UDISTAS
Región, 22-08-2012, p. 14
José Rafael Díaz*
Vencer el 7 de octubre será tarea
fácil en comparación con el trabajo que se requerirá para recomponer el país a
partir de ese día. A las nacientes, y por ello débiles,
instituciones democráticas se unen los embates insistentes provenientes
del chavismo que buscan su desaparición para acercamos, peligrosamente, hacia la
fundación de un sistema similar al de las monarquías absolutas, donde el
capricho de una sola persona decide el destino de todos los demás.
Para que el 7 de octubre
signifique un punto de inflexión hacia la vida republicana tendremos que actuar
como demócratas verdaderos. La tarea será titánica porque el personalismo está
enquistado entre nosotros. Esto implicará que las personas llamadas a ejercer
posiciones de poder comprendan el daño que se le hace a las instituciones
cuando se impide, por ejemplo, la alternabilidad. Con gran admiración y algo de
sana envidia hemos sido testigos de cómo ha cambiado de manos el poder en
países como Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y Perú sin que esto haya
frenado el crecimiento de esos países.
Quienes tengan la altísima
responsabilidad de dirigir los destinos del país, desde las instancias más
pequeñas y cercanas a los ciudadanos hasta aquellas como el Tribunal Supremo de
Justicia, la Asamblea Nacional o la Presidencia de la República, deben
comprender que no son los dueños de una hacienda sino más bien sus mayordomos,
y como tales tienen la obligación de consultar sobre las grandes decisiones,
mantener el orden constitucional, acrecentar el patrimonio sociocultural y
económico y rendir cuentas.
También será necesario que los
nuevos dirigentes se apeguen estrictamente a la ruta democrática y no violenten
con interpretaciones maliciosas el espíritu de las leyes, como ha ocurrido en
estos últimos catorce años. Vale decir que habrá que defender el espíritu de la
institucionalidad jurídica, política, económica, educativa… para que,
realmente, todos los venezolanos tengamos los mismos derechos.
En resumen, necesitaremos
personas que, en vez de aprovecharse de las posiciones de poder para su
beneficio personal, familiar o grupal, den lustre y majestad al cargo que ejerzan.
Ciudadanos cuyos meritos justifiquen las responsabilidades que se les asignen.
Venezolanos que, una vez cumplida su misión, sean un ejemplo a seguir.
Los venezolanos no tenemos rey
desde hace doscientos años; para librarnos de ese yugo se peleó la guerra de
independencia. Apenas estamos al comienzo del camino que hará una Venezuela
moderna, con una democracia sólida. Aún quedan muchos puestos en el autobús del
progreso. Quizás el viaje sea largo y complicado pero debemos emprenderlo.
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* Prof. Dpto. Biología Marina
UDO-Sucre
http://udistasns.blogspot.com
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