UDISTAS
Región, 03-04-2013, p.14
Henrry
Lezama*
Las elecciones del 14 de
abril son una oportunidad que se nos brinda para salir del hipnotismo
colectivo. Entre la testarudez de un pueblo que se niega a ver lo evidente
(colas, escasez, inflación, inseguridad, sueldos de miseria, instituciones
educativas decadentes, pésimos servicios hospitalarios, etc.), la resignación para
quienes “cualquier cosa es mejor que nada” y la apatía de otros que, a pesar de
su descontento, se niegan a votar, se posterga una agonía que desafía la lógica
y el sentido común.
De ganar Maduro, la
responsabilidad que pudieran tener aquellos que tradicionalmente “no le dan su
voto a nadie” o los que se han decidido a no hacerlo producto de la frustración
de las recientes derrotas, me hace pensar en aquel chiste del hombre que se
está ahogando, pide a Dios que lo salve, rechaza varias oportunidades (tronco,
bote, helicóptero), muere y al llegar al cielo le reclama a Dios por qué no lo
salvó.
La oportunidad está aquí y no
aprovecharla sería suicida. Lo que dicen que va a suceder de legitimarse Maduro
en el cargo ya está aconteciendo; solo se agravaría. Las recientes tensiones en
el gremio de actores y cantantes así lo demuestran. Las acusaciones de
intolerancia de ambos bandos son sintomáticas de los tiempos por venir. Resulta
cínico de parte de los pro-oficialistas reclamar tolerancia a colegas y
audiencia cuando saben el tipo de “tolerancia” que tiene el gobierno con
aquellos trabajadores de alcaldías, gobernaciones o empresas del Estado que se
atreven a expresar ideas contrarias a las del gobierno.
Aunque
la incapacidad gerencial que nos ha llevado a la presente crisis económica,
política y social, aunada al desparpajo de la corrupción oficialista debería asegurar
la victoria de Capriles en las elecciones, veo con profunda preocupación el
optimismo ingenuo de algunos voceros que asumen que, no siendo Chávez el
candidato, el voto chavista se reduce a cifras de elecciones parlamentarias o
regionales. Si de algo se han asegurado los propagandistas del oficialismo es
que Chávez, no Maduro, sea el candidato. Para
las bases del chavismo, Maduro siempre dijo la verdad y su falta de experiencia
administrativa es irrelevante. Poco importa, además, que sean los que antes no
servían (porque el bueno era Chávez) los que ahora vayan a gobernar. En nombre
del duelo y la autoflagelante disciplina que exige el chavismo, “incentivados” por los mecanismos de coacción
que el gobierno ha perfeccionado, y ayudados por la logística que los recursos
del Estado puede pagar, ellos votarán en masa. De modo que queda de parte de
los indecisos, los intimidados y los abstencionistas decidir el futuro del país.
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* Prof. Dpto. Idiomas Modernos
UDO-Sucre
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