“¿Para qué poetas en tiempos de penuria?”, expresaba Hölderlin, uno de los poetas fundamentales de la cultura occidental. Sin pretender hablar desde el lugar de la poesía (lugar sin lugar) ni asumir su voz múltiple, tomo esta frase tan cargada de sentido sólo para, a partir de esta inquietud profunda, hablar de mi inquietud concreta, la de estos tiempos.
Ejercitando mi acostumbrada y civil práctica dominical, heredada de mi padre desde muy joven, de leer con atención la prensa, en este caso El Nacional del 26-10-2010, me he sentido reflejado en visiones y enunciados de varios de sus textos. Así, mi sentir encuentra eco en la frase del editorial: “El oficialismo se coaligó para secuestrarles las Navidades a todos los venezolanos. Este diciembre (…) será recordado como una pesadilla”. También en la voz de la valiente Milagros Socorro: “El día de Navidad de 2010 amaneció en un país en dictadura” (revísese la acepción original del término). Y Rodolfo Izaguirre, con las irónicas y sutiles palabras de su columna, nos recuerda que “cada vez que el militarismo asalta el poder [y] nos aleja de la alegría del vivir”.
Un pesar, una desazón me ha marcado la vida de estos días, mejor dicho, particularmente en estos días, y es la que captan parcialmente los textos citados. Me pregunto, como muchos lo han hecho y lo siguen haciendo: ¿a dónde hemos llegado? ¿de qué se trata toda esta vorágine combinada de abusos, descaros y fingimientos gubernamentales u oficiales?
Ya la terrible constatación de la ausencia de políticas nacionales frente a los desastres y los riesgos (mantenimiento y creación de vías, apertura de refugios en condiciones humanas, etc.), y la reconfirmada ineptitud para la atención de las necesidades de vivienda, por parte del gobierno actual (planes y presupuestos vienen y van), nos habían generado un profundo malestar ante las desgracias vividas por numerosos venezolanos.
Para finalizar el año, como “regalo de Navidad y Año Nuevo”, el gobierno nos ha anunciado un estado (de penuria) consistente en la instauración de varias medidas económicas de restricción, incomprensibles a la luz de una economía que, como ninguna anterior, ha recibido ingentes recursos económicos, los cuales han sido administrados con tal grado de discrecionalidad y demagogia que el gobierno del recientemente fallecido Carlos Andrés Pérez resulta una gestión ascética.
En un campo más particular, dentro de ese tinglado de leyes aprobadas a última hora, varias de carácter muy preocupante, como las referidas a las telecomunicaciones, se nos obsequia algo especialísimo: la Ley de Educación Universitaria. Sin haber sido presentada oficialmente a la discusión y contribución de los más amplios sectores universitarios, como sería de esperar de un gobierno que enarbola la democracia participativa y protagónica como bandera, se aprueba literalmente como un “madrugonazo”, sin importar las críticas y proposiciones expuestas por algunas personalidades del quehacer universitario. Hasta el propio Rigoberto Lanz, figura identificada con el oficialismo, critica el modo como se llevó a cabo (ver “Universidad: salir del marasmo”, El Nacional, 26-12-10, p.6).
Aunque no he accedido a la versión aprobada (hasta el 27-12 no había sido publicada en Gaceta Oficial), el proyecto sometido a la AN permite advertir aspectos muy graves como: la merma de la autonomía, el incremento de las atribuciones del Ministerio de Educación Universitaria, la inexistente atención a la calidad de la educación universitaria, el desconocimiento del concepto de docente (ahora “trabajador académico”), entre otros, que deben ser tratados a profundidad.
Los tiempos que nos tocan son, sin duda, duros y difíciles. Una mentalidad crítica y responsable no puede ignorarlos. La alegría del vivir es también una responsabilidad. A propósito de este fin de año y de nuestro compromiso, vuelvo a Hölderlin: “¡Ven pues! para que miremos a lo Abierto, / para que busquemos algo propio, por distante que esté.”
Prof. José Malavé M.
Dpto. Filosofía y Letras
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com
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