viernes, 31 de diciembre de 2010

De Profesor Universitario al genérico trabajador académico

Luego de una exhaustiva revisión de los nuevos estatutos contenidos en la novísima Ley de Educación Universitaria, me topo con una inmisericorde degradación de mi estatus de educador, de maestro, de profesor; ahora ostento el genérico de trabajador académico, el cual, según entendidos en materia socialista, ha de darme un carácter de igualdad dentro de la institución a la cual pertenezco desde hace ya muchos años; al parecer, carácter necesario para sustentar el modelo ideológico-político en que se apoya la mencionada ley, que -además- echa por tierra el más universal de los preceptos constitucionales referidos a la educación universitaria, el que invoca la diversidad de corrientes del pensamiento como elemento fundante de la actividad universitaria.

A mi entender el sustantivo masculino profesor conlleva un amplio significado; lleva implícita no solo una carga socio-cultural, sino que su mayor carga la aporta el sentido filosófico-pedagógico que denota. Una carga semántica determinada por principios y normas estatuidas en un tácito código de comportamiento ético y moral, un estilo de vida al servicio de la ciudadanía y un sistémico cúmulo de roles intelectuales y sociales de carácter humanístico, humano. Es el de profesor el más democrático e ‘igualitario’ de todos los roles profesionales. Ser maestro, ser educador, o sencillamente ser profesor universitario, implica sentido de pertenencia a la sociedad, tolerancia y respeto por el otro y sus particularidades, y un exclusivo reconocimiento de las condiciones psico-cognitivas de quien se forma, de aquellos que sin distingo de raza ni de credo, y mucho menos discriminación por género, acuden a las aulas universitarias.

La denominación genérica de trabajador académico o de trabajadora académica –construcción lingüística innecesaria, hecha en una demostración ampulosa con sentido de segregación– me lleva a inferir la vaguedad de un término que implicaría incluir dentro del gremio docente a aquellos que, desprovistos de cualquier formación intelectual, pedagógica y didáctica, pretendieran asumir la loable labor de Profesores Universitarios; es decir, un ropaje que permite camuflar la incompetencia que desde hace mucho tiempo ha sido un lastre dentro de las universidades, ya tratado en el histórico Manifiesto de Córdoba de 1918, pero que ahora volvería por sus fueros con mayores libertades, amparado en una denominación tan vacía como la de trabajador académico o trabajadora académica. Realmente, el lenguaje sirve no sólo para develar sentidos, sino también para ocultar intenciones y propósitos.

En un arrebato de rabia e impotencia justificadas, me declaro PROFESOR per sécula seculórum. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el sustantivo Profesor como la “Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte”, y eso es lo que hago, eso es lo que haré: enseñar. Me niego a perder mi libertad de cátedra; me mantengo apegado a los principios de una disciplina científica, cuyas investigaciones, avances y descubrimientos, determinan el rumbo para establecer las políticas de planificación curricular acordes con las necesidades y características propias de la población; me niego a perder mi libertad de adquirir conocimientos, los conocimientos generados desde la reflexión filosófica, los que necesito para mejorar mi trabajo, los que yo desee, los que me dicten mis necesidades intelectuales y vocacionales; me niego a perder mi libertad de formarme para formar en el marco del desarrollo del pensamiento académico, científico y pedagógico, necesarios para la educación del hombre libre, crítico, culto. Pero, por sobre todas las cosas, me niego a perder el estatus que me he forjado con tanto esfuerzo, durante tantos años de trabajo y de estudios –con esto no pretendo ser egoísta–. Me niego a ser un simple trabajador académico con todas las ficticias significaciones que conlleve el término. Por último, una interrogante: ¿Será que pronto a los médicos se les llamará trabajadores sanitarios, a los periodistas trabajadores mediáticos, a los abogados trabajadores judiciales…?

Prof. José Marcano Carpintero

Dpto. Currículo y Administración Educativa UDO-Sucre

marcanocarpintero@gmail.com

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A pesar de…





Miércoles 29 de diciembre de 2010 / p. 14

“¿Para qué poetas en tiempos de penuria?”, expresaba Hölderlin, uno de los poetas fundamentales de la cultura occidental. Sin pretender hablar desde el lugar de la poesía (lugar sin lugar) ni asumir su voz múltiple, tomo esta frase tan cargada de sentido sólo para, a partir de esta inquietud profunda, hablar de mi inquietud concreta, la de estos tiempos.

Ejercitando mi acostumbrada y civil práctica dominical, heredada de mi padre desde muy joven, de leer con atención la prensa, en este caso El Nacional del 26-10-2010, me he sentido reflejado en visiones y enunciados de varios de sus textos. Así, mi sentir encuentra eco en la frase del editorial: “El oficialismo se coaligó para secuestrarles las Navidades a todos los venezolanos. Este diciembre (…) será recordado como una pesadilla”. También en la voz de la valiente Milagros Socorro: “El día de Navidad de 2010 amaneció en un país en dictadura” (revísese la acepción original del término). Y Rodolfo Izaguirre, con las irónicas y sutiles palabras de su columna, nos recuerda que “cada vez que el militarismo asalta el poder [y] nos aleja de la alegría del vivir”.

Un pesar, una desazón me ha marcado la vida de estos días, mejor dicho, particularmente en estos días, y es la que captan parcialmente los textos citados. Me pregunto, como muchos lo han hecho y lo siguen haciendo: ¿a dónde hemos llegado? ¿de qué se trata toda esta vorágine combinada de abusos, descaros y fingimientos gubernamentales u oficiales?

Ya la terrible constatación de la ausencia de políticas nacionales frente a los desastres y los riesgos (mantenimiento y creación de vías, apertura de refugios en condiciones humanas, etc.), y la reconfirmada ineptitud para la atención de las necesidades de vivienda, por parte del gobierno actual (planes y presupuestos vienen y van), nos habían generado un profundo malestar ante las desgracias vividas por numerosos venezolanos.

Para finalizar el año, como “regalo de Navidad y Año Nuevo”, el gobierno nos ha anunciado un estado (de penuria) consistente en la instauración de varias medidas económicas de restricción, incomprensibles a la luz de una economía que, como ninguna anterior, ha recibido ingentes recursos económicos, los cuales han sido administrados con tal grado de discrecionalidad y demagogia que el gobierno del recientemente fallecido Carlos Andrés Pérez resulta una gestión ascética.

En un campo más particular, dentro de ese tinglado de leyes aprobadas a última hora, varias de carácter muy preocupante, como las referidas a las telecomunicaciones, se nos obsequia algo especialísimo: la Ley de Educación Universitaria. Sin haber sido presentada oficialmente a la discusión y contribución de los más amplios sectores universitarios, como sería de esperar de un gobierno que enarbola la democracia participativa y protagónica como bandera, se aprueba literalmente como un “madrugonazo”, sin importar las críticas y proposiciones expuestas por algunas personalidades del quehacer universitario. Hasta el propio Rigoberto Lanz, figura identificada con el oficialismo, critica el modo como se llevó a cabo (ver “Universidad: salir del marasmo”, El Nacional, 26-12-10, p.6).

Aunque no he accedido a la versión aprobada (hasta el 27-12 no había sido publicada en Gaceta Oficial), el proyecto sometido a la AN permite advertir aspectos muy graves como: la merma de la autonomía, el incremento de las atribuciones del Ministerio de Educación Universitaria, la inexistente atención a la calidad de la educación universitaria, el desconocimiento del concepto de docente (ahora “trabajador académico”), entre otros, que deben ser tratados a profundidad.

Los tiempos que nos tocan son, sin duda, duros y difíciles. Una mentalidad crítica y responsable no puede ignorarlos. La alegría del vivir es también una responsabilidad. A propósito de este fin de año y de nuestro compromiso, vuelvo a Hölderlin: “¡Ven pues! para que miremos a lo Abierto, / para que busquemos algo propio, por distante que esté.”

Prof. José Malavé M.

Dpto. Filosofía y Letras

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Carta al niño Jesús





Jueves 23 de diciembre de 2010 / p. 14

El apego a los valores sociales rige nuestra vida. La búsqueda de la verdad, la libertad, el progreso, el bien social, el respeto al otro, la igualdad, la generosidad, el amor, la sencillez, la esperanza por la llegada de mejores tiempos y el trabajo -consistente con esa espera- son algunos de los valores colectivos más importantes.

Son valores trascendentes que parecen propios de la condición humana por su generalidad y persistencia en el tiempo, pero cuando los observamos detenidamente hallamos en ellos un origen religioso preciso: son ideas ligadas al cristianismo, como forma de vida, y que se constituyeron en universales con la expansión de los símbolos asociados a Jesús de Nazaret.

La radicación profunda de los valores cristianos desarrolla en diferentes actividades de la cotidianidad un rasgo que subyace en los comportamientos: la espera de la Parusía, es decir, la espera del regreso del Mesías, el salvador que resolverá, de una vez por todas, las inquietudes tanto del corazón como del cuerpo.

Alimentamos la imaginación de nuestras niñas con las fábulas esperanzadoras del príncipe azul que las conducirá a un reinado feliz; jugamos la lotería que nos resolverá la carencia y la soledad; declaramos (aunque no las practiquemos) la sencillez y la igualdad como patrón de vida; votamos por líderes esperando de ellos el comportamiento mesiánico por excelencia: recomponer nuestra sociedad a un estado original donde la abominable diferencia sea execrada. Como dijimos antes, con la llegada del Mesías (o su representación) todas las diferencias serán saldadas, la maldad abolida y el paraíso reconquistado.

Nada tiene de malo soñar con el paraíso, pero existen aspectos negativos en las esperas mesiánicas; por ello es necesario repensar lo tradicional para construir el futuro. Por ejemplo, en el anhelo por el (o lo) que vendrá se disipa la construcción del propio destino, dejando esta labor en la voluntad del otro, con lo que se nubla la percepción del tiempo y se pierden de vista los fines de la propia vida.

De igual manera, asociada a la espera del tiempo feliz, existe la creencia de una batalla necesaria al restablecimiento del bien, la lucha del bien contra el mal, en la que el bien, a quien “nosotros” siempre representamos, vencerá y reinará largos años sobre la tierra. Esta esperanza, de origen religioso, es fácilmente trocable en política y ha sido utilizada como motivo proselitista por mentalidades totalitarias. Hitler, insignia de inmolación, prometió gobernar mil años; León Trotzki ofreció, como incentivo al socialismo, crear en este mundo “un paraíso real”. La llegada del bien debe estar, en religión como en política, precedida de una catástrofe final. En religión la hecatombe es simbólica: la lucha contra el anticristo. En política el lugar simbólico del diferente es ocupado por otros humanos. El enfrentamiento es real: debe correr (como ha corrido en la historia) la sangre.

Parece necesario vivir luchando por la paz. En estas navidades ello implica aferrarnos al poder cultural de la simbología cristiana para oponernos al poder de facto con el que se ejerce la violencia política en nuestro momento, intentando modificar nuestra forma de vida. No hace falta ser muy religioso para ello. Podemos remitirnos a la inocencia infantil, al asombro adolescente, a la ilusión por la que se vive la vida adulta, a la necesidad de la seguridad en la vejez.

Haciendo uso de mi legado cultural en esta navidad escribiré mi carta al niño Jesús. En ella le solicitaré, como regalo, que nos permita continuar la búsqueda de un país respetuoso de las personas y de sus iniciativas, de las diferencias, igualitario en la oportunidad, progresista, libre, alegre y, por sobre todo, le pediré que nos quite los estorbos para pensar el futuro. Como sé que tal don no se puede envolver como un obsequio, le solicitaré que, como señal, alguien me regale unos lindos zarcillos. Cuando los reciba sabré que mi pedido se cumplirá.

Profa. Graciela Acevedo

Dpto. Sociología

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¿Y AHORA QUIÉN NOS DEFENDERÁ?





Miércoles 15 de diciembre de 2010 / p. 14

En la celebración de la Semana del Profesor Universitario, el Prof. Omar Rodríguez, Presidente de FAPUV en la década de los 80 y actual Vicepresidente de dicha federación, conversó el pasado 7 de diciembre, en el Miniauditorio de APUDONS, con un reducido número de personas, acerca de la situación de nuestro gremio. Si viviéramos en un país como Dinamarca o Nueva Zelanda donde, a excepción de las catástrofes naturales, la vida discurre sin sobresaltos, sería fácil entender la exigua audiencia. Sin embargo, en la Venezuela declarada anticonstitucionalmente “Socialista” es difícil comprender o justificar la apatía de personas que se supone comprometidas con su labor y con la búsqueda de la verdad; es difícil asimilar que las personas que forman a los futuros conductores de la sociedad se crucen de brazos o encojan los hombros con indiferencia ante lo que pasa.

Para nadie es un secreto que el gobierno nacional asumió que todos los profesores universitarios somos culpables de las decisiones erradas que pudo tomar la Junta Directiva de FAPUV en abril de 2002. Tampoco es un secreto que los docentes universitarios, a diferencia de otros gremios, no nos hemos plegado al gobierno para obtener lo que legalmente nos corresponde. Por eso se nos veja al no reconocer los méritos al momento de homologar nuestros sueldos y se nos excluye de los beneficios otorgados a obreros y empleados universitarios. Nos hemos quedado aislados enfrentando a un gobierno que controla la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo.

Los hechos han demostrado que los profesores universitarios cumplimos con nuestro deber para con los estudiantes y el país, a pesar de los atropellos de este y anteriores gobiernos. ¿Quién no recuerda que durante el 2002, cuando intentamos paralizar las actividades porque teníamos siete (sí, siete) quincenas sin cobrar y porque recibimos el bono vacacional unos días antes de finalizar las vacaciones de agosto, algunos de nosotros se resistieron al paro para no perjudicar a los estudiantes? En muchas ocasiones, la universidad ha funcionado gracias a nuestros sacrificios.

Pareciera que estamos solos; pareciera que estamos como David enfrentando a Goliat. Sin embargo, a pesar de que el adversario es muy poderoso, podemos salir airosos si juntos reclamamos nuestros derechos. Y digo juntos porque, para poder remontar esta cuesta, necesitamos de la participación de todos los profesores. Por ejemplo, las autoridades, aparte de los cargos que detentan, son nuestros colegas y deberían detener esa odiosa práctica de violar el acta convenio al asignar más estudiantes de los estipulados, programar clases al mediodía o en horas nocturnas pero, sobre todo, deberían acompañarnos en las actividades destinadas a reclamar nuestros derechos.

A los colegas que comulgan con el gobierno, hay que recordarles que enfrentamos juntos a administraciones gubernamentales anteriores. No se pueden, ahora, quedar de brazos cruzados permitiendo que se violen nuestros derechos, que se niegue la participación en la discusión de asuntos que nos atañen (como el proyecto de nueva Ley de Universidades), que se nos exijan sacrificios cuando los gobernantes no sacrifican nada aunque digan estar dispuestos a dar la vida para que sus ideas triunfen. Nada más alejado del espíritu universitario.

Y a ti colega sin aparente compromiso político, te pedimos que te incorpores a la lucha para exigir lo que legalmente nos pertenece. No es quejándote en los pasillos, en el supermercado o en la antesala de la consulta médica como se logrará que el gobierno nacional otorgue lo que por ley nos corresponde. Reflexiona y considera que este gobierno dialoga y razona cuando lo obligan a ello. Así que no le preguntes al Jefe de Departamento si hay paro; pospón una o dos horas de clase para acompañar a los colegas en el portón, en las asambleas. Recuerda que quienes llevan adelante esta lucha son personas como tú que tienen clases que dictar, postgrados que terminar, familias que atender, en fin, otras cosas importantes que cumplir.

Somos casi 40.000 profesores universitarios en el país y si actuáramos juntos, no habría gobierno capaz de rechazar nuestras justas demandas. El Chapulín Colorado no puede defendernos; nadie puede hacer lo que nos toca hacer.

Prof. José Rafael Díaz

Dpto. Biología Marina

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viernes, 10 de diciembre de 2010

Cerro Colorado imposible





Jueves 09 de diciembre de 2010 / p. 1

Siempre pensamos que Cerro Colorado, con su golfo, su sol y su aire pleno de sal, es el campus ideal venezolano donde cualquier sueño basado en la ciencia pudiera ser posible de algún modo; un lugar donde la búsqueda, la exploración, la tecnología, el conocimiento, así como el ensayo, la narrativa y la poesía, serían el leitmotiv de la institución. El científico diciendo: si es posible se hizo, si es imposible se hará. Y el humanista: el que busca la verdad, poeta, merece el castigo de encontrarla (desternillándose ante la rigidez cartesiana del seguidor de Bacon, desconcertado por la travesura). Un ambiente cultural propicio para formar individuos que se resbalan en lo seco y se yerguen en lo mojado.

Cuando el universo, siendo tan vasto y diverso, se reduce al comedor-elecciones, cual sistema binario de agujeros negros, la tierra roja se convierte en polvo cósmico inútil, destinado prematuramente a la entropía final.

Llegamos a pensar que el Núcleo es indomeñable, como el país. Como el núcleo del átomo, su energía es ingente, y desde su claustro están emergiendo voces disidentes que prometen tácitamente lo que lucía imposible. Otro Núcleo.

A la distancia no podemos apreciar la realidad del Núcleo de Sucre en toda su dimensión, no podemos respirar ese aire, esa atmósfera. Pero hay una característica común a Cumaná, Caracas, Maracaibo, Valencia y Mérida. La Universidad cada día suma más rechazo, siendo así la única institución pública que no ha sido doblegada. Desde la Universidad, y nos referimos sobre todo a las universidades públicas y autónomas, se escuchan voces que denuncian la ilegalidad de las leyes, la inseguridad, las expropiaciones, las elecciones amañadas, el descalabro de la política científica y la economía inflacionaria. Pero lo más triste y preocupante es que hay universitarios que despotrican de ella, incluso desde la seguridad (temporal) que les da el poder o desde una cómoda jubilación. La realidad es que la Universidad está más clara sobre el acontecer nacional porque es la que está mejor informada. No está polarizada y quieren crear esta falsa idea.

La Universidad ha sido, es y será un factor determinante para la salida del lodazal. Porque la autonomía “debe atravesar las sugerencias del pasado, el fermento del presente y la proposición de un futuro posible” (según José Balza). Notamos que esta noción de autonomía, por cierto, bien pudo haber sido inspirada por el lento proceso de producción de un buen vino tinto… ¡Esto es! ¿Y si le damos la gerencia universitaria a un especialista en vino (autonomía) como Empresas Polar? Realmente lo atractivo de esta idea es la posibilidad de una “free happy hour” semanal, alrededor de las necesarias ciencia y poesía para la reconciliación ¿Se imaginan? Imaginemos. Soñemos, por favor.

Volveremos sobre la senda del sistema binario fundamental biblioteca-tertulia. Al menos hasta esta configuración básica no íbamos tan mal. A ver si logramos un ambiente propicio para la serendipia y las musas, que deben encontrarnos trabajando. Para contemplar el Universo en su unidad y complejidad. Para asegurar que el infinito está contenido en la unidad, y sorprendentemente cerca. Para hablar en el “cafetín situacional” de la Escuela de Ciencias sobre las inmensas posibilidades de la ciencia. Sobre el físico que investigaba las partículas e inventó la world wide web; sobre Joselyn Bell, quien descubrió los púlsares y le negaron el premio Nobel; sobre la industria financiera que contrata a físicos y matemáticos para predecir los mercados. Metemáticos, físicos, químicos y biólogos que trabajan en preguntas como: ¿es posible sobrevender los cupos para un vuelo sin poner en graves aprietos a la empresa? ¿cuáles medicamentos la industria farmacéutica puede ofrecer gratis?, o sobre la electricidad sin cables (witricidad) y de los agujeros negros de laboratorio. Para organizar tertulias en el auditorium de APUDONS. O en la biblioteca, que es el centro del Universo y el Universo mismo. Para hablar con los poetas sobre la ciencia y sus posibilidades. Para que los poetas nos expliquen cómo podemos encontrar la verdad en las mentiras, y la perfección en la poesía. Tal vez terminemos juntando lengua, literatura y agujeros negros. –No, poeta, no es lo que está pensando. Lo imposible es otro Cerro Colorado, y podemos seguir trabajando en ello.

Prof. Willians O. Barreto A.

Departamento de Física Universidad de Los Andes

wbarreto@ula.ve

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Universidad de Oriente y democracia: ¿dónde queda la participación?





Jueves 02 de diciembre de 2010 / p. 14

Cuando en 1999 se promulgó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, muchos pensaron que se estaba aprobando un instrumento que serviría de marco para elaborar leyes que estuviesen en correspondencia con las necesidades de los ciudadanos, entre ellas el derecho a la participación. En el debate sobre el derecho público, uno de los temas centrales es, sin dudas, el derecho al ejercicio de la participación política, derecho que se materializa no solamente en la posibilidad que tiene el ciudadano de elegir a sus representantes, sino también en la facultad para intervenir directamente en los procesos de toma de decisiones.

No puede hablarse de un sistema verdaderamente democrático si el ordenamiento jurídico no cuenta con suficientes garantías para la participación de los ciudadanos en la toma decisiones. Cuando vemos al mismo Presidente de la República, a representantes de los poderes del Estado, de las instituciones públicas y de las propias universidades "patear" deliberadamente este derecho, me pregunto: ¿por qué se desestima tal atribución ciudadana? Esta violación se hace más acentuada cuando el ciudadano exige su participación protagónica y ésta le es negada.

El desconocimiento de este carácter, para sorpresa de algunos y desconcierto de otros, tiene manifestaciones en la Universidad de Oriente. El 13 de agosto del presente año se dirigió una comunicación, firmada por no menos de 120 profesores, al Presidente y demás miembros de la Comisión Electoral de nuestra casa de estudios, donde se solicitaba que ese órgano convocara a elecciones de representantes profesorales ante el Consejo Universitario, dado que el plazo de la actual representación venció en el segundo semestre de 2008. El cumplimiento de los Reglamentos evitaría reclamos que surjan acerca de la legitimidad de tales representaciones y de la legalidad de las acciones que se deriven de la actuación de los órganos así constituidos. Ante el silencio de la Comisión Electoral el 20 de octubre se envío otra comunicación reclamando respuestas. Hasta ahora no ha habido pronunciamiento alguno.

Otra violación a lo consagrado en nuestra Constitución con respecto a la participación de los ciudadanos lo constituye el proyecto de modificación del Reglamento del Personal Docente e Investigación de la UDO, donde se incorporan cambios que afectarían, decisivamente, la vida laboral de los docentes. Esta modificación se intenta sin la consulta a la base profesoral y sin mecanismos para hacerla del conocimiento público (No sería extraño, en vista de esta conducta, que ya haya sido aprobada por el Consejo Universitario).

Si quienes integran las instancias de decisión universitaria permanecen de espaldas a sus electores y representados, cómo puede pensarse que sus decisiones consideren las necesidades, requerimientos y aspiraciones del grupo humano a las que van dirigidas.

La participación verdadera no puede consistir en ser consultado sobre algo preconcebido y menos en ser notificado (¿será ésta la acepción de “participación” que se usa?) de lo ya decidido. Participar debería significar para los universitarios intervenir, desde la propia determinación y conciencia, tanto en la discusión de las necesidades y problemas como en la valoración y selección de posibles soluciones. Además, la participación, en tanto valor fundamental de la democracia, no debe subordinarse a la necesidad de legitimación personal, grupal o partidista.

Sirva este artículo para llamar la atención de la comunidad universitaria con respecto a estas irregularidades y como un llamado a todos los ciudadanos para ocupar y usar los espacios legítimos de participación.
Prof. Rafael Rasse
Dpto. Psicología e Investigación Educativa
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Padres, madres… ¿dónde están?





Miércoles 24 de noviembre de 2010 / p. 14

Recuerdo mi primer día de clases en la Universidad de Oriente, Núcleo de Sucre. A muchos les parecerá tonto saber que casi llegué de la mano de mi madre al salón de clases, pero para mí no lo es.

Con mi 1.72 de estatura y mis 17 años de edad sabía que la protección de mi madre correspondía a lo que cualquier madre o padre debe hacer por sus hijos: estar pendiente de ellos y protegerlos. Yo continué mi camino con el apoyo y la orientación que me convirtieron en una estudiante ejemplar que iba a la universidad a hacer lo que todo estudiante debe hacer: estudiar.

Sin embargo, esto no es lo que, como profesora, he observado en la mayoría de mis estudiantes, a quienes he tratado, de una manera u otra, como a mis propios hijos. No exijo que todos los representantes tomen de las manos a sus hijos y los lleven a sus clases, no; pero sería de gran importancia que se interesaran por sus vidas una vez que salen de sus casas a la universidad. Nuestra labor como profesores es ardua: hacemos lo posible para lograr que nuestros estudiantes sean los mejores profesionales y seres humanos, pero no podemos protegerlos completamente.

La Universidad de Oriente, en particular, este Núcleo (con todas sus extensiones), nuestro segundo hogar, no está exento de problemas tan graves como la venta y el consumo de drogas (incluido el alcohol), el hampa común, y la violencia de jóvenes que han ingresado como estudiantes y se han convertido en delincuentes, sin escrúpulos, armados, capaces de destruir la imagen de la Casa más Alta, saqueando, destruyendo su patrimonio y poniendo en peligro la vida de toda su comunidad. Ante tal estado delictivo vienen a mi cabeza muchas preguntas: ¿Dónde están las madres y los padres de estos estudiantes que desde hace ya un largo tiempo realizan acciones fuera de la ley? ¿Dónde están los representantes de los estudiantes que se supone asisten día a día a sus salones a aprender? Y por lado: ¿Por qué nuestras autoridades decanales por más de cuatro gestiones han permitido llegar a una situación de la magnitud de lo acontecido el miércoles 27 de octubre de 2010 en nuestro recinto universitario? ¿Dónde están las fuerzas policiales estadales y/o municipales ante tanta injusticia? ¿Cuándo comenzó esta sociedad a cambiar su moral y ética y a afianzar este mundo al revés?

La protección de nuestros hijos se inicia por enseñarles la diferencia entre el bien y el mal. ¿Aprueban ustedes que sus hijos lleven a casa el producto de un saqueo? Si existen problemas de conducta en los hijos, es deber de madres y padres velar porque reciban la ayuda que les permita comportarse como ciudadanos. ¡Nadie quiere que nuestros muchachos se pierdan y sigan el camino equivocado!

Por otra parte, ¿consentirían ustedes, madres y padres, que sus hijos asistieran a sus clases sabiendo que, en cualquier momento, el hampa común o un grupillo de violentos podría atentar contra sus vidas?

Los profesores en asamblea exigieron a las autoridades decanales no reiniciar las clases hasta que las condiciones de seguridad dentro del recinto estuvieran garantizadas. Las promesas presentadas por ellos han sido incumplidas; nuestro Núcleo y sus extensiones siguen siendo “tierra de nadie”, la debida vigilancia brilla por su ausencia. Sin embargo, debemos retornar para cumplir con un calendario… ¿Será que es más importante cumplir el cronograma académico que la propia vida los miembros de la comunidad universitaria?

Nos invade el mundo al revés cuando sabemos que muchas de nuestras actuales autoridades estatales y municipales mostraron una conducta errada dentro de la Universidad, portadores de un historial de irrespeto a instituciones, daños a la propiedad privada y saqueos constantes que justificaron con el pretexto de ser “defensores de la Universidad”. El conocimiento de todo esto no contuvo la infame elección por parte de un pueblo cuya ignorancia carcome nuestra ética y de nuestra moral fuera y dentro de la Universidad. ¿Cuándo empezarán nuestros dirigentes a enmendar la imagen de Universidad que ejemplificaron? ¡Asfaltar el campus universitario no corrige su estado de violencia e inseguridad!

Hace aproximadamente un año pasé a formar parte del grupo de personas amenazadas en Cerro Colorado, entre otros profesores, empleados, obreros y estudiantes. Lo que acontezca de aquí en adelante será responsabilidad de quienes pretenden tapar la realidad con un dedo: nuestras autoridades.

Madre, padre, representante: abre tus ojos. Acompaña la vida académica de tus hijos; acércate a la institución que elegiste para ellos; apóyala y participa en las actividades por una Universidad digna y segura… ¡Del pueblo venimos... y del pueblo somos familia!

Profa. Francys Peretti

Dpto. Idiomas Modernos

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