Región, 03-10-2012, p.10)
Adriana Cabrera*
El camino es la posibilidad del viaje, es el cambio, es símbolo de libertad. Cuando el Quijote salió por los caminos del mundo, lo hizo con un propósito noble: “desfazer entuertos”. Como escritora y profesora no puedo sino sentir afinidad con la visión de Henrique Capriles, que ha escogido la amable y emocionante figura del camino como emblema de su programa. Nos invita a todos a caminar junto a él para, como decía Antonio Machado, construirlo paso a paso, mientras andamos. Frente al personalismo y la violencia, frente al puño cerrado que demuele, Capriles ofrece un camino ancho donde cabemos todos.
Discutía recientemente con un alumno cómo, durante los últimos años de este régimen, he visto desdibujarse de la conciencia de los más jóvenes palabras como democracia, libertad, pluralidad; tan preciadas para los venezolanos y por las cuales nuestros abuelos no hace mucho pagaron tributo de sangre. Por las cuales, hoy, muchos venezolanos pagan sangre y cárcel. Estas palabras, que representan valores democráticos, han sido sustituidas por etiquetas enfermas de odio: apátrida, burgués, escuálido (la lista es larga y conocida, desgraciadamente). Palabras que quieren borrar la identidad del otro hasta desaparecer el sentido de lo que nos hermana y hace libres, así como el derecho a ser diferentes y a pensar por nosotros mismos. He visto la maravillosa lengua de Cervantes convertida en una retahíla de consignas que esclavizan el pensamiento. Pero incluso por encima de ese dolor, he visto otro dolor mayor desde mi perspectiva humana y profesional: fomento de la mendicidad, atropello de la dignidad, amedrentamiento como garantía de fidelidad política, comercio de la necesidad. He visto el empoderamiento de la violencia, y sé que ninguna cultura se construye bajo el imperio de la necesidad ni bajo el imperio de las balas.
Pero también sé que educación y cultura son armas sumamente efectivas para combatirlas, si existe la voluntad política para hacerlo. En Colombia, para no ir muy lejos, se logró bajar con éxito la criminalidad de Medellín, una de las ciudades más violentas de ese país, con escuelas, bibliotecas, música y otros planes de difusión y formación artística. Conversando con mi alumno le decía que lo que me gustaba de la imagen del camino como emblema de una visión era precisamente lo que lo distinguía del callejón que representa el régimen actual —en catorce años ya sabemos cuál muro encontraremos al final. El camino, en cambio, es la posibilidad de soñarnos y de reinventarnos de mejor manera.
Henrique Capriles ha puesto la palabra futuro en ese camino, ha puesto la palabra libertad, la palabra unión, la palabra paz, pero también la palabra educación y la palabra cultura. Para mí, estas son razones poderosas para caminar a su lado, construyendo el camino.
*Profesora Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre
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