En un fortuito encuentro con la televisión, se me ofrecen imágenes de casas y edificios acompañadas de la voz engolada propia de la propaganda del gobierno. Me lamenté con los aderezos escatológicos cotidianos: “¡…se encadenó!”. Pero, a diferencia de otras veces, me detuve a escuchar y observar. La propaganda es de la “Misión Vivienda” y su promesa de adquirir un techo propio de manera instantánea, como extraer conejos de un sombrero. Salvando las distancias, mi mente se posó en la mancha nevada de techos rojos en la entrada del Núcleo: Las Petroaulas.
Una gran mayoría de venezolanos, sobre todo aquellos que están en consonancia con el espíritu del socialismo del siglo XXI, por las marcadas desigualdades sociales, añoran una vivienda propia. Y miles de ellos habitan en refugios improvisados, ahora “dignificados” para el gobierno. Estableciendo una analogía forzada, los profesores del Núcleo, especialmente quienes atendemos a las áreas adscritas a los Cursos Básicos, también añoramos un aula, no propia, sino digna. ¿Estamos en situación de refugio para ese deseo? Pues sí; también ansiamos un aula que prometa, al menos, unas condiciones mínimas de habitabilidad y un horario vivible-viviendo.
El área de Humanidades, en el ámbito de los Estudios Básicos, es la cenicienta. Desde el desconchamiento del edificio de Ciencias, que ocurrió en una fecha de la cual no me quiero acordar, con afectación de los pisos de Biología, Química y Física, se restaron diez aulas que se destinaban a impartir clases a estudiantes de nuevos ingresos. En consecuencia, la iluminada decisión fue convertir las aulas 200, del edificio de Ciencias, en laboratorios para tales especialidades. Esto ha generado horarios inhumanos para los profesores del área de Humanidades: entre las 11:00 a.m. y las 3:00 p.m. con el agravante de sufrir calor, hacinamiento, pupitres incómodos y ausencia del juego silla-mesa para el profesor, pues son los ambientes más usuales. ¿Esto es vivir-viviendo?
Después de que se perdió –luego de mucho hablar– un proyecto de “unidades académicas” tri-funcionales (aulas, espacios administrativos y cubículos para profesores y grupos de investigación) –bajo otro estado de fulguración– surgió la idea de sembrar los espacios destinados a ese proyecto con las fulanas “Petroaulas”, como panacea para mitigar la gran escasez de aulas en el Núcleo.
Empezó la tarea del relleno, las bases, la celebración de la llegada de las piezas de ensamblaje. Y todo con mucha parsimonia. Pareciera que la máxima aplicada en la construcción de esta infraestructura se remonta al Medioevo, cuando las construcciones de las catedrales duraban trescientos años, pues “las obras dedicadas a Dios, no se hacen de prisa”. ¿Cuál Dios? ¿Es una obra faraónica que nos llena de orgullo? Son cuatro largos años que estamos anhelando la culminación de esa “obra de emergencia”. ¡Tal vez este año!; ¡a lo mejor el próximo! ¡Ahora, sí! Con el entusiasmo contagioso de la “Misión Vivienda” y de “los círculos del buen vivir” se coronará la culminación de las “Petroaulas”.
Luego de la construcción del edificio de la Escuela de Humanidades y Educación y del edificio de la Escuela de Administración y Contaduría, no se avizora en el Núcleo de Sucre-Cumaná la edificación de otra obra significativa. Los “pañitos calientes” están a la orden del día: un depósito o una oficina desocupados, un descampado, por arte de magia, se convierte en salón de clases. Entonces –me pregunto– ¿estos improvisados ambientes académicos cumplirán con las normas de habitabilidad y seguridad establecidas? Además, ¿el Cuerpo de Bomberos Municipales y/o el de la Universidad de Oriente habrán concedido los permisos respectivos para impartir clases en ellos? Amén de la indolencia manifiesta en el mantenimiento de la infraestructura existente, con fallas añejas: techos con troneras, paredes agrietadas, puertas y ventanas desechas, baños colapsados, y pare de contar.
Las universidades no sólo brillan por su calidad académica, también por la magnificencia de su infraestructura. En el Núcleo de Sucre ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Véase la nueva edificación –inconclusa– de la Biblioteca Central, coronada ahora de una blanca guirnalda –también inconclusa– de Petroaulas. ¡¿Vamos –con todo– rumbo al Buen Vivir?!
Profa. Aminta Pérez
Dpto. Filosofía y Letras
udistasns@gmail.com
http://www.udistasns.blogspot.com
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