Miércoles 25 de mayo de 2011 / p. 18
Contrario a las apariencias, y sobre todo al mediático discurso colectivista, los espacios y algunos servicios públicos han devenido en cotos de particulares en desmedro de las mayorías. Algunos ejemplos sirven para ilustrar este planteamiento.
La seguridad personal es sin duda una de las mayores preocupaciones para la sociedad venezolana. A pesar de ser un derecho ciudadano y su garantía una obligación del Estado, el gobierno hace muy poco para combatir a los maleantes y delincuentes. Las tendencias que ya se perfilaban se han acentuado: incremento de la criminalidad en general, aumento de los homicidios en particular, creciente impunidad, etc. Como consecuencia de esto, las personas y comunidades han tomado la justicia en sus manos y los linchamientos no son raros, como no lo son, ahora tampoco, la contratación de sicarios para este fin El aumento de cercas electrificadas, mayor presencia de vigilancia privada y el cierre de calles, callejones y urbanizaciones es clara expresión de los esfuerzos de los individuos por proveerse de la seguridad que el Estado/gobierno no proporciona.
Las calles, plazas, aceras y cualquier otro espacio son ocupados por buhoneros sin que ninguna autoridad lo regule o controle, y los que no están siendo usados por los microcomerciantes presentan tal estado de abandono e inseguridad que pocas personas se atreven a visitarlos Paradójicamente, como resultado de esto, los centros comerciales se han convertido en el principal sitio de esparcimiento para los ciudadanos. Quién diría que las políticas públicas (o la ausencia de ellas) en un gobierno dizque socialista revalorizaría estos “templos del consumo”. En el tránsito automotor reina el caos: no se respetan las paradas, nadie controla el ruido de escapes y de equipos de sonido, y los colectores de los microbuses dirigen la circulación vehicular según su interés, incluso delante de los oficiales de tránsito, quienes se resguardan del sol o hablan por teléfono.
La electricidad, servicio público prioritario, está tan mal administrado y es tan ineficiente que importantes sectores de la comunidad se han equipado con plantas generadoras para paliar la incomodidad producida por los constantes y cada vez más prolongados apagones. Diga usted si no se privatizó en la práctica un servicio que por años fue relativamente eficiente. Claro, no todo el mundo puede adquirir equipos tan costosos por lo que en la mayoría ocasiones el pueblo se alumbra con velas y linternas.
La tan pregonada seguridad social significa realmente que quien no posee un seguro de hospitalización, cirugía y maternidad se muere de mengua en hospitales y ambulatorios sin dotación por lo que los pacientes o sus familiares tienen que procurarse (privadamente) los medicamentos y artículos que los médicos necesitan para la atención en esos centros. La inversión en salud pública básicamente ha servido para oxigenar al gobierno cubano y mientras tanto repuntan los índices de enfermedades anteriormente controladas. La mejor muestra de la eficiencia pública en materia de salud es que ningún miembro del gobierno (aun de rango medio) que requiera atención médica acude a la red hospitalaria pública (a menos que sea en Cuba).
En el Núcleo de Sucre de la UDO también tenemos muestras de esta eficiencia socialista: inseguridad que campea en el campus, desorden en la ocupación de los espacios, aplicación discrecional de normas y reglamentos, y más recientemente los docentes debemos pagar con nuestro menguadísimo salario por la compra de artículos de limpieza, de bombillos, así como por la reparación y mantenimiento de aires acondicionados y computadoras; servicios y recursos que la universidad debería proporcionar.
Mientras que las universidades públicas autónomas son cercadas presupuestaria y jurídicamente, las recientemente creadas con recursos públicos son convertidas en espacios privados para el uso, disposición y disfrute del PSUV.
Prof.Ramón Ochoa
Dpto. Psicología e Investigación Educativa