martes, 29 de junio de 2010

LA CRISIS DE LIDERAZGO… Y NUESTRA UNIVERSIDAD




COMUNIDAD / Mièrcoles, 19/06/2010 – Pág. 13
El hijo de 11 años observa a su padre, sentado en el porche de su casa, fumando y con la mirada perdida. Ha escuchado muchas veces en la tele que fumar es nocivo para la salud, pero no lo parece en este momento. En este momento, tiene frente a sus ojos a la persona que admira, al que desde hace ya un tiempo lo toma de la mano y lo guía; a la escuela, al parque, al súper, a la playa…¡y qué importa si hace algo que es malo: el es su líder!
Y es que quien nos lidera no es siempre el mejor guía. La historia de nuestro país así lo ha retratado: definimos a nuestros líderes con base en valores y pensamientos desvirtuados y carentes de ética. La actitud del hijo de 11 años es inocente; la nuestra, irresponsable. Y cabe preguntarse: ¿En qué momento tantos de nosotros perdimos la noción de “lo que debe ser” por la de “lo que me conviene”? ¿En qué momento tantos de nosotros antepusimos la palabra politiquería ante la palabra política? ¿En qué momento permitimos que nuestra UDO, Núcleo de Sucre, se contaminara de tanta palabrería engañosa y barata? Un liderazgo desvirtuado que le ha salido caro a nuestra academia.
La mayoría de los líderes de la UDO presenta un historial de elegibilidad basado en el amiguismo, las prebendas, la trampa y el “ponme ahí que yo te arreglo”. La lucha por las cuotas de poder son cada día más fanáticas: es la ambición de agarrar el “coroto” para controlar la institución para conducirla a intereses partidistas, y no académicos. Ningún gremio se salva en esta comparsa electorera: estudiantes, obreros, personal administrativo y, nosotros mismos, profesores.
Las consecuencias de todo este liderazgo errado ha sido el deterioro de nuestra institución. Los líderes sirven para controlar unos votos, llegar al poder y luego consumirse en un caos de enfrentamientos y trancas; los gremios se mueven con intereses exclusivos, desvirtúan lo que debe ser y terminan todos haciendo cada uno lo que les da la gana. La desidia se ha apoderado de nuestro recinto. Veámoslo en la planta física: falla la supervisión y mantenimiento a nuestros edificios, la limpieza es inestable y el servicio de seguridad no tiene orden. En lo administrativo, los canales son lentos. En lo académico, no existe la supervisión docente y las actualizaciones o reformas curriculares no alcanzan su fin. En el sector estudiantil, permitimos muchas veces que grupillos de desadaptados hagan ver a la universidad como un recinto corrupto y sin ley.
Mientras, nuestra universidad sigue en espera de los líderes que retomen el rumbo de “la casa más alta”, en donde la unión de todas las fuerzas ayuden a recuperar la ética y la moral perdidas, el mejoramiento de la planta física y el restablecimiento de nuestra identidad de universitarios udistas.
Estos nuevos líderes deben entender que la decisión de hacerse elegibles tiene un principio básico: el deber ser de la Universidad. Dedicar su tiempo a trabajar para que tengamos una casa digna en la que queramos convivir. Una casa en donde cada líder de gremio propicie en sus agremiados la responsabilidad que cada uno tiene y el amor por su trabajo. Una casa que facilite la actividad para la que fue creada: la educación de calidad y la convivencia académica. Una casa en donde se guarde el respeto y la tolerancia por los demás. Una casa en donde cada líder sea el modelo de persona a seguir para un futuro próspero y feliz. Eso es lo que debemos entregarle a las generaciones que están en nuestros salones y campus en ese viaje de aprendizaje y formación.
Y a pesar de todos los inconvenientes por los que hemos atravesado, y de toda la crisis de liderazgo por la que hemos pasado y estamos pasando, es importante saber que aún hay esperanza y que todavía podemos hacernos responsables del rumbo que tome nuestro Núcleo de Sucre. Que sí hay en cada gremio personas que luchan por una universidad mejor, que están allí haciendo un trabajo de hormiguitas para que no todo se pierda. Pero debemos multiplicar a estas hormiguitas y hacerlas partícipes de los cambios que necesitamos, de las luchas justas que todos juntos debemos dar por nuestras reivindicaciones, de la visión de mundo que debemos ofrecerle a nuestros estudiantes.

Profa. Francis Peretti
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com/

viernes, 25 de junio de 2010

DE REVOLUCIONARIOS A MILITARISTAS






COMUNIDAD / Mièrcoles, 19/06/2010 – Pág. 13

El cambio en las cosas es registrado desde la antigüedad en los textos de Heráclito. En la historia, la literatura, la biología son comunes las metamorfosis. Uno de los casos más emblemáticos es el de Gregorio Samsa, personaje de la novela de Franz Kafka: La Metamorfosis, quien un buen día amaneció convertido en un intimidante escarabajo. La historia evolutiva ilustra las distintas transformaciones del ser humano: el Australopitecus, Homo habilis, Homo erectus, Homo sapiens neoandertalensis hasta el Homo sapiens sapiens; de esa cadena evolutiva se concluye que el ser humano desarrolló un cerebro cada vez más grande y modificó el esqueleto para caminar erguido.
Como se puede observar, los cambios operados se traducen en degeneración o en evolución. En el plano ideológico, el individuo, a veces, sufre puntos de inflexión dependiendo del contexto histórico-político y social que lo condiciona, y es arrastrado –consciente o inconscientemente– por el torrente de los acontecimientos.
Con asombro se ha asistido a la intempestiva metamorfosis “kafkiana” de quienes se autoproclamaban de “izquierda”, “progresistas”, “revolucionarios”, más aún, “guerrilleros”, calificativos que ilustrarían máxima jerarquía del lustre político. Enarbolaban con orgullo sus banderas ideológicas. Militaban en partidos o grupos, en cuyas siglas no faltaban las letras R, C o S (revolucionario, comunista, socialista), que aludían a sus esencias de paladines de las luchas populares. Se desvivían porque se les reconocieran sus dones de “seres distintos”. No perdían oportunidad para asomar sus lugares comunes: “status quo”, “explotación de la clase obrera”, “proletariado”, “plusvalía”, “lucha de clases”, “antimilitarismo”, pues eran palabras mágicas del abracadabra para convertirlos en seres superiores, dotados de la más conspicua intelectualidad.
Estos revolucionarios de oficio abundaban con extrema virulencia en las universidades públicas. Se consideraban seres empoderados, miraban con desdén a los demás que no compartían sus madrigueras políticas. En los auditorios, con fogosidad, hasta el paroxismo, estos revolucionarios progresistas denunciaban los actos de corrupción de la administración pública, la persecución política, el atropello a la libertad de expresión, la agresión e inutilidad de los grupos castrenses, a los cuales se les etiquetaba de “gorilas” y causantes de todos los males de la República.
En este ambiente impregnado de ideologías izquierdistas universitarias nos curtimos los ayunos del “materialismo histórico”. Nos enseñaron a rechazar, de plano, cualquier asomo de régimen totalitario, castrador de las libertades individuales y colectivas; a repudiar a los antidemocráticos “gorilas”.
Ahora, con estupor, observamos la transmutación de las élites revolucionarias universitarias. Se despojaron de la vestimenta ideológica progresista, sin incubar ni siquiera un estado larvario, para asumir un atuendo signado por el autoritarismo. Intempestiva e incondicionalmente, se han suscrito al camuflado “proceso revolucionario”, dicho “Socialismo del Siglo XXI”. Cual hermanitas de la caridad, son firmes creyentes de este proceso, que es la antítesis de los discursos otrora pronunciados a viva voz y sin empacho, en diversos espacios públicos y académicos. Hoy se nos convoca a amar a “Yo, el Supremo”. Según ellos, los de hoy son militares “buenos”; al parecer tardíamente descubrieron esta categoría.
Los males del pasado: el despilfarro, la corrupción, el empobrecimiento de la población, el desempleo, la encarcelación y condena de los disidentes, el secuestro de los poderes públicos, el cierre de medios de comunicación, los atropellos a las universidades públicas y privadas, ¡y pare usted de contar! son hoy vistos con beneplácito. ¡No ose criticarlos!
La metamorfosis de ablandamiento ideológico de los manidos líderes revolucionarios los conduce a rendir pleitesía a una mascarada de proceso revolucionario minado de discursos vacíos y carentes de propósitos. Se convirtieron en segundones del régimen para usufructuar un micro poder. ¡Qué triste papel!

Profa. Aminta Pérez
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com/

martes, 15 de junio de 2010

COMO UNA MUJER DE SONRISA ROTA



COMUNIDAD/ Titulares Nacionales
16/06/2010 – Pág. 8

Alguna vez imaginé que la Universidad de Oriente era la hermosa mujer recostada a la orilla de la playa, rodeada de una serie de riquezas, que aparece en un afiche invitando a unas ferias estudiantiles. Las riquezas de esta mujer representaban el conocimiento como fruto de las tareas que por mandato tiene la institución: docencia, investigación y extensión, tareas cónsonas con el lema: “del pueblo venimos, hacia el pueblo vamos”.
¿Qué se hace hoy en la Universidad? Se imparten clases cada semestre, absorbiendo nuevos estudiantes (“el pueblo”) que abultan la matrícula sin importar si hay espacio físico (salones, talleres y laboratorios), servicios (comedor, transporte, biblioteca) y el personal adecuado (profesores, empleados, obreros). La mayoría de los docentes universitarios nos dedicamos exclusivamente a dictar clases. Hay un desgano generalizado que percola hacia los estudiantes. El exceso de estudiantes y los presupuestos deficitarios impiden que hagamos estimulantes las actividades inherentes al quehacer docente. Las precarias condiciones de trabajo, los bajos sueldos, la imposibilidad de adquirir los libros y revistas especializadas necesarias para la actualización y la sorda incomprensión burocrática asfixian hasta a los más optimistas. Nuestros estudiantes, por su parte, son afectados por la crítica situación extramuros y el evidente desgano de los docentes. No saben a dónde van, ni de qué servirá la formación que reciben, deficiente, por demás, producto de las carencias en laboratorios, salidas de campo, salones y talleres. En fin, por la falta de recursos. Sólo el ingenio y la pasión de unos pocos pueden vencer un panorama tan negativo.
La investigación y la extensión son las hijas huérfanas de la institución. De nuevo la carencia de recursos, la excesiva burocracia y la desidia de autoridades rectorales y decanales hacen que la encomiable tarea de buscar la verdad, resolver problemas, dar soluciones o generar algún conocimiento (“al pueblo vamos”) sea ardua e ingrata.
Constantemente, en épocas de elecciones, escuchamos a los candidatos a autoridades rectorales y a decanos proclamar su amor y dedicación por la institución, sentimientos estos que no se traducen en resultados tangibles. Por ejemplo, a tres años de su inhabilitación, el edificio de Ciencias sigue igual, la biblioteca del Núcleo de Sucre aún no se inaugura, el nuevo comedor universitario es sólo un buen deseo y las “petroaulas” prometidas hace casi tres años aún están por armarse.
A final de cuentas, pareciera que para las autoridades sólo es importante que se impartan clases, que se entreguen las notas y que un semestre pase –aunque sea de forma gris– después de otro. Pareciera que todo es una fachada para ejercitar el poder, un poder vacío que antes del inicio condena al fracaso a cualquier gestión. La lucha necesaria para mantener una institución autónoma, digna y con presupuesto acorde a la labor que se realiza les es ajena. Lo único importante es el poder en sí mismo.
Hace mucho tiempo ya que la Universidad de Oriente no puede presentarse como esa mujer bonita de aquel afiche; es más bien como la mujer vestida de vivos colores que, con su sonrisa rota, mueve un pote de jugo, mendigando en los semáforos de nuestras ciudades, como hace mas de 20 años.

Prof. José Véliz
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com/

DE RESPONSABILIDADES Y GESTIONES (A PROPÓSITO DEL NÚCELO DE SUCRE)






COMUNIDAD / 19/05/2010 – Pág. 8
“No se trata de señalar culpables” o “Todos tenemos parte de responsabilidad en lo sucedido”: fueron expresiones repetidas en la asamblea de profesores con el Decano, realizada el pasado 26 de mayo, al informar u opinar acerca del incendio ocurrido en los depósitos de Química y Biología y del dilema del reinicio de actividades en el Núcleo de Sucre-Cumaná. Según un engañoso consenso, no debía discutirse acerca de las responsabilidades involucradas en este “accidente”, eso estaba “fuera de orden”, era “harina de otro costal”. Y así acabó todo.
En la sociedad venezolana es casi una tradición que se diluyan las responsabilidades y se desvanezcan las culpas. Resulta una práctica común esgrimir la excusa de la impertinencia al momento de identificar responsables, y se difiera esta necesidad para futuras ocasiones, que generalmente no llegan. Otras veces se descarga todo el peso de la responsabilidad o culpa sobre una sola persona, con frecuencia un funcionario menor en la jerarquía o la organización, y así las conciencias quedan tranquilas. Esta última modalidad ha cobrado mucha fuerza en nuestro país en años recientes.
Se sabe que en su origen latino las palabras ‘responsable’ y ‘responsabilidad’ derivan del verbo ‘responder’, relación etimológica de gran carga significativa para el lenguaje y para la acción. Ser responsable de algo, entonces, es tener la función y el compromiso de responder por ese algo; la responsabilidad supone, pues, asumir el deber de dar respuestas por lo que se elige, asigna u ocupa; respuestas, se estima, que deberían corresponderse con el carácter, nivel, etc., de lo que está en juego.
A la luz de estas elementales consideraciones, ante cualquier acto o situación acaecidas o en curso, particularmente en el ámbito institucional público, se trata de solicitar respuestas a quien(es) las debe(n) dar, de identificar el o los responsables, de conocer si hubo o no tales respuestas en su debido momento (y cuáles fueron, para evaluar su adecuación y eficacia). No consiste tal actitud, como muchas veces se quiere hacer ver, en un acto inquisitorial, oportunista y desnaturalizado; es el ejercicio de un derecho ciudadano y constitucional básico. Un ejercicio político, sí, en el mejor y originario significado de lo político desde Aristóteles.
De manera que cuando se valora la responsabilidad institucional lo que está en consideración es una determinada gestión (de uno o de varios), pues es en la gerencia, administración, conducción, gobierno, donde se juega la función de responder a lo que ha sido servicio elegido o mandato asignado.
Desde la perspectiva formulada, cuando se vuelve la mirada a la lamentable coyuntura vivida en el Núcleo de Sucre-Cumaná a raíz del conocido incendio, para atender a la cuestión de las responsabilidades (en plural, porque indudablemente no recae en una sola persona) se deben contemplar las gestiones institucionales del Núcleo o las relacionadas con él. Se dice que el Cuerpo de Bomberos de esta entidad universitaria había advertido en informes de los riesgos que presentaban los depósitos existentes, lo que habla de una cierta extensión temporal. Y aunque no se hubieran producido tales advertencias, se espera que los profesionales especializados conozcan de las normas existentes en la materia específica. Surgen las preguntas obvias: ¿hubo en algún momento, desde la existencia de estos depósitos (convendría saber cuándo fueron habilitados), gestiones para atender tal realidad? Por ejemplo, ¿qué hicieron efectivamente decanos, coordinadores académicos y administrativos, directores de la Escuela de Ciencias, jefes de los Departamentos de Química y Biología? ¿Qué interés efectivo prestaron a tal situación las autoridades rectorales del momento? Se subraya la efectividad, pues, es común escuchar argumentos defensivos en múltiples situaciones que consisten en decir que se enviaron comunicaciones o presentaron solicitudes; es este un paso necesario pero no se agota allí la responsabilidad.
Sería fácil concluir que estamos ante una manifestación más de la añeja e ineficiente burocracia administrativa universitaria. Esta, tristemente, es una verdad indiscutible. Pero hay otros factores incidentes, a tener en cuenta con respecto al incendio de los depósitos y todas sus dilatadas consecuencias, al igual que para un indeterminado conjunto de carencias y limitaciones acumuladas por años en nuestro Núcleo. Uno de esos factores es la falta de atención a la realidad cotidiana específica (y, por supuesto, a la solución de los problemas que se diagnostiquen a partir de tal atención) de cada unidad académica (departamento, escuela), edificio, área de servicios, transporte, y pare de contar. La palabra que desde hace tiempo se escucha en pasillos, oficinas y aulas es negligencia, antagónica a gerencia, es decir, a cuidadosa y efectiva gestión.
La dura verdad es que, más allá de discursos y posiciones dizque revolucionarias, desde hace muchos años y gestiones, el Núcleo de Sucre (no sólo el campus de Cumaná) ha venido entrando en franco deterioro en las más diversas áreas. Y que no venga el discurso tramposo de “¡Esa es tu universidad!”.
No cabe duda de que hay una atmósfera generalizada de indolencia entre los miembros de la comunidad universitaria. Pero la negligencia no puede ser distribuida equitativamente, no es de todos. Hay responsables.

Prof. José Malavé M.
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com/