Foto tomada de: http://www.sucre.udo.edu.ve/
Nuestro Núcleo, desde hace muchos años (las primeras manifestaciones se pierden en su cronología), se ha caracterizado por la toma de decisiones poco felices o raramente acertadas tanto para el presente como en proyección futura. En este carácter han incidido, conjuntamente o por separado, varios factores: ausencia de consulta especializada, falta de apego a las normas existentes, poca ponderación de los aspectos favorables y desfavorables en juego, inmediatismo, condescendencia con grupos políticos o roscas gremiales, complacencia a presiones estudiantiles, en fin… Es lamentable reconocer esta realidad, seguramente obviada o escamoteada por muchos en razón de identidades político-partidistas, ideológicas, administrativas, amistosas.
Así, por ejemplo, y a propósito de la problemática de seguridad interna, tan en boga nuevamente en los últimos meses en nuestro campus, la decisión (de data desconocida para mí) de constituir un cuerpo propio de vigilancia; todos sabemos desde tiempos del decano Luis Acuña Cedeño, para dar una referencia, que resulta un cuerpo inoperante, poco eficiente, internamente viciado por la complicidad o el protagonismo delictivo, para colmo sin autoridad para el uso de armamento… Una decisión, quizás adoptada con muy sana intención en su momento pero sin evaluar sus diferentes aristas en el tiempo, se constituyó, paradójicamente, en un obstáculo de fuerza mayor para afrontar la problemática de la seguridad en el campus Cumaná del Núcleo de Sucre.
Ahora, a consecuencia del reciente y muy lamentable homicidio de una estudiante perpetrado por sicarios dentro del espacio universitario, se ha puesto en práctica una “medida de seguridad” (al parecer por presión estudiantil) consistente en impedir el paso de taxis más allá de la “cabina de control” (por llamar de algún modo a la nunca bien ponderada obra arquitectónica del decano José Sánchez). Tal disposición, como destaco en el título de este artículo, resulta, por lo menos, contraproducente, en muchos sentidos. Explico por qué.
Aparte de no estar antecedida de una amplia y efectiva información (¿por qué no consulta?) en la comunidad universitaria (esto lamentablemente ya es costumbre; por ejemplo, la página web del Núcleo no incorpora información oportuna de lo prioritario, por ejemplo, suspensión o llamado a actividades), se desconocen situaciones de elemental funcionamiento de la vida académico-administrativa, en especial, los inconvenientes relacionados con distancia, tiempo, cansancio, acaloramiento, etc., que acarrea para docentes, estudiantes, empleados y obreros (en la entrada como en la salida) que se trasladan por este medio, ya que no poseen vehículo propio. Son muchas las consecuencias en las que se traducen tales inconvenientes, a las que no haré mención por razones de elemental sentido común.
Cualquier miembro de la comunidad universitaria (del Núcleo Sucre-Cumaná), en ejercicio normal de la anterior cualidad humana, se puede interrogar (me abrogo ese derecho, por ahora): a) ¿No existe una forma elemental de identificar al miembro regular de nuestra comunidad (sea obrero, empleado, estudiante o docente) a través de su respectivo carnet (sería un buen momento para colocar como obligatorio su uso, y así hacer cumplir un acuerdo del Consejo Universitario de una fecha que no quiero recordar), que sirva para dejar pasar al fulano taxi?; b) Si existen líneas de taxi autorizadas legalmente, ¿no supone esta condición un modo de controlar su entrada o salida, si se quiere registrando la placa respectiva?; c) Una situación ostensible: ¿cuánto puede esta medida controlar verdaderamente la entrada o salida de “irregulares”, cuando todos sabemos que el campus tiene otras tantas: la del barrio Los Molinos, de La Llanada, de la Laguna de los Patos, etc. (¿No será esta la coyuntura para gestionar que se otorguen los recursos para la construcción de un muro de piedra sólida del perímetro del campus Cumaná? ¿Oneroso? ¿Cuánto se ha gastado en “necesidades” foráneas? ¿Será que el MPPES no conoce nuestra realidad?). Señalo sólo algunas consideraciones; al respecto, podría extenderme, como sé que lo haría cualquier otro miembro de nuestra comunidad.
Estimados amigos universitarios, quisiera que reflexiones como éstas pudieran contribuir al tratamiento serio y a la búsqueda de soluciones reales de la ya inveterada e insoportable situación de caos e inseguridad en nuestro campo universitario.
Así, por ejemplo, y a propósito de la problemática de seguridad interna, tan en boga nuevamente en los últimos meses en nuestro campus, la decisión (de data desconocida para mí) de constituir un cuerpo propio de vigilancia; todos sabemos desde tiempos del decano Luis Acuña Cedeño, para dar una referencia, que resulta un cuerpo inoperante, poco eficiente, internamente viciado por la complicidad o el protagonismo delictivo, para colmo sin autoridad para el uso de armamento… Una decisión, quizás adoptada con muy sana intención en su momento pero sin evaluar sus diferentes aristas en el tiempo, se constituyó, paradójicamente, en un obstáculo de fuerza mayor para afrontar la problemática de la seguridad en el campus Cumaná del Núcleo de Sucre.
Ahora, a consecuencia del reciente y muy lamentable homicidio de una estudiante perpetrado por sicarios dentro del espacio universitario, se ha puesto en práctica una “medida de seguridad” (al parecer por presión estudiantil) consistente en impedir el paso de taxis más allá de la “cabina de control” (por llamar de algún modo a la nunca bien ponderada obra arquitectónica del decano José Sánchez). Tal disposición, como destaco en el título de este artículo, resulta, por lo menos, contraproducente, en muchos sentidos. Explico por qué.
Aparte de no estar antecedida de una amplia y efectiva información (¿por qué no consulta?) en la comunidad universitaria (esto lamentablemente ya es costumbre; por ejemplo, la página web del Núcleo no incorpora información oportuna de lo prioritario, por ejemplo, suspensión o llamado a actividades), se desconocen situaciones de elemental funcionamiento de la vida académico-administrativa, en especial, los inconvenientes relacionados con distancia, tiempo, cansancio, acaloramiento, etc., que acarrea para docentes, estudiantes, empleados y obreros (en la entrada como en la salida) que se trasladan por este medio, ya que no poseen vehículo propio. Son muchas las consecuencias en las que se traducen tales inconvenientes, a las que no haré mención por razones de elemental sentido común.
Cualquier miembro de la comunidad universitaria (del Núcleo Sucre-Cumaná), en ejercicio normal de la anterior cualidad humana, se puede interrogar (me abrogo ese derecho, por ahora): a) ¿No existe una forma elemental de identificar al miembro regular de nuestra comunidad (sea obrero, empleado, estudiante o docente) a través de su respectivo carnet (sería un buen momento para colocar como obligatorio su uso, y así hacer cumplir un acuerdo del Consejo Universitario de una fecha que no quiero recordar), que sirva para dejar pasar al fulano taxi?; b) Si existen líneas de taxi autorizadas legalmente, ¿no supone esta condición un modo de controlar su entrada o salida, si se quiere registrando la placa respectiva?; c) Una situación ostensible: ¿cuánto puede esta medida controlar verdaderamente la entrada o salida de “irregulares”, cuando todos sabemos que el campus tiene otras tantas: la del barrio Los Molinos, de La Llanada, de la Laguna de los Patos, etc. (¿No será esta la coyuntura para gestionar que se otorguen los recursos para la construcción de un muro de piedra sólida del perímetro del campus Cumaná? ¿Oneroso? ¿Cuánto se ha gastado en “necesidades” foráneas? ¿Será que el MPPES no conoce nuestra realidad?). Señalo sólo algunas consideraciones; al respecto, podría extenderme, como sé que lo haría cualquier otro miembro de nuestra comunidad.
Estimados amigos universitarios, quisiera que reflexiones como éstas pudieran contribuir al tratamiento serio y a la búsqueda de soluciones reales de la ya inveterada e insoportable situación de caos e inseguridad en nuestro campo universitario.
Prof. José Malavé
Rep. Profesoral Consejo Escuela Humanidades y Educación
1 comentario:
Con tan solo mandarle a quitar al taxista el aviso de taxi, ya pasa a ser un no-Taxi y por lo tanto puede entrar.
José Véliz
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