La sociedad venezolana ha realizado una hazaña. A pesar de la desconfianza, a pesar de la frustración, a pesar del amedrentamiento, a pesar del abuso de poder o, tal vez motivado por lo mismo, el pueblo venezolano se dispuso a participar en las elecciones parlamentarias y lo hizo sin altisonancias, sin plantear conflictos abiertos, de manera calmada y racional. Cada quien hizo lo que pudo en el momento que le correspondió y el resultado es una acción social, comunal, societal, comunitaria, civil, civilizada, civilizatoria, que se puede tomar como una lección para los particulares sobre el trabajo mancomunado.
En los últimos años nos hemos preguntado muchas veces hasta cuándo soportaríamos que un grupo de compatriotas (uso esta palabra sin connotación cínica) se aprovechara de los genuinos deseos de justicia y de igualdad, de solidaridad, de satisfacción de necesidades básicas, para jugar con la miseria de los más desposeídos, utilizándolos como capital para construir una vía económico-política hacia una forma de sociedad que se ha probado en muchas oportunidades en el mundo y que nunca ha resultado en bienestar social. Hemos sentido rabia, tristeza, impotencia. Hemos querido apurar la historia. Hemos visto cómo nos atomizábamos, en las familias, en las pequeñas comunidades, vecindarios, lugares de trabajo, etc. Hemos sentido las diversas gradaciones del miedo y afortunadamente hemos respondido con diferentes formas de resistencia y de compromiso con la noción de libertad.
Al parecer era sumamente difícil recuperar nuestra sociedad (la sociedad de los valores de superación, honestidad, libertad personal y trabajo consistente; la sociedad en la que nadie difiere cuando alguien dice: “Quiero para mis hijos lo mejor”), pero ya lo comenzamos a hacer.
El domingo 26 de septiembre cada uno concretó su cuota de participación ciudadana. No fueron inútiles todas las conversaciones en el automercado, en las colas de los bancos, en los salones de clase, en los mercales, con los empleados chantajeados. No tuvimos posibilidad de enfrentar el desproporcionado abuso de los recursos del Estado en una campaña oficialista obscena, pero se pudo frenar el abuso en muchas conciencias y en las urnas.
Un sentido de heroicidad surge cuando estamos frente a grandes tragedias. El domingo los héroes fueron los miembros de mesa y los testigos electorales de la unidad que pararon la catástrofe, en duras condiciones, con perseverancia, claridad política y conocimiento de la ley. Antes que testigos de partidos políticos fueron ciudadanos ejerciendo y representando la ciudadanía de todos.
Lo ocurrido este domingo será objeto de análisis desde diferentes perspectivas y por largo tiempo. Tendremos que resolver el enigma sobre si existen ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Tendremos que aclarar ante el mundo cómo es posible que un grupo de ciudadanos merezca mayor representación que otros. Por los momentos sabemos que la oposición es mayoría, aunque no estemos completamente representados en la Asamblea Nacional, y eso es bastante.
Es importante que lo sepamos los que nos consideramos opositores al proyecto totalitario y es importante que lo sepan los que todavía comparten las acciones oficialistas. Existe una mayoría opositora, y en democracia el criterio de la mayoría debe respetarse. Lo contrario es fascismo; por ello cada vez seremos más los que nos opongamos a las acciones que desconocen la opinión de la mayoría. Es un mandato histórico.
Con el debido respeto hacia las personas, el nombre y el personalismo de los diputados elegidos es lo de menor significación. La nueva mayoría que surge no votó por ellos por sus condiciones específicas sino por el sentido de unidad con el que se les promocionó. La unidad era el clamor nacional y los partidos políticos la hicieron posible en un hermoso trabajo que los ciudadanos debemos agradecer. Tenemos una deuda histórica con ellos. La crítica insistente sobre los partidos políticos y la ausencia de acciones concretas para limitar la corrupción derivada del personalismo, produjeron este episodio de nuestra historia donde resultó peor la medicina que la enfermedad.
En nuestro estado, en el Estado Sucre, estado de “riesgo mínimo” para el oficialismo, surgió un comportamiento político sumamente interesante. Los centros poblados más informados produjeron una respuesta electoral que se puede leer perfectamente como una reacción a la ineficiencia en la prestación de servicios, como una evidencia de inteligencia política en sectores tradicionalmente deprimidos. La alta participación en las mesas le dirá al oficialismo, cuando la crucen con la abstención de sus militantes, que en el sector considerado como “ni-ni” muchos dejaron sus consideraciones solipsistas para acompañar un compromiso de país en el que todos somos importantes.
Profa. Graciela Acevedo