jueves, 27 de diciembre de 2012

La esperanza y la universidad

Región, 27-12-2012, p.14


Graciela Acevedo*
La universidad mantiene vivo el germen del conocimiento humano. Su papel es acercar la esperanza de un mundo mejor, de un mundo más humano; alejado de la fuerza de las armas, de la fuerza abusiva del poder político y del miedo que provocan las guerras, calamidades que han sido tan constantes en toda la historia de la humanidad. El papel de la universidad es convertir el producto de la inventiva humana, la herencia cultural, en una fuerza poderosísima para construir el camino de regreso de esa riqueza a sus creadores. Lo dice muy bien el lema de la Universidad de Oriente, por ejemplo.
Por ello es necesario conocer los ideales universitarios, sus principios universalistas, tener una idea de las potencialidades inmensas que contienen y es imprescindible pensar y defender  la universidad. En este sentido, los profesores universitarios que hacemos vida en el grupo Udistas nos hemos mantenido empeñados en reflexionarla para reencontrar las funciones de actualización de las ciencias en general, de investigación social, de bienestar familiar, de modelaje ambiental, interpersonal, intelectual, ético, de tolerancia, de inventiva,  de progreso… que una vez nuestra alma mater cumplió.
Cuando no tengamos que luchar contra el cansancio, la decepción; cuando las luchas no sean tan desiguales, con certeza podríamos pensar en concretar planes, sueños para nuestras ciudades y pueblos. Abordaríamos tareas no menos importantes, como aquellas de lograr que los políticos de turno nos escuchen para viabilizar planes que puedan convertir, por ejemplo, esta amada ciudad en un emblema del turismo, en un rincón del romanticismo,  para convivir en el recuerdo de Salmerón, de Andrés Eloy, de Ramos Sucre… de Luis Mariano, y para proyectar una forma de vivir, de vivir bien, con las riquezas con las que la naturaleza nos privilegió.
En el conocimiento, en el lugar privilegiado del conocimiento las actitudes  cotidianas: los miedos de la madre, la angustia de los jóvenes, la imposibilidad de los más pobres, la impotencia frente a la violencia, la delincuencia… -y las consecuencias que estas desatan- se convierten en actitudes teóricas, recibiendo de la realidad las claves de su interpretación para iniciar, así, la solución de conflictos.
Desde ese lugar privilegiado, el lugar de la universidad, es posible y es necesario, alargar la mirada hacia el futuro, reconociendo el presente en toda su complejidad, para no dejarnos llevar por la inmediatez y mantener el norte.
El papel de la universidad en situaciones como la que vivimos podría resumirse, sólo, a impedir que el cansancio se instale.
Custodiar las perspectivas de largo plazo por encima de las angustias naturales que sufrimos como personas de carne y hueso, sería la manera en la que la universidad sirva al cambio que hoy necesitamos y buscamos.
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* Profa. Dpto. Sociología UDO-Sucre

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