Desde la efímera aparición de la Ley de Educación Universitaria, vetada para que se reconsiderara su contenido, después de una apresurada aprobación, ha quedado como una especie de halo fatal en la sociedad venezolana y sobre todo en los sectores ligados a la vida de las universidades públicas y autónomas, que no están bajo la égida del gobierno. La mayoría de estas universidades han sido duramente cuestionadas; desde las más altas élites gubernamentales hasta los corrillos estudiantiles revolucionarios en boga hoy día, despotrican en torno a los manejos administrativos, las concepciones curriculares y los basamentos filosóficos que rigen la labor de estas casas de estudios.
No quiero menospreciar juicios ni posturas ideológicas, pero sí me gustaría analizar algunos de los elementos que se presentan como alternativas en pro de una universidad para la “revolución”. La universidad es, no sólo por mandato constitucional, sino también por derecho universal, un espacio para el debate y la investigación; en ella deben cohabitar con absoluta libertad todas las corrientes del pensamiento, tanto científico como humanístico. La universidad es un centro político por naturaleza propia y, por ende, debe ser plural. No se puede concebir la universidad bajo el control absoluto del gobierno y una única corriente de pensamiento; retrocederíamos a la universidad dogmática del más rancio abolengo medieval. Dice Edgar Morin que a partir de 1809 la universidad pudo dar libre curso a su libertad interna, instituir su autonomía desprendiéndose del cordón que la ataba a la religión y al poder. Ambos la hacían perder su esencia e involucionar.
Atacar y pretender desarticular un sistema universitario consolidado, firme, de entrañable tradición social, repitiendo argumentos tan poco sustentados, o generalmente manipulados, como la exclusión y el carácter elitista, es una muestra de incomprensión de la alta función intelectual que constituye la naturaleza misma de la universidad, y conduce a un injusto clima de desasosiego.
Es cierto que desde hace tiempo varias instituciones universitarias venezolanas entraron en un proceso paulatino de desarticulación con la sociedad, producto de desacertados procesos políticos que se incubaron en ellas y relegaron en muchas oportunidades las prioridades académicas e investigativas y la necesidad de transformación propia, vitales para la formación de profesionales consustanciados con las condiciones socio-económicas y culturales de sus regiones. Contra eso hay que luchar; es necesario debatir y construir un nuevo modelo universitario. No obstante, no pueden desconocerse los avances alcanzados por la universidad venezolana desde la pasada etapa dictatorial.
Por otro lado, en los últimos años se ha ido superponiendo un nuevo sistema universitario, forjado sobre una visión ideológica válida dentro del universo posible de opciones, pero con una peligrosa inclinación sectaria; sistema de creciente demanda estudiantil, circunstancia plausible en un país cuya población ha pasado vertiginosamente de un poco más de diez de millones de habitantes a casi treinta millones en las últimas dos décadas, que además requiere otras oportunidades para su formación académica y profesional, y nuevos modelos y métodos.
Pero es reprochable que la constitución de ese nuevo sistema se haya dado enarbolando como bandera un supuesto fracaso del sistema tradicional de universidades nacionales y el cuestionamiento de sus métodos de formación, administración y elección de autoridades, factores que llevan a una inquietante situación de protesta en diversos sectores de la sociedad venezolana. La propaganda de descrédito quizás se oriente a provocar el resquebrajamiento institucional y la intervención del sistema de universidades autónomas, deseada por muchos incautos o por siniestros personeros y líderes resentidos.
Contra eso también se debe luchar, en defensa de nuestra universidad.
Prof. José Marcano Carpintero
Dpto. Currículo y Administración Educativa
marcanocarpintero@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario