REGIÓN, miércoles 30 de mayo de 2012, p. 12
Prof. Henry Lezama
Dpto. Idiomas Modernos UDO-Sucre
http://udistasns.blogspot.com
Contrario a lo
que teorizaba Ralph Waldo Emerson en su ensayo “Auto-determinación”, la voz
interna que el individuo debe escuchar y que lo pone en contacto con principios
universales éticos y morales, con verdades puras e incuestionables, no parece
haberles hablado nunca a muchos de nuestros universitarios. Estos no parecen
escuchar otra voz que no sea la de la soberbia y la anti-intelectualidad. No
ayuda, obviamente, la ausencia de una campaña de concientización, la
no-visibilidad de la resolución de consejo universitario que PROHIBE el consumo
de alcohol y los juegos de truco en la universidad, la ausencia de un cuerpo de
vigilancia serio y eficiente, o la ilusión en la que se convirtió el supuesto
apoyo del DIBISE.
Todo esto me
hizo pensar en el famoso ensayo de Henry David Thoreau (1849) en respuesta a la esclavitud y a la guerra entre México y
EEUU: “Desobediencia Civil”. En este
ensayo Thoreau argumenta que el mejor gobierno es el que gobierna menos; es
decir, el que menos tiene que intervenir en los asuntos de sus ciudadanos. Sin
embargo, la condición que Thoreau presupone es que “cuando los hombres estén
preparados para ello, ese será el tipo de gobierno que tendrán”. En otras
palabras, cuando los ciudadanos tengan la madurez cívica para no necesitar de
un gobierno que les diga cómo comportarse, entonces, estos ciudadanos tendrán
ese tipo de gobierno no-intrusivo. De haber leído a Thoreau, esta sería la
interpretación que los estudiantes que promueven la anarquía en el Núcleo
habría hecho: nosotros ya estamos “preparados” y el gobierno irrespeta cada vez
que algún profesor, estudiante, obrero, o empleado nos llama la atención.
Luego, plantea Thoreau que “cada hombre debe
expresar qué tipo de gobierno se ganaría su respeto, y ese será el primer paso
para obtenerlo”. Esta debe ser la convicción en la mente de estos jóvenes y la
no-intervención de las autoridades es el único tipo de gobierno que ellos
respetarían. Siguiendo los postulados de Thoreau, pero a la inversa, para estos
individuos “No es tan deseable cultivar un respeto por la ley, como lo es el de
cultivar respeto por lo que es correcto. La única obligación que tengo derecho
de asumir es hacer en cualquier momento lo que yo crea es correcto.” Por
desgracia, muchos estudiantes universitarios creen que lo correcto es no
estudiar, jugar truco, consumir licor, fumar, destruir la universidad, y
reaccionar violentamente ante cualquier crítica.
La premisa clave
en el texto de Thoreau es que “Todo hombre reconoce su derecho a la revolución;
es decir, el derecho a rechazar alianza a un gobierno y resistir dicho
gobierno, cuando su tiranía o su ineficiencia son grandes e insoportables”.
Podríamos darle algo de crédito a algún movimiento estudiantil que reaccione
contra las autoridades porque su
ineficiencia ha sido más que obvia en los últimos años, pero pareciera que para
esta generación es necesario rechazar cualquier forma de autoridad. Los
estudiantes problema han asumido que la universidad es injusta al pretender
educarlos, y rompen las leyes. Me pregunto, tal como lo planteaba Thoreau, “Si
[la injusticia] es tal que requiere que tú seas el agente de injusticia contra
otro, entonces,” ¿no es tiempo ya que alguien más rompa la ley?
De la misma
forma como nosotros criticamos a los que comentan los problemas de la
universidad sin hacer nada al respecto, Thoreau increpaba a quienes “en opinión
estaban opuestos a la esclavitud y a la guerra, pero quienes en efecto no hacen
nada para ponerle fin a estas”. Muchos de nosotros, aún opuestos a que este
estado de cosas, permitimos que siga funcionando de esta forma, perpetuando
injusticias, fomentando anti-valores, promoviendo la mediocridad, albergando
violencia, delincuencia, e ineptitud.
En
la cárcel, Thoreau se percató de que “el Estado era idiota… y que no sabía
distinguir sus amigos de sus enemigos, y le [perdió] todo el respeto que [le]
quedaba”. De manera similar, la universidad da la espalda a quienes quieren
preservar su dignidad. A este paso, los actos de desobediencia incivilizada
aumentarán y las confrontaciones nada educadas terminarán consumiendo lo poco
que queda de nuestra humanidad.
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