Este gobierno y sus seguidores han sido persistentes en disimular la realidad renombrándola y cambiándole el nombre a las cosas. Ese es un rasgo distintivo. Basta que el Presidente pronuncie unas palabras o una frase y enseguida estas se repiten, retumbando como ecos: las cúpulas podridas, los escuálidos los golpistas, los apátridas, los oligarcas, etcétera.
Con giros verbales acomodan la realidad:
Si se denuncia la crisis eléctrica, el eco repite que es producida por saboteadores, por iguanas adiestradas y por la ausencia de lluvias.
Si se denuncia la corrupción en “Pudreval”, resulta que le quieren quitar los alimentos al pueblo.
Si los universitarios exigimos presupuesto justo y pago oportuno, el eco corea que la causa de nuestros males está en la administración universitaria.
Si la oposición cuenta los votos obtenidos, el eco gobiernero insiste en contar los diputados.
Si la oposición señala “arreglos” a la medida en la Ley de Procesos Electorales, el eco chavista repite al unísono que esa es la ley y se aplica para todos.
Si se argumenta que alguna ley o actuación oficial es inconstitucional, el eco responde que esa Constitución la hicieron los chavistas y la oposición la rechazó.
Pero la realidad es terca, y, por más que la dejemos de lado en nuestros pensamientos y discursos, en algún momento irrumpe. La realidad de los resultados electorales ha irrumpido y ya, en el chavismo, hay quien pide analizarla; entre, amigo lector, en la página de aporrea.org y verá los señalamientos que, al respecto, subieron desde las bases. Como freno a esta tendencia la voz cantante/mandante ha llamado a que la autocrítica se ejerza con discreción y lealtad al partido, que no se ventilen los trapos sucios en público, que no se le dé armas a los enemigos del proceso. ¡En verdad, la contraloría social era solo un slogan!
Hugo Chávez conoce los números, por ello advirtió a los diputados oficialistas recién electos que si saltan la talanquera, si muestran algún criterio -más allá de obediencia ciega- serán cadáveres políticos.
En el rehecho discurso del Presidente “las elecciones eran regionales, lo que estaba a prueba eran los liderazgos locales”, y aparece así el otro rasgo característico de este gobierno: la ausencia de gestión por parte de los entes públicos. Ahora “hay que atender las necesidades de la gente, todo no puede ser discurso, y el discurso hay que moderarlo, callarse a veces, dejar el infantilismo de izquierda y trabajar, dejar de querer ser mas chavistas que Chávez. ¡Hay que ser humildes!”.La voz le pide al eco que no repita, que se disfrace de silencio, después de 11 años de cadenas. “No pactaremos con la burguesía ni con la oligarquía pero hay que acercarse a la clase media, no podemos regalársela a la oposición, es necesario tapar huecos, recoger la basura, construir viviendas...” La terca realidad sigue ahí esperando por las promesas incumplidas.
Luego, sin ninguna sutileza, el Presidente responsabiliza a la oposición de los errores, fallas e incompetencias de su gobierno. Según este nuevo disimulo, el pueblo le está cobrando al gobierno lo que, en realidad, hace la quinta columna, que lo ha penetrado con la ayuda del imperialismo y de la CIA.
Resulta claro que no hay reconocimiento de los errores, ni de los daños que estos producen, y mucho menos se busca el establecimiento de responsabilidades. Sólo se los nombra por condescendencia, por reacomodo táctico; aunque, de nuevo, la terca realidad haga necesario elevar al cuadrado las tres erres porque no ha existido ni revisión ni rectificación; en consecuencia, lo único que se reimpulsa son las equivocaciones. Propongo que se comience a considerar una cuarta r, la de realidad.
Cuando se hace un balance de la eficacia y eficiencia de este gobierno destacan en cifras muy rojas los novecientos ochenta millardos de dólares gastados en este periodo y las ciento veintitrés mil personas asesinadas, que no han recibido justicia. ¡Los informes oficiales reconocen una impunidad que está por sobre el 90%!.
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