Profa. Marlyn Cabrera
Dpto. de Idiomas Modernos UDO-Sucre
udistasns@gmail.com
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REGIÓN, miércoles 25 de enero de 2012 / p. 14
Los educadores sabemos que la práctica frecuente de cualquier acto conduce al hábito, por eso reforzamos las buenas costumbres y condenamos aquellos comportamientos que consideramos innobles. O al menos debería ser así. No obstante, hoy, en el campus Cumaná del Núcleo de Sucre de nuestra universidad, por sentido del deber y la vocación, o por simple amor al arte, decidimos ignorar la violencia y la delincuencia y seguimos dando clases, sumiéndonos en un círculo de conformidad e inercia. Así, nos hemos ido condicionando. El estímulo: la criminalidad apoderada de nuestra Casa de estudios. La respuesta: podemos funcionar así.
La criminalidad se nos ha hecho habitual. No nos ha quedado más que acostumbrarnos, aparentemente.
Entre algunos hábitos en nuestra academia están trabajar en oficinas sin los insumos necesarios, impartir clases en aulas sin condiciones adecuadas de ventilación e iluminación, y sufrir y quejarnos de los malos servicios y la carencia de instalaciones. Habría mucho más que decir y responsabilidades que tomar y repartir. El caso es que estamos cultivando un nuevo hábito: funcionar en el peligro y hasta donde la voluntad de los malhechores que acechan la Universidad desde adentro y desde afuera nos lo permita.
La Universidad está secuestrada por los delincuentes.
El lunes 16 de enero del presente año y los días subsiguientes de esa semana la protesta de los estudiantes de Química degeneró en saqueos y enfrentamientos, por la infiltración de delincuentes, quienes han sabido hacer de la universidad su fuente de recursos y de los saqueos una actividad comercial bastante lucrativa; vale decir que algunos llevan menores de edad en calidad de asistentes, exponiéndolos al peligro y a los vicios de su actividad criminal. A quienes nos encontrábamos en la mañana en la universidad nos tocó caminar o conducir bordeando la candela y el humo; en la tarde nos tocó salir entre piedras, lacrimógenas y disparos. Y en medio de todo esto el bombardeo de preguntas: “¿Profesor(a), va a dar clase?” Y ¿qué puede decir uno?
La misma noche del lunes 16 de enero ya pasadas las 10:30 p.m. se podía apreciar la respuesta en la página de Facebook denominada “Decanato Núcleo de Sucre”. Allí aún podemos ver la siguiente declaración vía BlackBerry: “No hay suspensión de actividades en el Núcleo de Sucre. No vamos a caer en el juego de grupos anárquicos, ni en los deseos del gobierno regional. Defendamos nuestra Universidad y el derecho al estudio” (versión corregida nuestra).
Entonces, hecho seguro es que no había suspensión y, sin embargo, hubo que manejar la incertidumbre y la indignación: ¿cómo entrar y/o salir de la Universidad?, ¿habrá asistencia?, ¿habrá saqueo hoy también?, ¿dónde estarán los vigilantes?, y si estuvieran, ¿qué podrían hacer? Y lo mejor: ¿exactamente cómo será que voy a defender la Universidad?
Está tomada la Casa. La pregunta es: ¿nos acostumbraremos?
Hay que evaluar esta situación y revisar los análisis y propuestas hechas el año pasado por las mesas de trabajo conformadas por diferentes profesores de nuestro campus, cuyo trabajo –y da vergüenza decirlo– la Directiva de nuestra propia Asociación casi desdeñó.
Hemos observado una conducta pasiva y amodorrada de irse dejando atrapar y llevar. Por ejemplo, en la última década aparecieron buhoneros nuevos, que le harían compañía a dos o tres que ya nos acompañaban desde hace tiempo y a los cuales estábamos “acostumbrados”. La proliferación le hizo honor a su nombre. Hoy no alcanzan los dedos de las manos para contar los puestos de buhoneros instalados en nuestro campus. También eso es violencia contra la academia. Sin embargo, no pasa nada.
A quien todavía se le avinagra el estómago cuando ve un llamado descabellado a defender la Universidad –¡Dios sabe cómo!–, o cuando reconoce a los delincuentes pasándole por el lado o apostados frente a su aula u oficina dentro de la universidad, o cuando mira su alrededor mientras camina y ve en lo que nos hemos convertido, no se preocupe; si esto no cambia, usted se acostumbrará.
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