UDISTAS Región, 25-07-2012, p. 14
Rafael Rasse*
En oportunidades he escuchado hablar en
la universidad, institución que está llamada a ser cúspide del conocimiento y
del saber, pero también de equidad y justicia, sobre derechos alcanzados y
reivindicaciones conquistadas como resultado específico de la aplicación de la
más pura y genuina democracia participativa y protagónica, incorporada en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (artículo 62). Y si bien
es cierto que el modelo instituido posibilita muchos de esos logros, no puede
dejarse de lado la observación crítica sobre la precariedad a la que el
pretendido “nuevo Estado” condenó su espíritu emancipador. Tal vez ello se deba
a que los promotores de la acción político-social, que debería favorecer el interés
colectivo y la corresponsabilidad entre el estado y la sociedad, subordinaron los
intereses del ciudadano al interés único del gobierno.
Una consecuencia directa de esta perversión
es que el gobierno, a través de una institucionalidad que instrumenta atajos
que sólo sirven para dilatar, obstruir o cuando no subvertir la legalidad, ha
ido haciendo más estrecho el camino para los gremios universitarios; de esa manera
ha llegado a obstaculizar su participación protagónica en el reclamo de sus
derechos: prestaciones vencidas, contratos colectivos
y normas de homologación de los universitarios, cancelación de los pasivos
laborales y demás deudas acumuladas. Quizás sea cierta aquella frase muy
repetida que sentencia que no habrá elecciones gremiales porque al gobierno no
le convienen, en buen cristiano, porque están perdidos. Ya ocurrió antes.
Ahora les tocó a las elecciones de
autoridades rectorales, y, por el camino que va la cosa, es muy posible que se dejen
para cuando haya un nuevo gobierno. Por eso, más allá del 7 de octubre, lo
importante es superar las trabas y atajos que se han puesto en el camino y conseguir
ejercer una genuina democracia participativa y protagónica: ésa que hace
posible la construcción de espacios de dialogo entre el Estado y todos los
órganos de expresión de la sociedad, sin mezquindades ni intentos de
subordinación de los trabajadores y del pueblo en general a los intereses de
los gobiernos y los partidos. Es el
camino de la legitimidad de las instituciones, que son el principal soporte
de un Estado democrático.
Pero
no podemos quedarnos allí. La academia debe servir para reconocer que el aporte
fundamental de la democracia participativa y protagónica reside en los cambios
que ha tenido la organización de los trabajadores, de los ciudadanos, quienes
se expresan a través de movimientos estudiantiles, obreros,
intelectuales, culturales, religiosos, entre otros, para ejercer, de manera soberana
y directa, la defensa de sus derechos, e indirectamente mediante el sufragio,
su irrevocable libertad para elegir a sus autoridades.
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*Prof. Dpto. Psicología e Investigación Educativa UDO- Sucre
http://udistasns.blogspot.com
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