Región, 12-12-2012, p. 14
Henry Lezama*
El miércoles 5 de diciembre se celebró el día
del profesor universitario. No hay mucho que celebrar, en mi opinión. Reflexionando
sobre lo que significa hoy ser profesor universitario, al menos en el Núcleo de
Sucre, tenemos: sueldos irrisorios (de
hasta 1500 BF quincenales, sin derecho a protestar porque, en la aritmética del
Siglo 21, 40% de aumento es más que 120% de inflación); infraestructura física y académica en vergonzoso abandono, carente de requerimientos básicos como pupitres,
escritorios, ventilación e iluminación (sin derecho a reclamo porque lo
importante es que somos el primer país en matrícula universitaria); estudiantes que, en su mayoría, carecen
de pasión por el conocimiento y las mas básicas normas de urbanidad (sin
derecho a reclamo porque el problema es estructural; las nuevas tendencias en
Educación Media llegaron para quedarse, independientemente de los nefastos
resultados de sus aplicaciones, y no se puede disciplinar a los niños como
antes porque al parecer la disciplina de nuestros padres amenazaba con la
extinción de la raza humana); inseguridad
galopante que progresivamente le ha
entregado la universidad a delincuentes, ante la mirada indiferente de las
autoridades civiles y militares (sin derecho a reclamo porque “del pueblo venimos” y “el pueblo” debe poder venir a la UDO a robar y
asaltar cuando quiera). En general, ser profesor universitario significa
enfrentarse a un sistema de normas y formas que promete y exige mucho, pero que
sistemáticamente ha venido autocercenando las posibilidades de que los
profesores universitarios, sobre quienes recae la mayor responsabilidad de
función formadora, produzcan al nivel esperado y contribuyan efectivamente a la
solución de los problemas de la educación superior.
Pudiera resultar un consuelo el que la crisis
universitaria de Sucre sea parecida a la del resto del país, pero es esa
actitud de resignación lo que veo como la característica mas contagiosamente
demencial. ¿De qué otra manera calificar a un gremio que sigue trabajando sin aumentos
o cancelación de deudas, sin biblioteca, pupitres, baños, equipos, seguridad,
electricidad, etc.? Apelar al sacrificio, la abnegación y la vocación de servicio
es un insulto a quienes debemos formar a todos los profesionales del país.
Aunque teóricamente aún representamos la
satisfacción de las expectativas nacionales de innovaciones científicas,
pedagógicas y sociales, la indiferencia del gobierno ante el deterioro de
nuestra calidad de vida, la politización del quehacer académico y las graduales
imposiciones ideológicas nos han colocado en una posición sumamente vergonzosa.
El profesor universitario de hoy no solo
comparte la misma miseria laboral de algunos sectores no profesionales, sino
que también debe luchar contra el progresivo deterioro de la dignidad inherente
al cargo y las condiciones mínimas para desempeñarlo.
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* Prof.
Dpto. Idiomas Modernos UDO-Sucre
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