martes, 4 de octubre de 2011

¿DÓNDE ANIDA EL ESPÍRITU UNIVERSITARIO?

Miércoles 24 de agosto de 2011 / p. 14

Prof. José Rafael Díaz Ramos

Depto. Biología Marina, IOV

udistasns@gmail.com

http://udistasns.blogspot.com

Nuestra universidad muere de mengua ante la indiferencia de sus integrantes, de la ciudad y del país. Muchos afirman de manera simplista que es cuestión meramente presupuestaria. Sin embargo, no es así: con dinero no se resuelve la ausencia de ética, el oportunismo y el personalismo que medran en la institución -pienso esto mientras escucho las medias verdades de quien ha sido desleal y pretende nuestro apoyo-.

Cinco décadas de existencia no han sido suficientes para que se consolide una forma de actuar respetuosa a la normativa universitaria y al pensamiento del otro, condiciones imprescindibles para que la universidad cumpla cabalmente con su labor. Desafortunadamente, no hemos madurado lo suficiente para comprender que la dirección de los asuntos académicos, administrativos y gremiales debe ejecutarse basada en una planificación que permita alcanzar metas a mediano y largo plazo.

El apoyo a gestiones y a formas de gobierno caracterizados por una ejecutoria inmediatista cuyo único fin es mantener el poder a como dé lugar, nos hace responsables directos del fracaso de la institución. De nada sirven los arrebatos en los pasillos si a la hora de elegir a nuestras autoridades entregamos otro cheque en blanco a quienes no han cumplido con sus responsabilidades. De nada sirven las manifestaciones de indignación en las asambleas si luego con nuestro voto impedimos la aparición de formas diferentes de gobernar lo universitario.

Es difícil entender que quienes en ciertas ocasiones demuestran públicamente su inconformidad, apoyen, una elección tras otra, a las mismas personas y/o a los mismos grupos cuyas trayectorias después de una o varias gestiones tienen poco que mostrar en alcances positivos y mucho en incapacidad para gobernar. Prevalecen así los criterios poco universitarios: “me gusta” o “no me gusta”; a ese le conozco y me puede otorgar favores; y el “cuánto hay pa´eso”. Al momento de votar, olvidamos quién nos mantuvo contratados fuera de nómina por tantos años, quién nos obligó a trabajar más horas de las establecidas o en condiciones que violentaban el contrato colectivo, quién nos amedrentó para que apoyáramos una decisión arbitraria o a una persona que no estaba capacitada para ejercer un cargo, quién nos hizo esperar tantos años por el concurso de oposición, quién permite que los estudiantes decidan cuestiones en el Núcleo ignorando las instancias institucionales o los criterios profesionales, quién otorga equipos, permisos y becas, entre otras cosas, como si la universidad le perteneciera.

También olvidamos que una de las responsabilidades de quien ejerce un cargo es sentar opinión frente a las irregularidades y atropellos hacia otros miembros de la comunidad e informar a ésta sobre tales conductas, cuando ocurren. Es muy fácil salir de un Consejo Universitario, de Núcleo, de Escuela, o de una reunión gremial susurrando en voz baja las tropelías que se cometen. Se les hace saber a los allegados cuánta indignación se siente, pero no se enfrentan públicamente las arbitrariedades o negligencias de las autoridades. Es muy fácil ejercer un cargo, tragar grueso ante todos los desaguisados y luego “prender el ventilador” cuando estamos fuera de él. Estamos acostumbrados a aplaudir las denuncias post mortem.

Tampoco evaluamos si aquellos que hacen propuestas que todo el mundo quiere escuchar, se esfuerzan por ejecutarlas. El simulacro y la ilusión prevalecen sobre las críticas bien fundadas. Con rareza nos percatamos de lo falso de las exhibiciones bien administradas, de las apariciones e intervenciones de quienes tienen otros intereses subterráneos, de quienes no ejecutan pero se sienten con más derechos que todos… La experiencia de los últimos años no ha sido suficiente.

Todavía hay muchas piedras en el camino y la evolución requiere mucho tiempo. Tenemos el deber de fomentar la aparición de los espíritus críticos. Necesitamos la mesura y la humildad indispensables para reconocer los errores y asimilar sus enseñanzas. Nos falta mucho por aprender para hacer la universidad.

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