UDISTAS
Región, 30-01-2013,
p.14
Prof. Reinaldo
Cardoza Figueroa*
Por
avatares del destino, el año pasado terminé siendo profesor a dedicación exclusiva
en la UDO-Sucre/Carúpano. Después –claro
está– de la
ardua experiencia que significa un Concurso por Oposición. Muchos de mis
cercanos me insistieron en que era una locura, pues la UDO-Carúpano no era más
que una “escuelita”, un “liceo”. Yo les respondía, medio en broma, arguyendo
que la idea no me desagradaba del todo, pues ya llevaba cuatro años dando traspiés
en los liceos de Cumaná, Araya y Cumanacoa como supervisor de Práctica Docente;
aunque entendía perfectamente el sentido peyorativo de los epítetos con los que
se calificaba a esta sede de nuestra Universidad. Así que dispuesto a cambiar
de dirección de habitación y de trabajo, di otro rumbo a mi vida.
La
primera impresión que tuve fue que, en efecto, se trataba de una escuela o un liceo
en sentido literal. Me explico: la sede de Carúpano funciona en una estructura construida
para un liceo o una escuela, y con el transcurrir de los años la
infraestructura ha ido creciendo. Gracias a mi formación como artesano de la
madera suelo ser un observador detallista y, así, de significativos detalles,
poco a poco, se fueron poblando mis días en la UDO-Carúpano; estaba ante un
verdadero hallazgo, al menos para este udista demasiado (mal) acostumbrado –por
experiencia y padecimiento–
a la desidia institucional. Estaban, por ejemplo, los pasillos y jardines limpios,
las aseadoras que trabajaban todos los mediodías dejando impecables los baños y
salones, las clases hasta las ocho de la noche, el transporte que funciona y
los aires acondicionados que son reparados en menos de veinticuatro horas, los
superiores que te tratan con respeto, los compañeros de trabajo amables y
receptivos… Y así otras tantas cosas que he ido percibiendo cada vez que acudo
a la sede, que me hacen pensar que no estoy en la Universidad de Oriente, que
ésta no es la misma institución enferma en la que llevo trabajando más de
cuatro años. O, por el contrario, que la Universidad posible existe, no en otra
región o en el exterior: la tenemos en Carúpano. Una que no se ha contaminado y
que ha logrado mantenerse alejada de ciertos vicios que se han normalizado en
otras sedes y núcleos. Sin embargo, aún nos falta reflexión profunda sobre lo
que somos como cuerpo; no tenemos conciencia de su organicidad.
Son
detalles, es verdad, y quizá exagero. Pero cada día mi convicción es mayor; al
menos esos detalles fortalecen mi percepción, me hacen recobrar la fe en una
Universidad real, nada utópica. Eso es reconfortante.
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* Prof.
Licenciatura en Educación Integral UDO-Sucre / Carúpano