Prof. José Marcano Carpintero
Dpto. Currículo y Admón. Educativa /UDO-Sucre
marcanocarpintero@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com
En
las últimas semanas he tenido la responsabilidad de revisar los récords
académicos de jóvenes bachilleres, estudiantes de la Escuela de Humanidades y
Educación, con el objetivo de seleccionar a los cursantes de la Didáctica
Especial del Castellano y la Literatura, asignatura previa a la Práctica
Docente; ya en otras oportunidades había hecho lo propio con récords de
distintas especialidades, los resultados, similares en ambas oportunidades, me
mueven a escribir este texto.
En
el octavo semestre de la carrera cada estudiante debe haber aprobado una serie
de asignaturas en dos componentes esenciales (el docente y el
lingüístico-literario), que no sólo le brindan los conocimientos inherentes a su
especialidad, sino que permiten alcanzar la formación pedagógica y las
competencias didácticas y comunicativas necesarias para desempeñarse de manera
eficiente dentro de un aula. Ahora bien, más del cincuenta por ciento de los récords
revisados muestran un promedio de notas histórico de cuatro (4) puntos –en un sistema cuya mínima aprobatorio es cinco (5)–, el restante no pasa los seis (6) puntos; secuela de la
reprobación recurrente de asignaturas que, para agravar más el escenario,
suelen ser las neurálgicas en la formación base del profesor de Castellano y Literatura.
Dos
factores me preocupan sobremanera de esta situación: la carencia de un proyecto
de vida y la desidia. Si no hay compromiso, disciplina y un proyecto de vida
que permita al estudiante universitario priorizar sus necesidades académicas;
si tampoco existen los mecanismos institucionales internos, que regulen su
permanencia y egreso bajo ciertas exigencias de rendimiento y calidad, es
imposible desarrollar el ambiente académico necesario para la formación de
nuevos educadores. Eso se traduciría en un franco deterioro de la calidad de la
educación en los niveles de Educación Básica y Media, por causa directa de una
mala praxis pedagógica.
Otra
situación preocupante se desprende de este panorama: una considerable cantidad
de los miembros de la comunidad estudiantil de la EHE-UDO ha tenido un tránsito
nada halagüeño por otras escuelas y especialidades. Esos estudiantes, en un
intento por recuperar el tiempo perdido, han optado por migrar a especialidades
diametralmente opuestas, sin sopesar sus aptitudes vocacionales, sin medir su
disposición para asumir la responsabilidad de su propia formación intelectual;
sólo blanden una premisa: “Educación es más fácil”. Ahora ¿dónde radica esa
referida creencia sobre la facilidad de las Ciencias de la Educación?
Me
permito responder esta interrogante: la causa primaria de dicha creencia la
representa la carencia de mecanismos sistemáticos de selección y admisión de
los estudiantes de la Licenciatura en Educación; el acceso a la carrera se
obtiene con promedios de notas muy inferiores a otras de la misma universidad,
como Medicina, Informática o Bioanálisis, lo que representa cierto grado de
facilidad, al menos en el acceso. Las exigencias de las asignaturas y los
resultados posteriores demuestran lo contrario.
En el área de Castellano y Literatura, a pesar
de la formación académica de los profesores, de su disposición para la
investigación y de sus dotes pedagógicas, no se ha conseguido despertar, en la
mayoría de los estudiantes de esa mención, inquietudes que les predispongan
para el estudio y la investigación por iniciativa propia. Tampoco se ha podido
desarrollar en ellos la convicción ni la motivación necesarias para la
formación intelectual. Entonces, surge una pregunta pertinente: ¿estamos en
crisis? La respuesta es irrefutable: sí.
Pero
las crisis son necesarias. Cuando las estructuras se resquebrajan y el sistema
nos arrolla entramos en crisis, lo que nos permite (re)pensar(nos) para
construir, con otra visión y en otros formatos, un nuevo andamiaje. El bajo
rendimiento de nuestros estudiantes, evidente en sus registros de notas y en
incompetencias didácticas palpables, demuestra un estado crítico. Llegó el
momento de redimensionar el sistema, de empezar a construir la estructura
interna que permita mejorar sustancialmente el perfil de los nuevos educadores.
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