viernes, 19 de agosto de 2011

¿Qué es un profesor contratado fuera de nómina?



Miércoles 17 de agosto de 2011 / p. 14

Prof. Reinaldo Cardoza Figueroa
Dpto. de Currículo y Administración Educativa
reycard@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com

La interrogante que da título a este texto es, casi de manera exclusiva, la primera expresión de aquellos a quienes digo cuál es mi condición laboral en la Universidad de Oriente. ¿Fuera de nómina?, y en los rostros se mezclan extrañeza e incredulidad, como que estuviese contando una historia que yo mismo me inventé para vacilarlos. De inmediato, debo sacar mi cara más dura, más seria, de modo que me ayude a convencer a mi interlocutor (sea quien sea). En el fondo los entiendo; la construcción «contratado fuera de nómina» parece encerrar, en sí misma, una absurda paradoja que no me detendré a analizar acá. Un estar como que no se estuviese. Un limbo administrativo sin garantías y ningún beneficio, pero con muchas exigencias y obligaciones. Un pertenecer al centro y también un ubicarse fuera. Así, tengo ante mí al incrédulo oyente que me interroga, esperando una respuesta.
Como buen didacta, doy paso a mi explicación: un profesor fuera de nómina suele ser un joven profesional con título universitario que aún cree en la Academia y participa en un concurso de credenciales en la UDO por el cargo de profesor instructor. Una vez que resulta ganador, comienza en su trabajo. En algún momento, cuando la situación apremia, cae en la cuenta de que no recibe remuneración alguna y de que nadie le habla de pago. Inicia entonces, casi sin saberlo, una especialización en relaciones públicas y una maestría en burocracia universitaria. De modo que al cabo de unas semanas descubre que está fuera de nómina (algo así como el segmento E de la escala universitaria) porque no tiene «código cargo», y, además, que hay quienes han pasado 3, 4, 5… años esperando; que deberá recibir su pago a través de un cheque y no en una cuenta bancaria; que la emisión del cheque depende de decenas de departamentos; que todas cometen errores y más errores en los trámites; que ‘nadie’ sabe algo y ‘ninguno’ da una respuesta certera; que unas veces no han llegado los recursos y otras no alcanzó para toda la plantilla fuera de nómina; que no hay quien firme o quien tenía que hacer el papeleo tiene un orzuelo; que al final, si tiene suerte, va a recibir su papelito (tal vez por el monto incompleto) de madrugada, amaneciendo un 24 de diciembre o a mitad de agosto, cuando ya los otros han disfrutado una y mil veces de aguinaldos y bonos vacacionales con aumentos, homologaciones, bonos compensatorios, primas. Como si esto fuese poco, reconoce que ha perdido el derecho a enfermarse, porque no tiene seguro médico, tampoco seguro social obligatorio, ni otros beneficios contractuales o de ley; casi está considerando olvidar su condición humana.
La persecución del cheque y la espera del fulano «código cargo» se convierten en dos móviles de su vida profesional. La una porque también de pan vive el hombre; la otra porque en la espera hay una promesa de un futuro mejor. A los malabares propios de un docente universitario para sobrevivir -rindiendo un sueldo ínfimo para satisfacer todo el amplio abanico de necesidades personales, de su grupo familiar y las exigencias de la Academia- hay que sumar las llamadas a funcionarios maleducados, visitas a mal encarados coordinadores y jefes (con sus excepciones, que también las hay), la preguntadera por los números y fechas de los oficios. Al final uno se convierte en un fastidioso profesional, en un incómodo espontáneo… También en mártir. Y esto es, quizá, lo más lamentable.
Mis interlocutores oyen sin interrumpir. No dejan de mostrarse incrédulos, pero ya no por mí, sino porque no conciben que una cosa así pueda pasar en lo que alguna vez fue La casa más alta. Generalmente, una expresión jovial ilumina sus rostros y me sueltan sin remordimientos lo que para ellos es la solución: ¡Carajo, chico! ¡Búscate otro trabajo!

¿Excelencia de 75%...o de menos?



Miércoles 10 de agosto de 2011 / p. 14

Prof. José Malavé M.
Dpto. Filosofía y Letras
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com


A mediados de julio el Consejo Universitario de la UDO suscribió un acuerdo (CU-Nº001/2011) en el que, tratando de remediar el retardo en la culminación del semestre I-2011 en el Núcleo de Sucre, y de equilibrarlo con la programación de los otros Núcleos, decide la finalización de dicho semestre para el 16 de agosto, y que “se logre cubrir por lo menos el 75% del contenido de las asignaturas correspondientes”. He aquí los elementos que me impulsan a formular la reflexión que espero ofrecer en este artículo.
En considerandos sucesivos arguye el CU que la situación que se intenta afrontar “afecta el rendimiento y la feliz culminación de sus actividades a quienes constituyen la razón de ser de la Universidad, que son sus estudiantes”, y que se trata de “velar por la buena marcha de las actividades propias de la Universidad, en aras de alcanzar la excelencia y por lo tanto la calidad de la enseñanza”.
Decide el CU sobre una materia que evidentemente le compete. Suponemos que este acuerdo tiene como base un pronunciamiento ante la propuesta de prórroga del semestre que, según la información que circuló antes, había sido aprobada en el Consejo del Núcleo de Sucre.
Presentado este panorama, me pregunto qué es lo que está en juego. O mejor: ¿A qué excelencia o calidad se alude? ¿Es el interés en la formación de los estudiantes, nuestra “razón de ser”, lo que verdaderamente se atiende? ¿Qué es más importante: cumplir con la labor educativa, así esto implique rehacer programaciones, o cumplir con las pautas administrativas de un calendario?
Por supuesto, en este espacio es imposible analizar con profundidad aspectos tan problemáticos como los contenidos en tales interrogantes. No obstante, puntualizaré algunas consideraciones.
Soy de la apreciación de que nuestro Núcleo de Sucre y la Universidad de Oriente toda se han convertido en agentes de la medianía o, expresado de forma más fuerte, de la mediocridad. Y que conste que esto no es un problema ni de derecha ni de izquierda, ni de cuarta ni quinta república (esas derruidas, aunque usadas a conveniencia, denominaciones a las que algunos siguen prendados.)
La lógica y la actitud del “más o menos” (como le digo a mis alumnos) ha imperado desde hace mucho tiempo entre los universitarios, seamos autoridades, profesores, estudiantes, empleados y obreros (también es así en gran parte de la sociedad venezolana).
No es precisamente la razón de la excelencia la que por años nos mantiene en semestres de 13 o 14 semanas, cuando en los años 80 se fijaban semestres de 18 semanas (ver resoluciones CU-Nº02181 o 011-37), ni la que parece privilegiar la realización de intensivos (que, hasta donde entiendo, son periodos complementarios), como si la regularidad académica, es decir, el cumplimiento de los semestres no fuera lo importante. Cuando la programación no toma en cuenta los días de clases efectivamente perdidos (no por culpa de los profesores, a menos que se consideren nuestros reclamos como ilegítimos) y se fijan lapsos que coaccionan a docentes y alumnos a “finalizar” a como dé lugar, ¿no estamos “institucionalizando la piratería”?. Cerrar un semestre, para “cuadrar” un calendario o una programación, con una medida como la del 75%, no creo que sea diferente (por ejemplo, ¿cómo se aborda con esta pauta un Curso Especial de Grado?)
Me perdonan las autoridades universitarias y los representantes profesorales y estudiantiles (tanto del CU como del CN de Sucre), pero habría que preguntarse en qué medida, con decisiones o actitudes como las indicadas, se beneficia verdaderamente a la academia.
Veo con horror (el mismo aducido en artículo de esta misma columna del 14/09/2010) que ha llegado a ser “normal” que nuestros bachilleres egresen sin haber cursado asignaturas como matemática, química, física o biología. Una colega me comentó que no pedía monografías a sus estudiantes porque, como todos se copian de internet, no iba a perder su tiempo en eso…
¿De qué excelencia y calidad de la enseñanza hablamos?

Quisiera un libro infantil en blanco y negro Profa. Graciela Acevedo



Jueves 04 de agosto de 2011 / p. 14

Profa. Graciela Acevedo
Dpto. Sociología
udistasns@gmail.com
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No hubo expectativas morbosas, ni perspectivas de espontaneidad, violencia, altisonancias; ni siquiera la esperanza de un signo de atención gubernamental o civil en la celebración de la Sesión Solemne de las Academias Nacionales de Venezuela del 13 de julio de 2011. Tal vez por eso aconteció casi desapercibidamente. En esa sesión se presentó, con ocasión del año bicentenario, el libro Propuestas a la Nación -iniciativa del Consejo Inter-académico del órgano que reúne a los más reconocidos profesionales del mundo universitario de la nación-, donde se recopilan ideas y líneas programáticas necesarias para retomar (pacíficamente) la institucionalidad del país.
Donde sí hubo gran concentración de la curiosidad pública fue en la demostración que con el mismo motivo, celebración del año bicentenario, organizó el gobierno nacional. Según fuentes oficiales, miles de personas, provenientes de todo el país, se concentraron en el Paseo Los Próceres para ver a los aviones Sukhois atravesar el cielo caraqueño, sentir el estruendo de los diferentes vehículos militares de fabricación rusa o china, y apreciar la particularidad de los Tanques T72 y de los carros de combate de infantería BMP-3. La demostración de fuerza militar venezolana, que se hace tradicionalmente, contó este año con la participación de cerca de 12.500 soldados, entre los cuales se destacaron un grupo de 400 personas oriundas de pueblos indígenas y los bloques castrenses provenientes de otros países. Una pregunta rondaba como un fantasma el espectáculo y confería sentido a la asistencia: ¿Podrá el Presidente de la nación presenciar esta celebración de nuestra independencia?
La Academia Nacional de las Ciencias Políticas y Sociales, la Academia Nacional de la Historia, la Academia Nacional de Medicina, la Academia Nacional de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales, la Academia Nacional de Ciencias Económicas y la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat produjeron propuestas para atacar problemáticas que reclaman urgente solución en nuestra sociedad: la reconstrucción institucional, la necesidad de políticas públicas para la enseñanza de la historia, el estado de la salud, la pertinencia de la ciencia en el desarrollo social, la inflación y su impacto en la calidad de vida de los venezolanos y el desarrollo sostenible del país. Una conclusión del detallado estudio revela que nuestra patria está en crisis y que son necesarias las orientaciones de las comunidades académicas, profesionales y de investigación -fundamentalmente de las universidades- para iniciar las transformaciones necesarias a los fines de construir un futuro de progreso y bienestar social.
En cadena nacional desde el Palacio de Miraflores y compartiendo una pantalla dividida con el desfile en Los Próceres, el mandatario nacional, acompañado por el alto mando militar, llamó a los venezolanos a continuar la lucha derrotando en mil batallas a los que desde afuera y desde adentro pretenden debilitar la patria. Habló en nombre de Bolívar, pidiendo mantener abierta la puerta que permita recuperar por años y décadas los bienes del pueblo: la libertad, la igualdad, la vida… Vivir viviendo, la escalada y el retorno para siempre fueron los conceptos básicos de un discurso que confundía sus más imperativos deseos personales con los del país.
El contraste que se establece entre estas dos maneras de festejar (me sirvo de las alegorías: planificación e improvisación, Atenas y Esparta, milicia y civilidad, razón y fuerza, sociedad e individualidad, institucionalidad y personalismos, capacidad de decisión y como vaya viniendo vamos viendo, blanco y negro) puede ser motivo para pensar un texto que guíe a los niños de la patria en los sueños del futuro. Es más fácil saber lo que no deseamos que lo que buscamos. Un libro como el que pienso tal vez ayude a despejar las dudas a edad temprana.

El Rodeo, el cáncer y la Vinotinto



Miércoles 27 de julio de 2011 / p. 14

Prof. Ramón Ochoa
Dpto. Psicología e Investigación Educativa
udistasns@gmail.com
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Tres noticias han fijado la atención de la opinión pública en las últimas semanas.
La primera se refiere a los recintos penitenciarios. Para catapultar su espantosa realidad se unieron las muertes por tortura de detenidos en el centro de capturas del CICPC de El Rosal, un escandaloso reportaje sobre la cárcel de San Antonio en Margarita y los sucesos de El Rodeo. Las tres situaciones desnudan la incompetencia gubernamental también en materia penitenciaria.
La rebelión de los presos, los muertos, la intervención de la Guardia Nacional, la improvisación de un nuevo ministerio, la incautación de armas y municiones hasta de gran calibre, y drogas y dinero por montones, otros muertos, los desoídos reclamos de información y justicia de los familiares y la represión para ellos, el traslado de millares de hacinados a otros hacinamientos, las promesas de diligenciar medidas cautelares y sustitutivas para disminuir el hacinamiento, el trueque de agua y comida a cambio de presos, la captura del director de El Rodeo, más muertos, los arreglos para la rendición de los pranes (se puso de moda la palabras “pran”), la fuga de un pran y 30 presos de una cárcel rodeada por la Fuerza Armada Nacional, la rendición de otro pran tras 28 días, la muerte de cuatro de los fugados y la aparición de otros seis cadáveres en las instalaciones recuperadas por la Guardia Nacional conforman la larga enumeración de los rodeos necesarios para que el gobierno controlara una cárcel. Solo para controlar una y vacía.
La tragedia genera un consenso: familiares, organizaciones de derechos humanos, especialistas en el área penitenciaria, todo el país sano, exigen responsabilidad y que el gobierno actúe como Estado. Lo mostrado –además de lo escondido– nos sacude, nos espanta y nos mueve a reflexión. Queremos saber quiénes son los responsables, o, como preguntaba aquella comedia, dónde está el piloto. ¿Volando hacia Cuba?
La segunda noticia: El Presidente está enfermo. Después de mil rumores y desmentidos nos enteran de que tiene cáncer, ha sido operado dos veces y requiere quimioterapia. Sus discursos y toda la propaganda oficial trasuntan un gemido claro y comprensible: “Yo no me quiero morir”. Resulta curioso, cuando menos, que algunos de sus acólitos más intemperantes, quienes han causado muerte y se han burlado del dolor ajeno, hayan salido a pedir respeto para su enfermedad y su sufrimiento. La cuestión que importa no es que se lamente o no su enfermedad. Es que con esta quedó de relieve su falta de consistencia. Por largos años se apostrofó al país con lo de “Patria, socialismo o muerte”. Era la condensación de la esencia. Hasta en la sopa. Si hubiera habido coherencia en algo bien intencionado, se habría mantenido. Pero no, desapareció. Este giro dramático en la circunstancia vital del enfermo me confirma que no hay proyecto, que el proyecto es él y su circunstancia personal; todo lo demás es accesorio. Lo esencial, lo imprescindible es él. Él, quien lleva trece años vociferando contra la sombra-teatro del magnicidio, ahora aparece con frecuencia como un cordero rumbo al matadero. La noticia de su padecimiento genera o demasiadas dudas o solidaridades automáticas. No hay consenso.
La tercera noticia es que la Vinotinto se destaca en la Copa América y gana el merecido respeto de propios y extraños. Los venezolanos sentimos la actuación de la Selección Nacional como un bálsamo en estos momentos de incertidumbre. Aún les falta un trecho largo y empinado (espero que no tanto como el Chimborazo). Pero lo más importante es que con su gesta generaron otro consenso: sembraron esperanza y estimularon la idea de una nación integrada, constructiva, trabajadora, positiva, una nación deseosa de buenas noticias. La Vinotinto logró una visión unitaria del país. Pudimos pensar en una nación con metas comunes que lucha y se esfuerza por conseguirlas.
Ojalá el Presidente aterrice, y, además de atender su cáncer, atienda el clamor de justicia social patentizado en El Rodeo y atienda también, y principalmente, el clamor por un proyecto nacional basado en el consenso esperanzado en torno a un país mejor que puede tener como símbolo a la Vinotinto.


academia de cartón piedra



Miércoles 20 de julio de 2011 / p. 14
Academia de cartón piedra
Prof. Mario Fagiolo
Escuela de Ciencias Sociales
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com

Lo de “Excelencia Académica” –como ocurrió con “Sembrar el Petróleo”, que está cumpliendo 75 años– se va quedando como una de las tantas consignas que adornan las conversaciones de cafetín o alguna sala de espera. La “excelencia” para la Real Academia Española es “superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo.” Me pregunto: ¿podemos hablar impunemente de “excelencia académica” en el Núcleo de Sucre y en la Universidad de Oriente en general? Desde hace mucho tiempo, por los motivos más diversos (imposibles de listar por completo, pero entre ellos: conflictos estudiantiles, paros universitarios, disturbios acompañados por vandalismo, celebraciones extemporáneas decretadas por el ejecutivo regional o nacional), las autoridades de la UDO hacen malabarismos para cuadrar el calendario solar con el calendario académico, como los pitagóricos lo hacían con la “cuadratura del círculo”. La tarea es realizar –en los inamovibles 365 días, subdivididos en 2 semestres o 12 meses o 52 semanas, como se prefiera– dos “semestres académicos” que duren, según los reglamentos de la UDO, entre 16 o 18 semanas laborables. Las restantes semanas se reservan para las distintas vacaciones (entre 12 o 14) –verano, navidad, semana santa, etc.– y para trabajos administrativos (entre 4 o 6), como los procesos de inscripción, cada vez más largos y traumáticos. Algunas de las semanas de tiempo administrativo o vacacional se estropean y sirven como curitas adhesivas para tratar de remediar los desfases entre los accidentados semestres. La tarea resultaba tan fácil que hasta se pudo programar por varios periodos, cómodamente, unos “cursos de verano” o “intensivos” para permitir a los estudiantes, rezagados en sus planes de estudio, recuperar algunas materias de periodos lectivos anteriores.
Sin entrar en la evaluación del desempeño académico estudiantil (aceptando que nuestras universidades participen en un Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, del tipo PISA promovido por la UNESCO), la combinación de dos “semestres regulares” y un “curso intensivo”, dentro del año calendario, permitió exclamar, al propio estilo de Arquímedes:“¡EUREKA!”… “¡se logró cuadrar el círculo!”… “¡alcanzamos la Excelencia Académica!” Es de lamentar que ese “periodo áureo” no durara mucho. La presunción de que una vez alcanzado se podía mantener ad infinitum, manteniéndolo tercamente a cualquier costo, sin considerar los cambios que ocurren en la vida y la política universitaria, socavaron fatalmente su sostenibilidad. A ello se agrega el afán centralizador de las autoridades rectorales que pretenden manejar la complejidad de la UDO con políticas feudales de “cuerpo místico”. Sólo así se explica la negativa del Consejo Universitario a la solicitud de extensión del semestre que presentó el Consejo de Núcleo de Sucre. Lo que más inquieta es que se ordena “cuadrar el semestre” con base en “un 75% de materia vista”, extrapolando la nota definitiva con una “regla de tres” bajo la presunción de la “ley de los rendimientos constantes”. Además, la evaluación debe ser acumulativa –sin previa y final– pero con derecho a reparación… ¿Cómo y en qué tiempo se hace esto? Así, lo importante no es lo que se aprende, sino la nota. Podríamos concluir que, por analogía, un estudiante podrá graduarse una vez que haya aprobado el 75% de los créditos de su pensum, sin tesis de grado o alternativas de grado. La “ilusión de armonía” se completa con las declaraciones de los representantes de la FCU de que “llegamos a una victoria porque no se dio el posible alargue del semestre…”.
Pareciera que para no seguir “aguando la fiesta” tendremos que conformarnos con nuestra “academia de cartón piedra”, una academia muy semejante a los escenarios del cine que recrean la ficción pero no la vida. ¡Pues no! Sumamos la defensa ética de la institución en que laboramos a la tarea de repensar una restructuración del rol de la Educación y de la Universidad para el país que queremos. Por ello rechazamos la decisión improvisada, contraria a la excelencia académica, del Consejo Universitario.