viernes, 11 de mayo de 2012

Descalabro académico


Prof. José Marcano Carpintero
Dpto. Currículo y Admón. Educativa /UDO-Sucre
marcanocarpintero@gmail.com
http://udistasns.blogspot.com

En las últimas semanas he tenido la responsabilidad de revisar los récords académicos de jóvenes bachilleres, estudiantes de la Escuela de Humanidades y Educación, con el objetivo de seleccionar a los cursantes de la Didáctica Especial del Castellano y la Literatura, asignatura previa a la Práctica Docente; ya en otras oportunidades había hecho lo propio con récords de distintas especialidades, los resultados, similares en ambas oportunidades, me mueven a escribir este texto.
En el octavo semestre de la carrera cada estudiante debe haber aprobado una serie de asignaturas en dos componentes esenciales (el docente y el lingüístico-literario), que no sólo le brindan los conocimientos inherentes a su especialidad, sino que permiten alcanzar la formación pedagógica y las competencias didácticas y comunicativas necesarias para desempeñarse de manera eficiente dentro de un aula. Ahora bien, más del cincuenta por ciento de los récords revisados muestran un promedio de notas histórico de cuatro (4) puntos –en un sistema cuya mínima aprobatorio es cinco (5)–, el restante no pasa los seis (6) puntos; secuela de la reprobación recurrente de asignaturas que, para agravar más el escenario, suelen ser las neurálgicas en la formación base del profesor de Castellano y Literatura.
Dos factores me preocupan sobremanera de esta situación: la carencia de un proyecto de vida y la desidia. Si no hay compromiso, disciplina y un proyecto de vida que permita al estudiante universitario priorizar sus necesidades académicas; si tampoco existen los mecanismos institucionales internos, que regulen su permanencia y egreso bajo ciertas exigencias de rendimiento y calidad, es imposible desarrollar el ambiente académico necesario para la formación de nuevos educadores. Eso se traduciría en un franco deterioro de la calidad de la educación en los niveles de Educación Básica y Media, por causa directa de una mala praxis pedagógica.
Otra situación preocupante se desprende de este panorama: una considerable cantidad de los miembros de la comunidad estudiantil de la EHE-UDO ha tenido un tránsito nada halagüeño por otras escuelas y especialidades. Esos estudiantes, en un intento por recuperar el tiempo perdido, han optado por migrar a especialidades diametralmente opuestas, sin sopesar sus aptitudes vocacionales, sin medir su disposición para asumir la responsabilidad de su propia formación intelectual; sólo blanden una premisa: “Educación es más fácil”. Ahora ¿dónde radica esa referida creencia sobre la facilidad de las Ciencias de la Educación?
Me permito responder esta interrogante: la causa primaria de dicha creencia la representa la carencia de mecanismos sistemáticos de selección y admisión de los estudiantes de la Licenciatura en Educación; el acceso a la carrera se obtiene con promedios de notas muy inferiores a otras de la misma universidad, como Medicina, Informática o Bioanálisis, lo que representa cierto grado de facilidad, al menos en el acceso. Las exigencias de las asignaturas y los resultados posteriores demuestran lo contrario.
 En el área de Castellano y Literatura, a pesar de la formación académica de los profesores, de su disposición para la investigación y de sus dotes pedagógicas, no se ha conseguido despertar, en la mayoría de los estudiantes de esa mención, inquietudes que les predispongan para el estudio y la investigación por iniciativa propia. Tampoco se ha podido desarrollar en ellos la convicción ni la motivación necesarias para la formación intelectual. Entonces, surge una pregunta pertinente: ¿estamos en crisis? La respuesta es irrefutable: sí.
Pero las crisis son necesarias. Cuando las estructuras se resquebrajan y el sistema nos arrolla entramos en crisis, lo que nos permite (re)pensar(nos) para construir, con otra visión y en otros formatos, un nuevo andamiaje. El bajo rendimiento de nuestros estudiantes, evidente en sus registros de notas y en incompetencias didácticas palpables, demuestra un estado crítico. Llegó el momento de redimensionar el sistema, de empezar a construir la estructura interna que permita mejorar sustancialmente el perfil de los nuevos educadores.

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