Prof. José Malavé M.
Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre
udistasns@gmail.com
REGIÓN, miércoles 08 de febrero de 2012 / p. 14
Desde hace algún tiempo solemos escuchar o leer declaraciones, opiniones, posicionamientos por parte de autoridades decanales, representantes gremiales, dirigentes políticos universitarios, que, por lo menos, nos dejan perplejos. En tales enunciados, generalmente, reconocen la gravedad o irregularidad de ciertas circunstancias, condenan actitudes o acciones erróneas practicadas por otros, entre varias cosas.
Los receptores de esos mensajes que contamos una antigüedad mínima de 15 años de labor universitaria en el Núcleo de Sucre de la UDO, quienes hemos visto con nuestros propios ojos cómo han transcurrido las cosas en nuestro entorno y sufrido en carne propia el deterioro progresivo al que se ha llegado en Cerro Colorado (no puedo hablar de otros espacios físicos), podemos ver la verdad que se oculta o se intenta escamotear: la responsabilidad en la existencia de una realidad acumulada por años, cada vez más difícil de controlar y transformar.
Parece cómodo criticar o condenar cuando se ha sido, de alguna manera, en tiempos medianamente recientes, coprotagonista o camarada de los ejecutores de parecidos desmanes (interrupciones violentas de la clases, quemas, saqueos), o promotor de candidatos, luego convertidos en autoridades, o, más aún, haber sido o ser autoridad del gobierno universitario (Recuerdo haber visto, por ejemplo, cómo varios de los “dirigentes estudiantiles” recientemente confrontados con el Decano le hacían vítores cuando este fue elegido). Luego, la pregunta obvia es: ¿cómo aparecer ahora –diría nuestra expresión popular– como quien “no ha roto un plato”?
Por supuesto, no pretendo generar animadversión; son personas, como todos, sujetas a errores y capaces de enmendarlos. Lo que me preocupa hondamente es la ausencia del reconocimiento de la equivocación o la falla, no a través de una confesión pública al uso en la Inquisición o en los procesos de regímenes totalitarios (como en Cuba: véase el caso del poeta Heberto Padilla), sino en la misma consideración de la situación criticada, y, sobre todo, en la asunción del tratamiento para su resolución. Y allí se nos presenta el fondo de la cuestión.
¿Qué ha pasado, en esencia, en el Núcleo de Sucre de la UDO (téngase en cuenta que en estos 14 años se han sucedido cuatro gobiernos decanales identificados con el gobierno nacional) para que hayamos llegado a esta decadente realidad? A mi modo de ver, esencialmente, se trata de un quebrantamiento institucional, propiciado por una injerencia político-partidista subalterna. Esta injerencia se ha manifestado principalmente a través de la estrategia del populismo “estudiantil” (sabemos que no para todo el sector estudiantil), especialmente a la hora de elegir autoridades para mantenerse en el poder.
La intromisión populista en la elección del decano ha dado como resultado un juego de influencias, la más de las veces aberrante, entre autoridades y supuestos dirigentes, que ha ido minando las bases institucionales de la vida universitaria (Recuérdese el escándalo reciente producido por el mensaje de correo electrónico, grosero pero revelador, enviado al actual decano por uno de los dirigentes estudiantiles afectos). En medio de ese tejemaneje de años se han negociado cupos, otorgado cargos, u obviado sanciones para faltas graves contra el patrimonio físico y espiritual de la institución. En algún momento, los intereses entran en pugna, se corrompen las uniones, y surge el enfrentamiento. Se había creado un monstruo, cual Frankenstein o Golem, que se solivianta y resulta inmanejable.
Otros espacios de decisión universitaria (directivas de gremios y sindicatos) han sido ocupados por individuos comprometidos con el gobierno decanal, lo que, por supuesto, es algo legítimo; pero., al ser así, ¿dónde queda la cuota de responsabilidad por el descamino tomado en la conducción y desarrollo de la vida en el Núcleo de Sucre?
Apoyo que se adelanten algunas acciones para enderezar los entuertos. Pero si no hay una revisión a fondo de las causas del deterioro al que se ha arribado, poco verdaderamente cabal se alcanzará. El encuentro de la vía para recuperar la universidad pasa por un reconocimiento, por parte de autoridades y dirigencia, de las responsabilidades propias en el extravío. Nada logramos con subterfugios o actitudes cómplices, ni con reacciones viles y agresivas, tan poco universitarias.
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