Desde el juramento sobre “la moribunda” (1999) hasta nuestros días, el país vive una polarización cada vez más acentuada. Si pudiéramos medirla con las escalas que se utilizan para los terremotos, 7,5 grados resultarían pocos. El gobierno -utilizando a su antojo los ingentes recursos de la renta petrolera- se ha empeñado en imponer un enmarañado modelo de producción alternativo al capitalismo, modelo que promueve la economía socialista -camuflada de economía social- como instrumento de políticas públicas. El sector privado y el tercer sector se apegan a sus principios y mantienen su disposición favorable a la aplicación de acciones contundentes de “Responsabilidad Social”.
Importa remarcar que la recuperación de la capacidad de diálogo entre todos aquellos a quienes les duele el país, pasa a ser más que nunca la condición primordial de cualquier iniciativa orientada a la formulación de una agenda de políticas públicas para promover una auténtica Economía Social.
Así será posible establecer un mecanismo de aprovechamiento racional de la renta petrolera. Un mecanismo que permita disponer de ese ingreso adicional sobre todo para apuntalar el desarrollo y, en los momentos de crisis, como instrumento de política económica anticíclica (recordemos el relato bíblico de las siete vacas gordas y las siete flacas). Otros pueblos encontraron la solución al mismo problema; primero, los holandeses -que nos legaron el nombre de la enfermedad socioeconómica causada por los ingentes recursos petroleros: “la enfermedad holandesa”- y luego los noruegos -que de exportadores de madera pasaron a exportar petróleo, sin enfermarse-. A nosotros nos queda retomar la advertencia de Pérez Alfonzo: “nos estamos hundiendo en el excremento del diablo”. Solo entonces podremos empezar a repensar nuestro propio modelo productivo y el rol que en este debe jugar la Economía Social.
Es indispensable salir de la discusión entrampada entre “modo de producción capitalista” vs. “modo de producción socialista”, y simultáneamente debe estudiarse la forma de la trampa y entender la esencia del “capital”; este, desde mi reelaboración teórica, hay que concebirlo como un activo o valor que -de manera periódica u ocasional- es anticipado, permitiendo activar un proceso productivo, por medio del cual se amplían las posibilidades de generar beneficios, rentas o intereses”. El rasgo característico de las economías modernas es la superación de la división entre “sector privado” y “sector público” -al primero tocarían las actividades comerciales, al segundo las sociales-, pues tales economías se entienden como lo que son, es decir, “economías plurales”. Esto implica repensar la manera de llevar a cabo las actividades económicas, insertando en ellas las dimensiones sociales y revalorizando teórica y prácticamente el “mercado”, entendido como el lugar de la negociación y -no nos asombremos, lector- de la democracia, pues, a la inversa de lo que generalmente se ha tenido como verdad, en las economías modernas la negociación tiende a darse crecientemente como gestión democrática (un tema vital que profundizaremos en otra oportunidad).
La economía venezolana no es una “economía moderna” porque, sustancialmente, no es una “economía plural”. El peso de los recursos de la renta petrolera pone el sector público en una posición hegemónica, tanto en la generación del PIB como de empleo. Sin embargo, también en Venezuela existen experiencias orientadas con criterios modernizadores; por eso tendremos como herramienta de experimentación y consolidación la praxis: de las empresas públicas, de las empresas privadas y de las organizaciones de la economía social.
Para explicar la relación entre mercado, Estado y sociedad, recurrimos a esta analogía: la sociedad es como un jardín, en donde el tipo de mercado es la forma del jardín, las empresas son las flores y el Estado sería el jardinero. Ahora bien, el jardinero, si quiere que el jardín luzca de lo mejor, debe preocuparse del conjunto, esto es, garantizar las condiciones generales para que las flores florezcan y luzcan por sí mismas, haciendo lucir también el jardín. Todo esto, ampliando una frase ya famosa, se puede sintetizar en una relación triangular para la formulación de políticas públicas que fortalezcan la Economía Social: "tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario y tanta sociedad como sea deseable”.
Prof. Mario Fagiolo
Escuela Ciencias Sociales
udistasns@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com
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