sábado, 7 de abril de 2012

Derivas de la universidad

Prof. José A. Véliz

Dpto. Biología UDO-Sucre

udistasns@gmail.com

http://udistasns.blogspot.com

REGIÓN, miércoles 04 de abril de 2012 / p. 14

Existía la noción de que el núcleo del átomo era único e indivisible; esta premisa quedó obsoleta cuando se demostró que al romper el núcleo se podía liberar una gran cantidad de energía. Descubrimos así el arma más temida de todas: la bomba atómica, aquella que solo hubo que probar una vez para demostrar su poderío.

También pensábamos que el Núcleo de Sucre, como núcleo primigenio de la Universidad de Oriente, sería único e indivisible. En eso también nos equivocamos. La primera fractura vino con la creación de la extensión de Carúpano. Luego, dentro de Cerro Colorado, cada coordinación se convirtió en un núcleo, donde cada parte, en vez de funcionar como un solo organismo, asumió una autonomía inapropiada que devino en paralización del sistema. ¿Se entiende?: el Núcleo de Sucre inmovilizado, parado en el mismo punto, cual hormiga que, por muchos pasos que da, se ve devuelta por el viento a su punto de partida; su andar es un desandar eterno. En este Núcleo, una minoría de estudiantes, profesores, empleados y obreros se echa al hombro la Universidad y hace que ésta funcione, luchando con un lastre que los hunde y hunde…

No sé si es una mala percepción, pero a veces siento que nos juzgan idiotas. Por ejemplo, ¿alguien me puede explicar cuál es el propósito de que, en una suerte de juego a la redundancia informativa, la rectora, vicerrectores, decano y hasta los presidentes de sindicatos envíen mensajes donde dicen que tal o cual día entraron recursos, o cancelarán tal o cual deuda? No entiendo cómo puede ser materia de fiesta nacional que digan que van a pagar puntualmente tal quincena o el 20% del 50 % del bono vacacional del año cuál. Los destinatarios nos alegramos porque, en la miseria en que estamos sumergidos, pensamos que salimos a flote temporalmente, pero el salvavidas de plomo sigue ahí, hundiéndonos. ¡Eso es entendernos como idiotas!

Pienso que el envío de mensajes de texto, personalizados además, donde se nos avisa que ya están listos los recursos es una forma de promocionarse, a expensas de nuestras miserias, utilizando imaginarios y ridículos “logros”. Esta táctica desesperada es la muestra de la ineptitud del gobierno “revolucionario” y de la ineficiencia de unas autoridades que deberían exhibir los logros de su efectiva contundencia a la hora de reclamar ante el Gobierno central nuestras reivindicaciones. ¿Qué pasaría si las autoridades rectorales de todas las universidades se decidieran a no aceptar el bozal de arepa impuesto y se determinaran a no admitir recursos incompletos? Nuestras autoridades parecen pensar que no ocurriría nada y sus acciones indican que prefieren aceptar lo que envían. Así, una vez más, hacemos el idiota.

Estamos llenos de quejas y carencias: que si nuestras condiciones de trabajo, que si nuestras condiciones de vida y de subsistencia… Estas mareas ocupan nuestros pensamientos, y la preocupación por impulsar un cambio en la Universidad nos parece una tarea titánica.

Con todo, seguimos convenciéndonos de que cambiaremos las cosas (esta vez sí haciendo el idiota conscientemente). Recuperar las partes del todo y hacer que funcionen debe ser la tarea primordial de quien dirija nuestra Universidad, y los actos administrativos que en derecho corresponden no deben ser materia de “mensajitos” ni de la algarabía impropia de quienes se sienten más “vivos”, sino la prueba fehaciente de que el sistema puede funcionar.

Juego de villanos


Profa. Adriana Cabrera

Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre

REGIÓN, miércoles 28 de marzo de 2012 / p. 10

Todos saben que es característico de los orientales inclinarnos por el filo verbal: nuestra lengua local está equipada para ser cuchillo, pero también canto por donde nos desplazamos peligrosamente, haciendo malabares lingüísticos, dobles sentidos, comprometidas estratagemas orales. Gran parte de este comportamiento proviene de una escuela antigua, de fino entrenamiento eufemístico que valoraba a partes iguales su gusto por la indecencia y la fascinación por el recato social. Mi abuela, mujer versada en estas artes, en las que debe reconocerse la maestría especial de ciertos sectores femeninos cumaneses, contaba –con una chispa de luz bailarina en sus ojos negrísimos– cómo su círculo de amistades, todas tabaqueras, se referían al empresario Fulano de Tal, respetadísimo miembro de la comunidad, cuyo cráneo lucía totalmente desprovisto de cabello, como el señor Cabeza de Grosería. Nunca en su presencia, claro, pero sí abiertamente, muy seguras de haber conservado –casi– todas las exigencias del decoro.

Mi infancia estuvo llena de ilustraciones veteranas de este arte. Con diversión escuchaba a mi abuelita exclamar “Miércoles”, cuando se pisaba un dedo; y sabía, sin dudas, que el pisotón había sido muy fuerte cuando a “Miércoles” le seguía “Jueves” y “Viernes”. Sobra decir que jamás escuché a esa amada anciana decir ni una palabra soez, pero sabía que tenía una colección prodigiosa de fórmulas, expresiones y pequeñas piezas de ironía, jocosidad, burlas e imprecaciones.

Mucho después, en mis años iniciales de universidad, leí con gran regocijo e innegable sabor familiar las piezas satíricas de Francisco de Quevedo, joyas de impertinencia social; también esa pieza de orfebrería de la vulgaridad que es Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, en el cual, entre muchas otras proezas, enumera cien formas de limpiarse el culo.

Recuerdos. Lecturas. Experiencias. Todo ello para apuntalar mi pretensión de entendida en la materia; para acallar cualquier duda de mis lectores y asegurarles, sin margen de duda, que sé reconocer una buena pieza cuando la tengo en frente. Reconozco las formas en que el trabajo del lenguaje puede obrar la magia de elevar a arte las retóricas bajas y las piezas de conducta verbal impropia. Todo ello para asegurar que mi actitud frente a estos ejemplares no puede ser sino de abierto gozo. Lo que no implica que deje de reconocer los peligros de este juego cuando se desboca; cuando se manipula nuestra herencia de desparpajo verbal para confundirla con la imposición de un estado de violencia discursiva y de degradación del otro; o cuando se acusa al interlocutor de “comeflorismo” por usar un lenguaje apropiado, formal y no insultante.

Mi amigo Ricardo Ramírez Requena, profesor universitario, hizo esta advertencia-petición en una de sus actualizaciones de Facebook: “Si me saludas, no me llames m… cada 30 segundos. Si me cuentas algo importante, no me digas g… a cada rato. Si te estás despidiendo, no me digas c…m… Hay que desmontar el lenguaje de la violencia. Comencemos por tratarnos bien. No es ser pacato: es bajarle, no dos, sino más de tres, a la agresividad en nuestro país”. Y pensé en las veces, desgraciadamente cada vez más frecuentes, en las que he tenido que hacer un alto en mis clases para discutir con mis alumnos por qué es no sólo impropio sino también insano el tratamiento verbal degradante, aun cuando se cubra del velo inocente de la jocosidad, tratar de comprender junto a ellos la línea delgada que separa el chiste del insulto, el comentario inocentemente desfachatado de la ofensa, la exaltación de la violencia.

Es cierto que esa línea es cada vez más borrosa para nuestros muchachos, pero frente a ese hecho nuestro deber como educadores es también cada vez más claro: desmontar la violencia que comienza por el lenguaje, como apuntaba Ramírez Requena. No se trata de ser timorato. No se trata de ser pusilánime. No se trata de desconocer nuestra idiosincrasia. Se trata de rechazar con buen ejercicio de la lengua, con gozo en sus providencias, en todos los ámbitos, el lenguaje podrido de la violencia, la pluma servil de los insultadores de oficio, el magro espíritu de los empobrecedores de lenguaje y academia.

SaUDOso


Willians Barreto A.

Profesor Jubilado

Centro de Física Fundamental-ULA

wbarreto@ula.ve

REGIÓN, miércoles 21 de marzo de 2012 / p. 10

Fue leyendo el “Cien” de Silvio Orta cuando decidí escribir este artículo para celebrar, recordar y sufrir. Uno ve la película pasar en segundos, tantas imágenes en el vientre de la madre para luego alejarnos de ella, que todo nos dio sin recibir casi nada a cambio. Pero fue leyendo la “Modorra” de Reinaldo Cardoza cuando recibí la picada final. Esa imagen detenida, como en los cuentos de Rubi Guerra, de un pueblo polvoriento y sediento, indolente. Recordé, sí, releí y sufrí.

Así como Silvio recuerda a Jorge Vivas, a sus estudiantes, recuerdo a Singh, Aveledo, Beauperthuy, Lockwood, Luiggi, Acuña, Serra, Serrano, Castañeda, Castillo, Rosales, Rodríguez, Da Silva, Peralta, Maqueira, Hernández, Betancourt, Ruiz, Mendoza, y a muchos otros profesores, estudiantes, amigos todos, que añoro para conversar con ellos a diario allá en Ciencias, frente al mar. Puede ser el efecto de una jubilación prematura. No lo sé, digo, la nostalgia de unos tiempos que no volverán, aunque podrían ser mejores, lo sé. Cardoza está en lo cierto.

Celebro la constancia, el empeño, de esas que resultan como raras aves de mar por Cerro Colorado, cuando deberían ser las especies predominantes en ese hábitat. Celebro la rebeldía de no aceptar la realidad, que nos abruma y desconcierta, escribiendo. Haciendo pública la inconformidad que sirve a la vez para denunciar la barbarie que arrasa con todo y promete dejar sólo cenizas, recuerdos.

Siento nostalgia por mi Universidad, por mi UDO, por mi Núcleo, que dejé atrás para ganar sosiego, altura, solaz. Y he ganado todo eso pero sufro cada vez que llegan noticias de la Universidad que amo. Imagino, sueño, a mi UDO como a una madre que vela en silencio esperando el regreso de un hijo, de todos sus hijos, que están de viaje y la quieren, admiran y respetan como sólo se admira, quiere y respeta a una madre. Por más que aquí la ULA ande mal por el asedio de los imbéciles resentidos, allá pareciera estar mucho peor.

Hace mucho tiempo vi en el cine club de la UDO, en el auditorium, después del comedor, una película titulada “Eleni”. Quedó en mi memoria la imagen de una madre que se despedía a lo lejos de sus hijos para irse a la guerra civil en Grecia. Y nunca más volvió. Normalmente son los hijos los que salen a buscar la gloria y muchas veces mueren en el intento. “La decisión de Sofía” fue otra película que vi en el cine club... y sigue la madre tomando decisiones y enseñándonos lecciones más allá de la física y sus números, la literatura y sus letras.

Curiosamente no tengo memoria nostálgica de la ULA, aunque sí de la UCV. Confieso que casi todos mis buenos recuerdos universitarios son de la UDO.

Fotogramas que vienen... y van. Un diafragma que abre y cierra a una velocidad muy lenta.

Jornada de pintura en el Departamento de Física con mi hija de un año y sus moñitos –click.

Hormigas informáticas instalando (improvisando) un techo raso para crear las condiciones de la primera red académica de la UDO (1992) –click.

Secuestro por el actual Alcalde de Cumaná y un grupo de estudiantes armados en mi despacho de la Coordinación Académica asegurándome protección.... Y un escrito en la pequeña cartelera acrílica que dictaba en medio del secuestro: hasta que la zanahoria hierva.... Sospecho que lo escribió Álida, entonces Jefe de las ingeniosas Letras Caribeñas. Era el anuncio tal vez de lo que vendría... El éxodo a Mérida, justo y casualmente el 11 de abril del 2002 –click.

No todo está perdido... Ni todo es pasado, porque también hay futuro. Vamos contracorriente hacia un tiempo incierto, previsiblemente mejor.

Una primera resistencia de las actividades culturales y luego el resurgimiento con más brío, evidencia la necesidad de no depender tanto del estado. La Universidad autonomista siempre fue saeta en vuelo, a veces trasegando la noche. Ahora representa un oscuro papel. Deprimida, acezante, cansada.... Resurgirá, como la Literatura, que se nos adelantó por leer mejor la realidad. Y es que la Universidad es mucho más compleja como subsistema. Y es que la Universidad nos hace sentir saudade.