sin embargo, la dignidad y el progreso se han quedado cortos en lo que respecta a la labor obrera, administrativa y docente de nuestra Universidad.

¿Cuántas luchas por un presupuesto justo se han librado? ¿Cuántos paros por un salario a tiempo y que se corresponda con las necesidades reales de todos? ¿Cuántos inconvenientes por una factura no pagada? ¿Cuántas angustias por no tener lo que irremediablemente no podemos dejar de tener? Porque en esta vida la cruda realidad es evidente: el dinero es la palanca que mueve hasta la situación más cotidiana de nuestras vidas: el cafecito de la panadería para despertar el día, el periódico del quiosquito, la empanada a media mañana, el pasaje del bus, el helado para los niños, el regalo para la ahijada, la ropa con que vestirnos, la comida con que nos alimentamos, la medicina que nos cura… Y es que es parte de nuestra cotidianidad. Nos levantamos revisando la cartera y contando cada centavo para saber hasta dónde nos alcanzará en ese día. ¿Habrá alguna persona que no lo haga? ¿Salimos a enfrentar el día sin revisarnos el bolsillo?

El cinismo se apodera de algunos profesores universitarios, conformistas, hasta atreverse a decir que estamos bien. Otros, más fanáticos, se ubican en la posición política del gobierno de turno para atreverse a descalificar a quienes reclaman lo justo. Otros tantos, pasivos, esperan que unos pocos solucionen sus problemas. Unos pocos intentan hacer recapacitar a todos y convencerlos de que las luchas por una mejor vida se deben dar unidos, porque todos, sin excepción, hemos tomado la opción del estudio para el trabajo digno y progresista.

“El estudio para el progreso”… Y el progreso se construye en la medida en que entendamos que todos tenemos el derecho a una vida sin carencias, una vida en donde todos tengamos las mismas oportunidades, una vida que nos alcance para cubrir tanta “cotidianidad”, y que, además, nos quite la preocupación de pensar mañana: ¿y con qué pago el pasaje para ir a mi trabajo?

Profa. Francys Peretti

Departamento de Idiomas Modernos

Escuela de Humanidades y Educación

UDO - Núcleo de Sucre