Publicado en el diario Región el miércoles 04 de enero de 2012 / p. 14
Prof. José Marcano Carpintero
Dpto. Currículo y Admón. Educativa UDO-Sucre
marcanocarpintero@gmail.com
udistasns@gmail.com
Una mañana de noviembre me dispuse, como de costumbre, para una jornada de revisión de trabajos y exámenes de mis estudiantes. Delante de mí tenía un gran fajo de hojas rayadas, apretujadas con las múltiples caligrafías de mis estudiantes de la sección de Principios Generales de Educación. Con cuidado fui revisando cada trabajo, pero en donde supuse encontraría ideas, conceptos y posturas filosóficas interesantes sobre el apasionante tema de la Educación, encontré, para mi decepción, las mismas palabras e ideas repetidas hasta la saciedad, mal redactadas, incoherentes, provistas de esa frialdad propia de palabras ajenas que pretendemos hacer nuestras. De pronto, en la duodécima hoja que leía, pude apreciar unos niveles de lenguaje y redacción bastante aceptables, cosa que, por desgracia, últimamente se ha hecho poco común en los primeros niveles de educación universitaria. Me asaltaron las dudas, pero seguí leyendo. Repentinamente, un cambio en el estilo de redacción saltó a la vista y luego otro. Termino la lectura y vuelvo a dudar: ahora mi mano se detiene justo antes de colocar la nota. Aparto aquel trabajo para calificarlo después.
Continúo en mi faena. Leo cinco o seis trabajos más y el discurso en un nuevo remedo de ensayo me resulta conocido. Vuelvo mi atención a aquel trabajo que antes había apartado del fajo, comparo: ¡Las mismas palabras! Voy raudo hasta la computadora, tecleo el encabezado en un explorador y en la pantalla aparece el texto íntegro, el mismo de los trabajos presentados por mis estudiantes (a la postre resultaron ser cinco) que en una frenética y burda operación de “corte y pega” intentaron dar vida a un discurso, sin orden ni coherencia, y que, cual monstruo de Frankenstein, se revirtió en contra de sus creadores.
El “fenómeno Frankenstein” pareciera cobrar vida nuevamente en pleno siglo XXI. No se trata esta vez del aborrecible intento de dar vida a seres antropomórficos, constituidos con despojos de cadáveres, como lo hizo el sombrío personaje de la novela de Mary Shelley (1818); tampoco son los “cadáveres exquisitos” surrealistas del siglo XX, interesante técnica de creación literaria colectiva, donde muchas manos escriben algo con intención poética. No. El “fenómeno Frankenstein” en este caso se ha apropiado irracionalmente de la academia, y, en particular, de la investigación. Una tendencia que va creciendo desmedidamente, incluso en sociedades de reconocida tradición académica.
El “fenómeno Frankenstein”, por dar una denominación con sentido gráfico de lo que representa el episodio antes descrito, la práctica irresponsable de plagiar y armar textos a partir de los retazos de textos de otros autores y presentarlos como propios, es hoy una práctica habitual, una poderosa y grave realidad en el ámbito universitario, convertida además en un negocio de pingües ganancias. Muchos de los trabajos que llegan a nuestras manos son el resultado del “corte y pega”, en su mayoría de sitios web que han sido prostituidos por el abuso: wikipedia, rincondelvago, monografias.com, etc. El “fenómeno Frankenstein” expresa realidades que van desde malos hábitos de estudio, disposición para delinquir, falsa autoría, incompetencia para la investigación, hasta encubrimiento de plagio, amparado en la mediocridad académica y la negligencia; es una actitud común de muchos estudiantes con la anuencia discreta del profesor. Y como reza el viejo refrán: “No es culpable el ciego sino quien le da el garrote”.
Los inventos del Dr. Frankenstein y sus trágicos resultados, narrados en la obra de Shelley, parece que no tuvieron mayor trascendencia en la vida cotidiana de la sociedad de la época, más allá del morbo, las críticas literarias y unas cuantas versiones cinematográficas de la criatura monstruosa. No obstante, lo que hoy representa el referido “fenómeno Frankenstein”, para el desarrollo académico y cultural de las nuevas generaciones de profesionales, raya en la mediocridad y el descalabro ético.
Mensaje de Año Nuevo
El grupo UDISTAS envía a sus lectores deseos de paz, salud, prosperidad y esperanza en el año que se inicia. El 2012 será un tiempo lleno de posibilidades para modificar nuestra realidad. Tenemos la convicción de que sólo el trabajo honesto, sostenido y con perspectiva (en lo académico y en lo político) rendirá los frutos anhelados: una universidad que vuelva a ser símbolo de esperanza y un país pacífico, pujante, inclusivo y tolerante. Contagiar esta expectativa, desde el ámbito universitario, es el propósito de esta columna que el diario Región generosamente posibilita. ¡Un muy productivo año nuevo para todos!
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