UDISTAS
Región, 10-04-2013, p.14
Graciela
Acevedo *
Hay imágenes
que representan la totalidad de los deseos humanos; el cielo es una de ellas.
Está en la imaginería; la utilizan los poetas; es la promesa de todas las
religiones; la dibujan todos los niños del planeta. Necesitamos la imagen del
cielo para el resguardo de lo más sagrado; en él habitan los seres
trascendentales, todos los dioses de los pueblos, todos los santos y los
ángeles de la tierra… Hacia el cielo enviamos las esperanzas y a veces sentimos
que sólo del cielo nos llegan las soluciones.
La palabra
cielo es usada como sinónimo de alegría; por ello el cielo puede ser
simplemente la vivencia de la patria, la felicidad de la familia, la conjunción
con la pareja, la risa de los hijos, el encuentro con Dios, la consecución de
la paz. La búsqueda del cielo puede
ser, sin utopía, una forma de vida en la que comprometemos lo mejor del trabajo
de cada uno para progresar como sistema social, para construir bloque a bloque
las viviendas de nuestros hijos, para tener la libertad de profesar al(los) dios(es)
del presente y del futuro, para constituirse desde las aptitudes particulares,
para vivir en la tranquilidad -como contraparte del poder que entregamos cuando
damos el voto-, para defender la patria.
Yo he
enviado al cielo mis peticiones para que, como ha ocurrido por siglos en el
planeta, se conjuguen las promesas del cielo con las necesidades de los hombres
en la tierra. En estas peticiones me acompañan todos los que entienden que
necesitamos un país de inclusión, de solidaridad, de trabajo, de libertad,
sobre los valores de la honestidad, de una democracia auténtica que no sea una
mera forma sustentada en instituciones plegadas al poder como ocurre en la
dictadura. Comparto estos deseos con todas las personas que desean un país
mejor, sin distingo de su ubicación ideológica con respecto al poder.
El 14 de
abril volveremos a votar para intentar apuntalar el cielo de todos los días, el
paraíso concreto que entra por los cinco sentidos, por la mesa que se nutre del
supermercado, de la industria, por la ciencia y el arte libres, por el aire de
nuestras ciudades; para vislumbrar la gloria de ver crecer a los hijos y nacer
a los nietos, para fundamentar la paz y el ambiente de seguridad necesario,
para que dejemos de ejercitar lo político por encima de todos nuestros otros
requerimientos humanos, familiares y profesionales.
Me atrevo en estas líneas a
pedir un momento de reflexión sobre los síntomas que presenta nuestra sociedad,
signos que nos hacen vivir el país como un limbo interminable (escasez, intolerancia,
delincuencia, resentimiento entre familiares, corrupción, devaluaciones
consecutivas, degradación de los servicios públicos, desmantelamiento de las
instituciones, inflación...) y a solicitar que el 14 de abril hagamos presencia
en las urnas electorales y votemos
asumiendo nuestra enorme responsabilidad para salir del limbo.
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*Profa. Dpto. Sociología UDO-Sucre
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