miércoles, 18 de julio de 2012

Esperanza


Región, miércoles 11-07-2012, p. 16

José A. Véliz
 Prof. Dpto. Biología UDO-Sucre
http://udistasns.blogspot.com

 
Tenemos una Universidad que, aun convertida en cementerio repentino de obras inconclusas, se niega a desaparecer. Como hormigas perseverantes ante la destrucción del nido, los profesores universitarios continuamos dando lo mejor de nosotros. Ante la destrucción construimos, no edificios sobre ruinas establecidas; no, construimos maneras de pensar diferentes; insuflamos esperanza de que nuestro país será lo que soñamos algún momento que fuera, una nación libre e independiente, donde el bienestar del venezolano sea lo principal.
Esperamos que las cosas cambien, porque no tenemos más nada que ofrecer a nuestros estudiantes, que no sean esperanzas. Nosotros trabajamos con ideas, conocimientos, razones y argumentos, que en sus manos y mentes serán la materia prima para moldear el futuro. Ante la incertidumbre que sienten nuestros estudiantes con respecto a su futuro laboral, no hay maneras fáciles de decirles que quizás muchos serán desplazados por otros profesionales que egresan de otras universidades públicas sometidas al gobierno. Tenemos que ofrecerles esperanzas.
Las cosas deben cambiar; no queremos que sigan iguales al pasado reciente o remoto. Siempre los universitarios hemos sido progresistas. Queremos  que sean diferentes de verdad. El desastre que es la administración pública en todos sus ámbitos (salud, vialidad, seguridad, ambiente, educación, etc.) se debe a que, en muchos casos, la incompetencia profesional sumada a la incondicionalidad al régimen no les permite a las autoridades de turno actuar profesional y éticamente; su lealtad no es con la ciudadanía a la que se deben, ni siquiera con ellos mismos; es con el jefe supremo, visto como entelequia inalcanzable y todopoderosa.
Cuando se polariza el vivir de la gente por causa de intereses particulares, los derechos no tienen importancia,  son una mera formalidad que puede ser borrada y, con ella, siglos de civilización. Lamentablemente, la historia demuestra que, lo que incomoda al principio, cuando se hace costumbre,  ni tan siquiera remordimiento de conciencia produce.
Cuando no pueden arrodillar a las universidades y someterlas al cinturón de acero de la educación panfletaria y uniformada, entonces se aplica el recorte presupuestario. Se ahoga, ahorca y termina reduciendo a la mínima expresión la docencia, la investigación y la extensión. No hay más, se acabó… La autonomía universitaria vuelve a ser una utopía y, atropellada por el gobierno, es un deseo a hacer de nuevo realidad.
Aun en esas condiciones los docentes cumplimos, damos esperanzas en un país con anhelos de cambio.

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