miércoles, 20 de marzo de 2013

Ventanas rotas


UDISTAS
Región, 20-03-2013, p. 14

José Malavé M.*

    “¡Esta no es la universidad en la que yo estudié!”: la expresión de la condiscípula de los años 80 reencontrada en los pasillos de Cerro Colorado me devuelve, nuevamente, a la menoscabada realidad en la que hemos devenido. Basura derramada en cualquier parte del entorno universitario; baños cerrados (no por normas de higiene) o en estado sanitario infrahumano; salones tomados por la desidia (sin aseo, iluminación, ventilación, dotación de pupitres o escritorio profesoral, seguridad); corredores, escaleras y lugares de estar abandonados a la indolencia (sucios, sin alumbrado, con una vegetación descuidada o inexistente en el caso de plazas,  jardines y alrededores)…
Años y más años de decadencia acumulada y creciente que han convertido a nuestro espacio universitario en un territorio desconocido para los que allí laboramos. A veces es ignorado, como si no existiese frente a nuestros ojos; muchas veces extraño, ajeno, con el que no guardamos ninguna relación afectiva y, por lo tanto, no nos importa; otras, en un extremo, como un lugar rechazado, despreciado, al que podemos hacer daño sin ninguna remordimiento.
En las últimas décadas del siglo XX se dio a conocer la bautizada “teoría de la ventana rota”, propuesta por los investigadores estadounidenses James Wilson y George Kelling, que se podría sintetizar en lo dicho por ellos: "Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio y, si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos.”
Aunque sé que esta tesis no explica la complejidad de nuestra situación, es indudable (a menos que queramos mantenernos en la ceguera, esa que bien relató Saramago en su novela homónima) que nos podemos sentir reflejados patente y patéticamente en ella; válida no sólo para nuestro espacio universitario; también para la ciudad y el país, pero esto no lo podemos tratar en este artículo.
Dos tristes confirmaciones. Una biblioteca que es una ruina (además de antro de corrupción) antes de ser terminada, aunque fue comenzada hace más de 20 años, recibiera la promesa de finalización en el 2002 por el Presidente de la República recientemente fallecido y haya sido objeto presupuestado en sucesivas administraciones universitarias. Una más inmediata: el cierre por inhabilitación del Auditorio de Cerro Colorado, ese que fue sitio acogedor para intelectuales y artistas nacionales e internacionales, pero frente al cual hoy “pasamos”, es decir, omitimos o desconocemos.
¿No son estas situaciones ejemplos infelices y notorios de esas amontonadas -y generalmente inadvertidas- “ventanas rotas” que la ineficiencia y politiquería de autoridades, con la anuencia de la colectividad universitaria, han llevado a “vandalizar”, es decir, destruir, devastar, nuestra universidad?
Pero no se trata únicamente de actitudes ante las realidades físicas. Un nuevo desconocimiento de las pesadas “ventanas rotas” acumuladas (descenso alarmante de matrícula, inseguridad, falta de aulas, etc.) es tratar de paliar sus efectos con medidas como reducir la hora académica.

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*Prof. Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre

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