jueves, 21 de junio de 2012

EL PROBLEMA ES EDUCATIVO


REGIÓN,  miércoles 20 de junio de 2012, p. 14
Prof. Orángel Morey Lezama
Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre
http://udistasns.blogspot.com

            Sobre el deterioro del país y de sus instituciones se ha hablado bastante, y es casi normal hacer menciones diarias a ello. De modo similar, se ha hecho reiterativo entre los miembros de la comunidad udista —y no poco frecuente entre la comunidad en general— llamar la atención sobre la actual situación del Núcleo de Sucre; su desmedida descomposición manifiesta tanto en la infraestructura física como a nivel académico.
Como “descalabro académico” calificaba no hace mucho en este mismo espacio el profesor José Luis Marcano nuestra situación universitaria. Podemos hablar con total propiedad también de ocaso espiritual de la universidad, que se proyecta directa y poderosamente en nuestro entorno social. Círculo que muy bien se puede calificar de vicioso: los males del país apropiándose de la institución, y los vicios universitarios colaborando en la degradación de un entorno que debería estar enriquecido con su influjo y acción. Efectivamente, esta situación decadente es consecuencia de una generación de malos gerentes, pero también lo es de la situación del país.
Al hablar de educación, José Ortega y Gasset sostenía que su principio esencial era que los centros de enseñanzas, como instituciones normales de un país, “dependen mucho más del aire público en que íntegramente flotan que del aire pedagógico artificialmente producido dentro de sus muros”. Y más exactamente, para que la institución sea buena, y con ella la educación que allí se imparte, debe cumplirse cabalmente la ecuación entre el aporte del contexto exterior –que depende de las políticas educativas gubernamentales– y el aporte interno de cada centro educativo.
            Como ejemplo que ilustra esta concepción, Ortega agregaba que aunque fuesen perfectas la secundaria inglesa o la universidad alemana, serían intransferibles, pues su realidad íntegra es el país que las creó y mantiene. De modo que aunque tenemos razón cuando acusamos a decanos y rectores de las desgracias de nuestra universidad, también debemos sumar, y con mayor responsabilidad, a las autoridades nacionales, que con su menosprecio, su desaprobación y constante ataque hacen mucho más daño. Lo que un país hace con sus instituciones educativas, lo hace con su futuro, para bien o para mal. La asfixia de la autonomía universitaria por vía del control ideológico y la constricción presupuestaria y legal testimonia el modelo de país que nuestro gobierno actual ensambla para las generaciones futuras. Miopes y embriagados con la obsesión del poder a cualquier costo, no terminan de percatarse que el problema del país es un problema educativo.

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