jueves, 19 de enero de 2012

Educación: el derecho a ser persona

REGIÓN, jueves 19 de enero de 2012 / p. 14


Prof. Ramón Ochoa
Dpto. Psicología e Investigación Educativa UDO-Sucre
udistasns@gmail.com


Nacemos, y si alguien se ocupa de nosotros por un tiempo, sobrevivimos. La calidad de vida de los humanos está mucho más determinada por la educación (no solo la formal sino la cultura toda) que por la biología. La inclusión de la educación como un derecho humano fundamental y como una obligación de los estados nacionales nos ratifica que sin educación no hay vida humana o que, si existe, está muy cerca de un nivel infrahumano.
La Educación básica incluye los conocimientos y habilidades que cualquier venezolano debería poseer en cuatro grandes áreas: leer y escribir correctamente en nuestra lengua, dominar las operaciones aritméticas y los principios matemáticos básicos, conocer las nociones elementales de las ciencias naturales y sociales, y formar en valores morales y cívicos como la democracia, la libertad, la justicia, la solidaridad, el respeto y la honradez. A pesar de ello, en nuestras aulas universitarias, cada vez con mayor frecuencia, encontramos a bachilleres que no saben leer ni realizar operaciones básicas de cálculo, que no saludan cortésmente y que lanzan desperdicios al piso. La realidad nos asalta y nos grita que estamos fallando en nuestra educación, debemos oír ese clamor y rectificar, defender nuestro derecho y ejercerlo.
En defensa de la vida debemos ejercer el derecho a tener una educación de calidad, que nos permita satisfacer nuestras necesidades al mismo tiempo que desarrollamos nuestras potencialidades. En ese sentido, resulta muy bueno que los estados intenten eliminar o reducir significativamente el analfabetismo, pero esto no es suficiente si no se acompaña de un conjunto de estrategias sistemáticas dirigidas a promover la curiosidad, la necesidad de saber, la capacidad de analizar y, junto con ellas, la lectura comprensiva. La lectura debe ser una herramienta fundamental para la interacción y dominio de nuestro mundo, caracterizado hoy como sociedad de la información y del conocimiento. La lectura permite, además, el goce y disfrute estético que propician la elevación espiritual. Hace algunos años se hablaba con espanto del analfabetismo funcional y hoy, sin haber superado aquel, se habla también de analfabetismo tecnológico, digital, electrónico, etc. Esto quiere decir que nuestra educación formal no logra sus objetivos.
Defender el humano derecho a educarnos significa velar porque nuestros docentes se formen mejor, que las instituciones de formación docente sean bien atendidas y dotadas, que los sueldos de los profesionales de la docencia estén acordes con las altas responsabilidades que deben cumplir, que el ingreso y prosecución en la carrera docente esté supervisado, que la supervisión esté orientada por los más altos criterios profesionales. Esto no ocurre en nuestro país, donde, y aunque nos duela decirlo, cualquiera puede ejercer como maestro.
Desde hace unos meses la opinión pública nacional se ha conmovido por el anuncio de la incorporación de un conjunto de médicos integrales comunitarios a los servicios de salud del país. Con un impacto considerablemente menor en esa misma opinión, desde hace algunos años también se ejecuta el programa nacional de formación de educadores: Misión Sucre, un programa paralelo que, en cuatro años, con muy pocas materias y con acentuados sesgos proselitistas, dice formar a docentes bolivarianos. ¿Acaso es menos digna de alarma esta realidad que la del ejercicio de los médicos integrales comunitarios? ¿O simplemente la ignoramos?
La improvisación en la formación de docentes implica graves riesgos para nuestro futuro. En la Zona Educativa del estado Sucre un cartel anunciaba que sólo se procesarían solicitudes de empleo para los egresados de la Misión Sucre… ¿Exclusión socialista?
La pérdida de calidad de la educación pública nos afecta a todos, pero de peor manera a aquellos que, por sus condiciones sociales, no pueden acceder a otra. La obtención de títulos y grados que no promueven el desarrollo de nuestras capacidades y no facilitan el ejercicio de nuestra ciudadanía constituye una estafa… Y la pagaremos muy caro.

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