miércoles, 24 de abril de 2013

Cacerolas, paciencia y un pollo de Mercal


UDISTAS

Región, 24-04-2013, p.14



Adriana Cabrera*


¿Ha podido algún ciudadano venezolano ponerse al margen del proceso político que vivimos? Han sido días agitados, abrumadores y veloces, tensos. A los ciudadanos nos ha tocado vivir en un momento político muy complejo, lleno de peligros conocidos (por su semejanza con algunos de 1998 y del 2002) y otros nuevos, con innovaciones comunicacionales como las redes sociales que se han incorporado a la cotidianidad del país. Esa dimensión de la vida política, que se define a la vez en la escala del individuo común y de la masa que crea matrices de opinión y valoración de la realidad, es cardinal para la definición de una imagen de país y para la configuración de la gobernabilidad.

La pugnacidad en este ambiente de alta polarización atraviesa los entornos más particulares de una población dividida a la mitad: la relación de cada persona con sus afectos y su propia racionalidad; la forma como enfrenta la devaluación, la escasez, la inseguridad, el acceso limitado a la justicia, el manejo tendencioso de la información, la discriminación política, entre otros aconteceres concretos. En estos terrenos se juega la concordia ciudadana, la paz del país. Que los liderazgos comprendan esa circunstancia plural, dinámica y frágil es lo que los enaltece o los desmorona. El tiempo mostrará cuál liderazgo comprendió mejor nuestras circunstancias. Sin embargo, tengo la impresión, como ciudadana común, con el auxilio único que me da la percepción de mi propio entorno y un juicio informado sobre éste, de que el país anhela hermandad y contempla la posibilidad de la conciliación. El simulacro bélico convocado por el proclamado presidente tuvo un eco pobre, y se transformó más bien en una batalla de cohetones lanzados desde las instituciones del Estado contra cacerolas opositoras. En el medio, algunos incidentes violentos, pero ningún CDI incendiado. Los focos más graves de violencia fueron orquestados por grupos armados; en general, los ciudadanos acataron el sentido común que pareció faltarles a quienes llamaron a la confrontación e insisten en desconocer que, para caminar, este país necesita de ambos pies.

Tengo, como la mayoría, la esperanza puesta en que la paz prevalecerá, y en que es sólo asunto de perseverancia y paciencia el reconocernos como iguales por encima de nuestras diferencias. Más difícil será desterrar de nuestra concepción del mundo algunos modos de degradación del otro que nos han querido hacer ver como procederes legítimos. Ilustraré este punto con un dolor. Este argumento circuló por las redes sociales: “El p… no es que toques cacerolas, el p… es que allí cocinas el pollo de Mercal”. Qué tristeza. Afortunadamente, este pacífico pueblo bravo, oficialista o no, se niega orgullosamente a ser reducido a un pollo de Mercal.

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* Profa. Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre

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