UDISTAS
Región, 16-01-2013, p.
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José Marcano Carpintero*
“Decir cuando conviene decir, callar
cuando sea necesario callar”: un apotegma digno de ser analizado a la luz de
algunos acontecimientos que han devenido en la inquietante situación política
del país. Durante los últimos treinta y tantos días hemos sido testigos de un
espeluznante bombardeo de opiniones, manifestaciones de solidaridad,
interpretaciones jurídicas y silencios oficiales, pero lo peor en el clima
político es la incertidumbre que se ha ido adueñando del país en razón de una
circunstancia sobrevenida, de la que se dice poco y se calla mucho.
En este punto la causa sobrevenida
toma ribetes abstractos, misteriosos, aun cuando pareciera estar muy clara. “Sobrevenido”
es todo acontecimiento que no haya sido contemplado en un cronograma o plan; “sobrevenido”
es aquello que surge imprevisto y, por tanto, obsta el desarrollo de los planes
que se establecen siguiendo pautas estandarizadas. Lo sobrevenido tiene que ver
con una situación desconocida a la hora de asumir un compromiso, un rol o
simplemente una posición u opinión que a la postre puede interferir de manera abrupta
sobre las acciones de una persona o grupo de personas.
También, en el mismo contexto,
aparecen dos nociones excluyentes: “falta temporal” y “falta absoluta”. La
pregunta que surge es: ¿qué implica una falta? Tomemos dos términos elementales
para definirla: ausencia, carencia. Sin medias tintas. Una falta
nunca podría ser relativa porque asumiríamos como válido un término lógicamente
imposible, “semipresencia”. En este sentido, la lógica me dice que “estoy”
(presencia) o que “no estoy” (ausencia); los dos términos me obligan a pensar
rigurosamente en un sentido temporal o permanente. En este punto debo resumir: el
no darse en el tiempo previsto la juramentación del Primer Mandatario Nacional,
por una causa sobrevenida, es decir, un imprevisto, demandaría obligatoriamente
una declaración de falta temporal o de falta absoluta; sin dejar espacio para
una interpretación/declaración tan indefinida como la que atizan los más altos
funcionarios gubernamentales, que genera por sí sola una suerte de limbo
constitucional: El Presidente está pero no está.
Si se hubiese hablado cuando era
necesario hablar, aun saltando por encima de las conveniencias políticas y de
poder, hoy otro gallo cantaría: no sería necesario callar cuando menos se debe
callar. El silencio deja abiertas las compuertas del dique incontenible que es
el rumor, lo que desencadena medidas de censura y autocensura y el despliegue
de estrategias de interpretación jurídica que resultan capciosas al ojo de los
analistas, que abundan en circunstancias
tan confusas. Lo más preocupante son las fisuras jurídicas que aparecen en el
blindaje del aparato de Estado, el mismo que hasta hace poco parecía sólido e
inquebrantable, sólo por no asumir a tiempo lo que hoy se pretende “sobrevenido”.
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* Prof. Dpto. Currículo y Admón. Educativa UDO-Sucre
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