REGIÓN, miércoles 12 de octubre de 2011 / p. 14
Profa. Francys Peretti
Dpto. Idiomas Modernos UDO-Sucre
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com
Las virtudes de los seres humanos son joyas invaluables de la vida colectiva: la lealtad, la honestidad, el respeto, la tolerancia, la comprensión, el sentido de libertad y de buena voluntad… Es sumamente difícil convivir en cualquier medio social si estos atributos están ausentes. Todas las personas deberíamos exhibir estas virtudes al punto de que sean principios o valores que guíen nuestro comportamiento. Ese es el deber ser de todos como ciudadanos, y no debería dejar de serlo para los docentes universitarios, porque desde este ámbito educativo se participa de modo decisivo en la construcción de actitudes positivas que fortalezcan en nuestros educandos su desarrollo moral.
Existen diferentes tipos de lealtad; asociadas a esta palabra aparecen las nociones de nobleza, honestidad, honradez, rectitud y otras que refieren siempre al ámbito del pundonor, al comportamiento adecuado. Nos debemos lealtad a nosotros mismos, a nuestros padres, amigos, parejas, guías, etc.; como profesores universitarios se la debemos a nuestros estudiantes, a los colegas y a nuestra institución.
De la claridad de estos principios parte todo el proceso que nos hace ciudadanos y el respeto que debemos a todo y a todos. De allí la noción generalizada de activar la serie de deberes y derechos, que deben complementarse para el logro del bienestar público. Eso vale también para lo académico, lo político y lo gremial. Todos debemos ser leales a nuestros pensamientos, sí, pero también a los principios y valores que rigen los asuntos colectivos. Por eso esperamos que la actividad gremialista deba llevarse a cabo con honestidad y transparencia.
Se espera que en nuestra Universidad interactúen diferentes pensamientos políticos; es lo que se aplaude en todo contexto plural y democrático. Esas diferencias políticas nunca deben ser razón de separación, sino más bien de unión entre quienes de verdad queremos una academia de altura, en donde cada quien pueda aportar su granito de arena.
La política como tal no es mala; es más certero pensar que ciertos líderes no han sabido hacerle honor a lo que la política representa, y no han sabido usarla sino en beneficio personal. Todo liderazgo universitario debe basarse en acciones honestas y claras, en el respeto y la tolerancia, en la comprensión hacia lo que nos rodea, en la idea de libertad y en la buena voluntad de hacer lo que es favorable para todos, y no sólo para un grupo. Un líder debe ser un ejemplo, una persona que sabe sus limitaciones y sus posibilidades, y que sabe cuándo resaltar las virtudes de los otros y sus propias virtudes para el logro de las metas. Ninguna gestión gremial, o de gobierno universitario debería, por principio, ser mezquina o individualista, como tampoco debe partir de posiciones irrespetuosas y deshonestas.
Sin embargo, se presentan determinadas posiciones políticas que reflejan que quienes las asumen, lejos de privilegiar la búsqueda de lo mejor para la Academia, sólo insisten tercamente en la obtención de beneficios propios. La falsedad, el disimulo, la trampa, la inconsistencia política, utilizadas como mecanismos para acceder a cargos (comportamientos alimentados, muchas veces, por rencores), resultan indecentes e inaceptables. En circunstancias importantes la ambición personal y la irreflexión conducen a algunas personas, en nuestro ámbito, a cometer errores que al final perjudican a nuestra Universidad y a la comunidad universitaria.
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