Dos y cuarto de la tarde de un día del cual no quiero acordarme. El aire soporífero narcotiza el ambiente. Una guitarra rasguea notas en des-concierto. Alaridos. Voces superpuestas en una amplia gama de entonaciones. Pupitres desvencijados en racimos a lo largo del angosto pasillo. La batahola retumba histérica. Ruido de autos. El truco y retruco en el ruedo. Ecos sostenidos de nombres: Milexi, Norgelis, Adeneisi. La venta de palmeritas. La fotocopiadora. La artesanía. El servicio de llamadas telefónicas. La venta del pasaje estudiantil. Los cubículos de los partidos estudiantiles. Salones sofocados por el calor. Vasos, manchas de refrescos en el piso, papeles en perfecta rítmica. Pupitres que se achican más, dignos de la versión moderna de “Blanca Nieves y los sietes enanitos”. Lámparas sin bombillas. Polvo acumulado, en diversas tonalidades, apropiado para un estudio de mineralogía. Por fin, la figura corpórea del docente tratando de anular, minimizar, implorar, negociar, rabiar, todo por un poco de sosiego. Todas las estrategias comunicacionales fracasan. No se puede neutralizar el torbellino arrollador de gritos. Parece un relato de una novela surrealista, pero se trata del ambiente académico de los salones ubicados en el edificio de los “P”, especialmente, en los pisos dos y tres.
En este recinto se concentra la mayor parte de la carga horaria de los Estudios Básicos. Sin embargo, a pesar de que su infraestructura no ha sufrido daños alarmantes como el edificio de la Escuela de Ciencias, impartir clases allí resulta una tarea titánica. Al inicio de cada semestre se elaboran cartas de denuncias-inventario del calamitoso estado de esta instalación con las respectivas firmas, unas en nombre de la plantilla de un departamento; otras, a título personal; algunas más, a solicitud del encargado de turno. Lo cual no pasa de ser un ejercicio de catarsis, que acompañará la resignación de los meses venideros, pues no habrá mejoras.
Baños deteriorados que se mantienen inmundos, pupitres semirrotos e incómodos, falta de aire acondicionado, fallas de iluminación, puertas que no cierran –cuando existen–, ni escritorio ni silla para el docente, ruidos externos debido a la ubicación misma del edificio: puerta de entrada y salida para diferentes destinos (comedor, paradas, etc.), componen la escena tartárea del mencionado edificio. Una vez más, se corrobora el deterioro acumulado por años en la infraestructura del Núcleo. Además, existe una escasez creciente de espacio; así, por ejemplo, en este mismo edificio, lo que otrora fue un magnífico cafetín, fue convertido en un cubículo para un partido político estudiantil, y más reciente y sorpresivamente, es un horno para estudiantes, ¡perdón¡ en un salón de clases.
Pareciera que en el Núcleo de Sucre cualquier paraje es idóneo como salón de clases; de tal suerte sótanos, depósitos de desperdicios, almacenes, son habilitados, con premura, para este fin. Es inconcebible que el concepto de aula “universitaria” instituido consiste, a lo sumo, en unos pupitres maltrechos y un pizarrón, sin reparar en las condiciones de aseo, ventilación, mobiliario, acústica, seguridad (en nuestros días), iluminación, entre otras. Desanima permanecer en un sitio mugroso y, encima, ruidoso.
Ya es hora de humanizar la tarea docente. Es urgente reformular los espacios anacrónicos, más allá de los camuflajes realizados en tiempos de vacaciones. Modernizar la universidad para que luzca como tal. Hay que optimizar las condiciones físicas para la actividad académica, sólo así se podrá alcanzar la verdadera excelencia y mérito académico.
En este recinto se concentra la mayor parte de la carga horaria de los Estudios Básicos. Sin embargo, a pesar de que su infraestructura no ha sufrido daños alarmantes como el edificio de la Escuela de Ciencias, impartir clases allí resulta una tarea titánica. Al inicio de cada semestre se elaboran cartas de denuncias-inventario del calamitoso estado de esta instalación con las respectivas firmas, unas en nombre de la plantilla de un departamento; otras, a título personal; algunas más, a solicitud del encargado de turno. Lo cual no pasa de ser un ejercicio de catarsis, que acompañará la resignación de los meses venideros, pues no habrá mejoras.
Baños deteriorados que se mantienen inmundos, pupitres semirrotos e incómodos, falta de aire acondicionado, fallas de iluminación, puertas que no cierran –cuando existen–, ni escritorio ni silla para el docente, ruidos externos debido a la ubicación misma del edificio: puerta de entrada y salida para diferentes destinos (comedor, paradas, etc.), componen la escena tartárea del mencionado edificio. Una vez más, se corrobora el deterioro acumulado por años en la infraestructura del Núcleo. Además, existe una escasez creciente de espacio; así, por ejemplo, en este mismo edificio, lo que otrora fue un magnífico cafetín, fue convertido en un cubículo para un partido político estudiantil, y más reciente y sorpresivamente, es un horno para estudiantes, ¡perdón¡ en un salón de clases.
Pareciera que en el Núcleo de Sucre cualquier paraje es idóneo como salón de clases; de tal suerte sótanos, depósitos de desperdicios, almacenes, son habilitados, con premura, para este fin. Es inconcebible que el concepto de aula “universitaria” instituido consiste, a lo sumo, en unos pupitres maltrechos y un pizarrón, sin reparar en las condiciones de aseo, ventilación, mobiliario, acústica, seguridad (en nuestros días), iluminación, entre otras. Desanima permanecer en un sitio mugroso y, encima, ruidoso.
Ya es hora de humanizar la tarea docente. Es urgente reformular los espacios anacrónicos, más allá de los camuflajes realizados en tiempos de vacaciones. Modernizar la universidad para que luzca como tal. Hay que optimizar las condiciones físicas para la actividad académica, sólo así se podrá alcanzar la verdadera excelencia y mérito académico.
Profa. Aminta Pérez
1 comentario:
La situación física descrita del Núcleo de Sucre tiene similitud en el Núcleo de Anzoátegui. Habría que verificar si en otros núcleos también eso ocurre para definir las acciones a seguir ya que todos podrían tener en común al o a las o los responsables. De todas maneras, con el objeto de hacer de la UDO lo que debe ser, se propone que se ponga en práctica, a lo cual me sumo, la elaboración de un plan de desarrollo con la participación representativa de los miembros de la comunidad udista. Con base en ese plan se tendría crétrio objetivos para proceder en busca de respuestas a la situación actual. Se estima que si una referencia todos tendríamos razones válidas sustentadas en la opinión. Es de hacer notar que hay otras situaciones que también merecen atención, como las relacionadas con el cupo, la insuficiencia de recursos, la seguriad, la falta de plazas de empleo para los egresados, la brecha entre el conocimiento que guarda la UDO y los problemas sin solución y otras.
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