miércoles, 26 de septiembre de 2012

La universidad del progreso


UDISTAS
Región, 21-09-2012, p.14
Orángel Morey Lezama*
“Estudia para que seas alguien en la vida” y “estudia para que progreses” son algunas de las frases que nos quedan grabadas en el cerebro, desde que comenzamos nuestros estudios de primaria, a quienes pertenecemos a las clases populares.
Diferentes estudios sobre pobreza y ascenso social demuestran cómo en los años sesenta y hasta finales de los ochenta graduarse en alguna universidad venezolana era garantía de movilidad social ascendente o estabilidad económica.
En la actualidad, por el contrario, y cada vez con mayor frecuencia, destaca la cantidad de profesionales universitarios desempleados (los hay de todas las disciplinas pero sobre todo educadores), que hacen un trabajo distinto para el cual fueron formados o deben, si ejercen su profesión, realizar alguna otra actividad para complementar los gastos básicos familiares.
Esta desafortunada realidad con la que nos encontramos hoy día puede señalar dos cosas: la primera, que la universidad está fuera de contexto y ha perdido su conexión con la realidad del país, por lo que produce profesionales que no son necesarios; la segunda, y cambiando la perspectiva, que son las condiciones del país las que impiden el desarrollo exitoso de los profesionales de hoy.
Diferentes argumentos nos llevan a escoger la segunda opción como la acertada, ya que, por ejemplo, es ilógico suponer que son innecesarios los educadores, sobre todo si consideramos el constante y sostenido crecimiento poblacional del país que, desdichadamente, contrasta con el crecimiento infraestructural, especialmente en lo que concierne al área educativa, como escuelas, liceos y universidades. 
Al reflexionar sobre el tema educativo, José Ortega y Gasset ha destacado que las instituciones educativas dependen mucho más del “aire público” que del “aire pedagógico”; de esta manera, es necesario señalar el reiterado y sistemático ataque a las universidades autónomas (que eligen sus propias autoridades) desde las altas esferas de poder, lo que sin duda incide de modo negativo en su funcionamiento; esto es evidente tanto en la negación del presupuesto requerido, como en su decisión de impedir el acceso a los  egresados de estas casas de estudios al  sistema educativo, al cerrar las puertas de las instituciones públicas (las dependientes de la Zona educativa estadal, por ejemplo) a las solicitudes de empleo.   
En este sentido, es propicio señalar la necesidad y el deseo de tener un Estado que contribuya con el desarrollo y el progreso del país a través de la inversión y apoyo total a sus universidades, un Estado que comprenda que la resolución de los problemas y malestares sociales pasa por tratar con atención y especial cuidado lo que tiene que ver con el sistema educativo, un Estado que considere estos asuntos y convierta a las universidades en la palanca para el progreso del país.
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* Prof. Dpto. Filosofía y Letras UDO-Sucre
http://udistasns.blogspot.com

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