El Santo. No se trata del legendario luchador mexicano, El Enmascarado de Plata, uno de los protagonistas de la época dorada del cine azteca. No, señor. Tampoco de uno de los tantos que tiene la iglesia católica escogidos entre apóstoles, mártires, vírgenes, papas, curas, monjas y qué sé yo cuántas otras categorías taxonómicas propias del área. Alude de manera directa este sustantivo a cualquier venezolano poseedor de un honorable título universitario y de una notable carrera académica, con cargo de funcionario público adscrito a algún ministerio no petrolero y beneficiario de un sueldo de menor cuantía que cualquier otro sueldo, devengado por alguien que no tenga la formación académica, por ejemplo, de un profesor universitario u otro profesional de la misma estirpe.
El Santo es, también, una categoría constituida por aquellos que, luego de seis años de formación universitaria para obtener un título de pregrado, tienen que hacer milagros con su tiempo para atender a la familia, el trabajo (o los trabajos) y simultáneamente se devanan los sesos en los avatares propios de una maestría durante otros cuatro largos años y, al mismo tiempo, le entraron de lleno a un proceso de preparación para tomar parte en un concurso por oposición luego de siete, ocho, o quizá nueve años, de haber empezado a ejercer su cargo en alguna dependencia del sistema universitario estatal. Por si fuera poco, posteriormente han de perder parte de su ya escasa cabellera en un programa doctoral.
El Santo encierra una cualidad propia de la personalidad del profesor universitario: la de repartirse en el espacio, sin tener el don de la omnipresencia, entre la investigación, la docencia, la participación en congresos, la permanente preparación de ponencias, conferencias, conversatorios, charlas y talleres y, obligadamente, buscar otra fuente de ingresos para cubrir los gastos mínimos de la manutención del grupo familiar.
El Santo, el que hace milagros en los supermercados populares para comprar los productos de la canasta alimentaria, sometiéndose a la oprobiosa necesidad de consumir lo estrictamente necesario para sobrevivir, dejando de lado las prescripciones facultativas dietéticas y corriendo el riesgo del colapso de su sistema metabólico con las implicaciones bio-socio-económicas que esto encierra.
El Santo, ser milagroso que con un sueldo como el que devenga puede cubrir honrosamente otros gastos cotidianos: las cuentas de teléfonos, luz, agua, alquiler de la casa, pago de condominio y servicio de aseo; el estacionamiento y los gastos de mantenimiento del carro si tiene; si no, el transporte escolar, el pasaje diario del grupo familiar; las medicinas permanentes, ropa, calzado, la merienda y el material escolar de los pequeños; libros, revistas especializadas, material didáctico; ni hablar de lujos como el servicio de cable, internet, barbería, peluquería, manicure y pedicure, el cine y un cafecito con los amigos. Tampoco alcanza para vicios ni otros menesteres propios de las relaciones públicas.
El Santo, insigne ciudadano capaz de asumir con la mayor templanza de espíritu los gastos imprevistos surgidos de la emergencia eléctrica, a quien los programas de racionamiento de energía han llevado a comprar una provisión de velas no contemplada en su presupuesto ordinario, o una planta generadora, o un artilugio a gas o gasolina, que le permita alumbrarse en una noche tan oscura como esta… o, en el peor de los casos, con resignación asumir los gastos de reparación del televisor, la nevera, el dividí, la lavadora y hasta del viejo noquia que también sucumbe ante la arremetida fulgurante del voltaje en pleno proceso de carga.
El Santo lleva por dentro la procesión de los sueños truncados, de las metas no alcanzadas, del desasosiego por el futuro educativo de la prole, del indescifrable porvenir de la institución que lo cobija. El Santo diariamente hace el milagro de sobrevivir en medio de circunstancias económicas realmente adversas, estoicamente sobrellevadas, multiplicando los panes.
Prof. José Marcano Carpintero
Dpto. Currículo y Administración Educativa
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