Este gobierno ha fracasado evidentemente. Entre los sentimientos que suscita este fracaso destaca la decepción. En 1998 un porcentaje muy alto de la población expresó su desilusión ante los gobiernos adecos y copeyanos y creyó en una alternativa y una esperanza buscando un país mejor donde los recursos fueran manejados honestamente para darle oportunidades democráticas a todos y, en particular, a los más desposeídos.
Después de 11 años de gestión un desencanto muy grande sustituyó a la esperanza ante las promesas incumplidas y la cantidad de desatinos cometidos.
La nueva constitución se convirtió en una de las primeras victimas de aniquilación institucional a raíz de una pasión desenfrenada por el poder que no respeta los valores históricos ni su sedimentación en las leyes.
Los índices de inseguridad personal han crecido exponencialmente convirtiéndose en el mayor problema para la población, que no entiende el desinterés y la ausencia de mecanismos para recuperar la tranquilidad ciudadana.
Enfermedades endémicas, que ya habían sido controladas, repuntan mientras las políticas oficiales sanitarias se muestran ineficientes para proseguir una labor institucional que se llevó efectivamente por décadas.
Barrio Adentro, política bandera del actual gobierno, languidece por falta de recursos, después de la efervescencia y la publicidad inicial, al igual que los centros que constituyen el sistema de salud pública, donde los familiares deben costear los gastos de medicamentos y otros artículos médicos.
La red de comercios e industrias nacionales se encuentra desmantelada con el consecuente aumento del desempleo y pérdida de capital nacional.
La promesa de soberanía alimentaría se convirtió en una gigantesca red de corrupción. Hoy dependemos más que nunca de los puertos para obtener los alimentos de la dieta diaria.
Los venezolanos se encuentran empobrecidos por efecto de la inflación y el desabastecimiento.
El clientelismo, la discriminación y la persecución políticas se acentúan y magnifican sustituyendo la preparación profesional y los mecanismos cristalinos y democráticos.
La corrupción es inocultable pero se le permite y apaña mientras avanza el deterioro del nivel de vida de la generalidad.
En el ámbito universitario se suceden episodios que configuran un plan de apoderamiento político, exponiéndonos al retraso científico y académico.
Llama la atención que los oficialistas y quienes no adversan a este gobierno se comporten políticamente como si no vieran este fracaso, resulta claro que los filtros perceptuales y actitudinales distorsionan la realidad al punto de oscurecerla, al punto de posponer la imposición de la realidad. Pero más tarde o más temprano la realidad acaba por penetrar nuestros sentidos y, lo más importante, nuestra conciencia. No tomar en cuenta los elementos del fracaso del actual gobierno resultaría una acción suicida porque terminará haciéndonos victimas propiciatorias de nuestra propia destrucción. Errar es de humanos persistir en el error es de necios.
El ciclo natural de la decepción es la insatisfacción cuando no vemos realizadas nuestras expectativas. La insatisfacción reúne sorpresa y dolor. Si las condiciones de decepción perduran se llega, fácilmente, a la frustración y a la desesperanza. En los casos en los cuales se supera la frustración, el ciclo se reinicia con la elaboración del duelo y la creación de nuevas expectativas.
En el presente, observamos como la desesperanza y el temor se han apoderado de grupos de venezolanos quienes, renunciando a la participación política, meten la cabeza en la tierra como el avestruz.
A los desesperanzados les decimos que, aunque imaginemos que estamos tocando fondo, la situación aún puede empeorar. No será cerrando los ojos como lo evitaremos. Si el poder reside en las personas, en la gente, en el pueblo, debemos retirárselo a los incapaces, debemos impedir que sigan haciendo daño, desmantelando el país.
A los que confiaron en los incompetentes que gobiernan les decimos que peor que errar es renunciar a la posibilidad de aprender de nuestros errores y peor aún es desistir de la posibilidad de rectificar.
A quienes añoran y a quienes temen volver al pasado, les decimos por igual que tal cosa no es posible, ni deseable. Es necesario convertir la decepción en crítica, en expresión y en acción política. Debemos actuar hoy si queremos un futuro mejor.
Profesor Ramón Oswaldo Ochoa Guerra
http://udistasns.blogspot.com/
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